Y no es coña

No bastan las palabras

Leo el titular de una entrevista a un ex primer ministro británico, Gordon Brown, en el que señala que “No bastan las palabras”. Y añade: “necesitamos un G20 con poderes ejecutivos que pase a la acción”. Resumo por el atajo: quiere decir que como la ONU es un mastodonte sin apenas capacidades resolutivas, que se reúnan los veinte países más potentes económica y militarmente de la Tierra y tomen decisiones inmediatas para combatir la pandemia del coronavirus.

 

En el ámbito de la Cultura en el reino de España, se reunieron los de siempre con los de nunca. Es decir, los que llevan años controlando los destinos teatrales de la inmensa mayoría desde asociaciones empresariales, de gestión o de representación, los de siempre, con dos ministerios, el de Cultura y el de Economía, es decir, los de Nunca. Las fotos salieron un poco movidas, pero se dieron diez días, diez, para volver a verse y que se pongan sobre la mesa algún documento desde el que empezar a hablar. O sea, palabras. Contamos los días sin excesivos motivos para el optimismo. Y no solamente por los personajes que aparecen en la foto, que también, sino porque además de los problemas específicos de la Cultura estamos ante un caso universal de pandemia vírica que se debe tratar en primer lugar y por encima de todas las demás consideraciones.

La situación general de la Cultura está en estado grave o muy grave. Algunos quieren aplicar la retórica del diagnóstico reservado. Las posibilidades de que la Cultura que se expresa en vivo y en directo, vuelva a actividades más o menos parecidas a las de antes del confinamiento parece que se van estrechando y cunde una extraña sensación de incertidumbre crónica que hace que no se puedan tomar decisiones en ningún sentido. Las instituciones, los directores de festivales, ferias y programaciones se agarran a un clavo ardiendo y retrasan hasta el último momento la decisión de suspender o aplazar sus eventos. Pero si miramos lo que ya es oficial, lo que viene, las declaraciones de las autoridades competentes, lo que sucede en nuestro entorno o en China, lo cierto es que la recuperación de la vida cotidiana como antes de esto, va a ser lenta y por una cuestión de lógica preventiva, los espectáculos en salas, teatros, polideportivos, además de la restauración, van a ser los últimos en poder abrir en condiciones suficientemente adecuadas para el ejercicio de su actividad.

Tenemos la mala costumbre de planificar retornos, entornos, contornos pensando en nosotros mismos, en toda la cadena de producción de las artes escénicas, pero a veces olvidamos lo esencial, todo tiene sentido cuando acuden los públicos a las actuaciones en vivo. Y ahí existe una Gran Duda, ¿cómo irán asimilando los públicos, las poblaciones, la ciudadanía, la vuelta a la normalidad y las ganas o la necesidad de acudir a ver espectáculos en vivo de artes escénicas? Esta incógnita no se resolverá hasta que se abran las puertas, se suban los telones, pero ¿estarán en sus butacas los espectadores con mascarillas? ¿Y los actores? ¿Buscarán nuestra localidad los acomodadores con guantes y mascarillas? ¿Y las camareras? Entro en pánico.

Yo quería añadir un clásico en mis homilías luneras: se está llevando la crisis cultural por el coronavirus, como siempre, desde lo económico, lo laboral, cosa que me parece importante, no lo pongo en duda. Pero si en vez de estar siempre en ese registro, utilizando el lenguaje de los otros, industrias culturales, empresas, producciones, en vez de cargar la suerte comunicativa y de relación con las administraciones y por ende con la ciudadanía en lo cultural, en el valor Absoluto de la Cultura, no sólo su valor de cambio, ni poniendo la creación de empleos u otros subterfugios que demuestran unas ínfulas empresariales que no se corresponden con la inmensa mayoría del tejido realmente existente en las artes escénicas en todo el Estado español. 

Cambiar el paradigma en la filosofía, en la teoría y en la pragmática. Entender, de manera clara, sin reticencias, sin esos peros malditos, que la Cultura es un Bien Común, algo Necesario para la Vida, que no es solamente Entretenimiento, que tiene Trascendencia y que debe ser Universal y Democrática y dotada con presupuestos que propicien la consecución de todos estos preceptos previos. Si esto se llevase a la práctica, si estuviera en el principio programático de cualquier decisión política o cultural, lo demás se arreglaría en las condiciones adecuadas. 

Hoy, o cuando toque, por desgracia, se está suplicando atención, se buscan soluciones cortas, para ayer, no se piensa siquiera en hoy y mucho menos en mañana. Y no sé si es el momento oportuno para vindicar algo así, pero tenerlo en cuenta, colocarlo en una de las propuestas frente a las autoridades competentes, que se recuerda una vez más son el Ministerio, pero además todas las Consejerías de Cultura, que la tienen transferida y en algunos estatutos pone claramente que en Exclusiva.

Otro detalle, ante todas las herramientas puestas en marcha para paliar la situación laboral de los ERTES, cierres y demás catástrofes, se da la paradoja de que, en el mundo de las artes escénicas, hay una masa indeterminada de profesionales que estaban trabajando sin las adecuadas protecciones sociales, es decir se trabajaba mucho a lo largo de todos los recursos posibles, en negro, o en gris, o con situaciones de acomodo para que fuera posible la actividad en determinadas circunstancias. Esos son los que se quedan auténticamente sin recurso alguno. Frente al abismo. Pienso en salas, en compañías emergentes y otras maneras de subsistencia. A este bloque hay que protegerlo también.

Por eso repetimos el no bastan las palabras, necesitamos acciones concretas, pronto, de acuerdo con la situación sanitaria general, que es la que marca el paso, pero intentando aposentar ideas o medidas en el ámbito de la Cultura para salir de esta hecatombe con otro paradigma que nos proteja en el futuro de todas las pandemias, principalmente de la que ha aplicado con fruición doctrinas neoliberales en la gestión cultural, que es la que ahora se disfraza de solución cuando ha sido la que ha creado el problema original.


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