No sé
Por lo general nos es muy difícil reconocer que no sabemos ya que de alguna manera estaríamos mostrando una de la que sin duda es una de nuestras mayores debilidades; la ignorancia.
Nuestro ego, salvo que suframos algún tipo de patología psicológica, intentará siempre sobresalir para alimentarse del halago ajeno y por ende, de la auto complacencia.
El ser humano es movido por su ego y el no saber, es su punto débil.
Es gracias a esa ignorancia relativa que nos hemos desarrollado al nivel en que nos encontramos y seguramente nos seguirá impulsando a encontrar las respuestas a las preguntas cada vez más complejas.
Eso de que «mientras más conozco, menos se» es la máxima que nos acompañará por siempre.
Claro que para buscar la respuesta, primero debemos reconocer y reconocernos a nosotros mismos, que no la conocemos y que es nuestro deber irrenunciable buscarla.
Es fundamental comprender que «el saber» no sólo es acumular datos duros en la memoria y relacionarlos para obtener conclusiones. Sin duda es importante hacerlo pero para la mayoría de nosotros que no tenemos ciertas capacidades, por ejemplo científicas, debemos esforzarnos por encontrar esas verdades que seamos capaces de buscar en función de nuestras habilidades.
Lo científico no lo es todo ya que el hombre no es sólo materia sino espíritu también y es en el conocimiento de ese espíritu donde todos y cada uno de nosotros podemos aportar. No sólo tenemos la capacidad de acceder a un buen laboratorio sino que somos el laboratorio.
Procurando vivir diversas emociones nuestra respuesta a ellas nos ayudará a relacionarnos con otros y por supuesto con sus emociones individuales.
Cada uno de nosotros es un laboratorio viviente que espera a ser estimulado por experiencias vitales para mostrarnos todo su potencial.
No necesitamos extraños instrumentos en acero inoxidable ni mecheros de llama furiosa ni complejas preparaciones químicas ni esferas eléctricas despidiendo rayos, las artes, todas ellas son ese catalizador necesario para que la reacción de nuestro sentir se manifieste.
Todos, hasta el más duro de los machos alfa, en algún momento de su vida se ha emocionado hasta las lágrimas frente a un episodio ficticio bien representado y ese conocido, eterno gruñón, de seguro se ha reído a destajo por la más simple de las idioteces inexplicables.
Los niños aún no deformados en su sentir por la sociedad del eso no se dice, eso no se hace, eso no se debe, son quienes de manera más honesta pueden llegar a enriquecerse de una vivencia artística.
Su honestidad sin esa máscara de lo políticamente correcto, los hace bostezar de aburrimiento ante el complejo soporte teórico de aquello que no les transmite nada y aplaudir incluso lo que no se estila de aplaudir.
Lo digo que se deba abandonar la teoría ni desechar la eterna búsqueda que inevitablemente nos llevará a cometer algunos errores pero nunca debemos olvidar que el arte como una forma de comunicación, nos tiene que conectar con nuestros sentimientos para aproximarnos a saber quiénes somos realmente y ante la pregunta de si sabemos, podamos responder sin titubeos que no sabemos pero que estamos en una búsqueda sin descanso de nosotros mismos.