Necesidades siempre aplazadas
Conforme avanzamos en el contagio por las palabras, descubrimos que desde todas las discrepancias y distancias tácticas, existe una necesidad de ir conformando un tiempo presente que pueda propiciar un mañana más sensato en el complejo mundo de las artes escénicas. Lo anterior no forma parte de ningún discurso electoral, es simplemente un ramalazo de buenrollismo que uno quiere manifestar por la sencilla razón de que cuando se comprende que somos finitos, mantener alzadas las vallas, muros y fronteras no conduce nada más que a un aislamiento y compartimentación que no produce otra cosa que silencios y abstinencias.
Quiero decir que tras varias décadas de estar hablando por muchos lugares de Iberoamérica y algún país colindante europeo de la crítica, de haber impartido unas decenas de talleres, por primera vez se me convoca para participar en las I Jornadas de Crítica Teatral organizadas por el Centro Dramático Nacional. Un dato en el FITEI de Oporto coincidiendo en fechas, había otro encuentro similar. Imposible. Elegí el de Madrid. Estuve en la presentación de un libro que fija, estabula, coloca al alcance de todos los estudiosos y curiosos una historia y antología de la crítica teatral española junto a desde 1743 hasta 1936, y se nos anuncia la elaboración de un segundo volumen que llegará hasta nuestros días, pero en el que figurarán sólo los críticos «muertos». Una manera de impedir más polémicas que las imprescindibles.
Todo vino precedido por un taller dado por varios profesionales del asunto y en el que participaron casi una docena de jóvenes con intención de tener conocimiento de lo que es una estructura básica de una crítica teatral. Es decir, algo que siendo tangencial, circunstancial, considero se debería tratar con total convencimiento, como así sucedió, y darle una continuidad para ir produciendo algún documento orientador. Los debates sobre la crítica hoy y mañana, estuvieron siempre condicionados por la realidad misma del periodismo que parece cada vez será digital, dejando al papel en una reliquia, en algo que día a día irá pediendo importancia.
Y dentro de este viaje, de esta realidad, la duda siempre expresada de si la proliferación de blogueros «opinadores» sobre el hecho teatral es algo que aporta rigor a la crítica, al proceso, o no. Es difícil contestar de manera rotunda. Crecen estas expresiones, le dan categoría y avalan los teatros, salas, compañías o artistas que colocan en el mismo nivel de sus cosieres lo que viene desde la espontaneidad de un blog unipersonal o se publica en un diario, periódico, revista, que aunque digital, esté enmarcado dentro de un conjunto de responsabilidades e identificaciones comprobadas.
Me tocó estar en la mesa dedica a la supuesta necesidad de la existencia de un código deontológico de la crítica teatral. Los participantes contestamos que sí, en general, pero fuimos matizando. Parece que el código del colegio de periodistas ya nos enmarca en una parte sustancial. Se trata de ir ajustando ese código para que cada vez la crítica adquiera un valor más troncal en el proceso productivo, en su relación con la creación y en la supuesta función de conexión telúrica con los supuestos públicos. Parece imposible desmontar la nefasta tendencia de considerar la crítica como un apéndice publicitario y no una aportación técnica y/o intelectual.
A título personal, pero ya hablado con muchos compañeros, viene siendo urgente, una necesidad que no sería bueno aplazarla por vagancia, desmotivación u otras excusas, la creación de una Asociación de la Crítica de las Artes Escénicas, donde se debe crear ese código deontológico, ético, profesional y debe servir para la formación constante de sus asociados si así se considera. Lo de la formación constante, ampliación, estudio, conocimiento de nuevas tendencias, lectura de los teóricos fundamentales de ayer, hoy y los que vayan saliendo, comparación con los directores avanzados de otros lugares es parte de esta experiencia crítica que no siempre se puede lograr debido a los condicionantes profesionales, contractuales y hasta geográficos.
En fin, si hablamos más, si nos ponemos a la labor, seguro que conseguiremos llegar a un mejor conocimiento y a un crecimiento equilibrado que será bueno para los actuales ejercientes de la crítica, para los futuros y por ende para todas las artes escénicas en general. Y el soporte do de se publiquen poco importará si existe el rigor necesario.
Insistiremos.