No quiero acordarme
Yo tampoco quiero acordarme del nombre de ningún lugar ni de ninguna persona ni compañía, pero el andar de feriante reporta cansancio, intemperie, humedades, conversaciones que después en el camino al hospedaje se puede convertir en una reflexión trascendental o anecdótica, pero que abunda en la imperiosa necesidad de dejarse de cuentos y cuentas y comenzar a tomar medidas, o sea decisiones que ayuden a allanar el camino para las próximas generaciones o si me dejan ponerme estupendo para ir dibujando una nueva estructura legislativa y reglamentaria que permita el aprovechamiento de los medios existentes con proyección de futuro.
Como parece hoy imposible que se cambie la Constitución Española y se defina de otra manera el Estado de las Autonomías, tenemos un problema que hoy parece irresoluble para armonizar diecisiete gobiernos, diecisiete consejerías de cultura, diecisiete clientelas, diecisiete equipos de funcionarios tendentes a la reincidencia y la costumbre, alguien, el algún lugar con cierta autoridad moral, intelectual y teatral debería explicar, convencer y ayudar a diseñar un nuevo mapa. Lo ideal sería empezar por una demolición, pero como nos estamos volviendo de un moderado insultante, vamos a ver si empezamos con reformas estructurales que vayan pensando en el mañana y no en el hoy. Porque hoy ya está, ya pasó. Es pasado mañana cuando podemos empezar a implementar alguna variante y romper la inercia.
Y aquí quisiera dejarme llevar por lo escuchado por varios agentes, romper mi empecinamiento radical en los fundamentos, es decir en el fundamentalismo y admito que para contentar a los talibanes resultadistas podríamos empezar por hacer números. Saber exactamente cuánto se gasta en artes escénicas, cómo se gestionan nuestros dineros, cuántos teatros y salas hay, cuántas cías, grupos, asociaciones, esos datos que deben existir en algún lugar pero que casi nadie conoce globalmente. Hacer un estudio, a ser posible que no lo hagan los que hacen ahora todos los estudios pagados por los del oligopolio y las instituciones existentes tan carcas e inmovilistas. Pongamos un adjetivo o dos, un estudio externo e independiente.
En paralelo hacer estudios comparativos con otros sistemas europeos en relación con las artes escénicas de manera integral. Desde la formación, hasta la distribución, pasando por los teatros estables, las compañías residentes, los festivales y las ferias, la distinción entre lo Público y lo Privado y un largo etcétera. No es lo mismo el norte de Europa, que el Sur o el Este. Y en el Estado español hay una singularidad que parece estancada en los tiempos de los Cómicos de la Legua, el de ir con las carretas de pueblo en pueblo, una concepción de producción y explotación económicamente imposible. De una representación en una, con distancias de semanas o meses entre una y la siguiente es un ejercicio de resistencia de materiales humanos muy complicada de mantener.
Lo de Público y Privado, creo que es urgente. Como los taxis, los bares y otros oficios más antiguos del mundo las artes escénicas son siempre actividades públicas. Pero en lo concreto, en lo que es una acción pública y un beneficio privado, eso está cada vez más confuso y algunos lo enfangan de manera deliberada en beneficio propio. La contratación oficial, los cachets, se pagan con dinero público, pero lo ganan empresas privadas. ¿Nos aclaramos o no? Hay demasiada corrupción a primera vista de quienes confunde lo privado, suyo, con lo público, de todos, pero gestionando como propio. No doy nombres, pero los podemos recitar de memoria. Y son siempre los mismos.
Y como estamos de rebajas ideológicas rotundas yo solicito, una vez más, legislación adecuada para el desarrollo integral de las Artes Escénicas. Sí, Leyes y Reglamentos que las desarrollen. Leyes globales y reglamentos parciales. No puede mantenerse más que los teatros públicos sean propiedad en su inmensa mayoría de los municipios y sea una competencia impropia. Es decir que los cierran y nadie les obliga a nada. No existe la palabra Teatro en ninguna legislación, ni local, ni regional, ni estatal, ni europea. Y eso es grave. Es indefensión jurídica. Una compañía residente en un lugar que no quiero mencionar es sacada después de seis años de colaboración por decisión política por encima de la técnica. Sin explicaciones. Con una ley en la mano, algo pasaría.
Podría seguir así, pero como estoy en otro festival, con otro ambiente, con otra sensación y compañía de amigos, simplemente dar una o dos recomendaciones a los que se buscan la vida poniendo en la calle espectáculos de otro ámbito: no estiréis los números de circo o de lo que sea. Si es bueno con diez minutos, apurarlo, pulirlo para que dure ocho y medio, no lo presentéis como de media hora. Otra más general. Si vais a la calle, tatuaros en algún lugar un lema: Prohibido aburrir. Esto va dirigido especialmente a los de la danza, con tanta metafísica y conceptualización abstracta.
De nada.