Noches de circo (I): The Albany
La sala «The Albany» ha acogido esta semana una noche de circo contemporáneo y cabaret llamada «Circus Bites Back», dirigida por Vicki Amedume. Esta mujer es también la directora artística de la compañía Upswing, y por lo que empiezo a notar, es de aquellas personas activistas e incansables que está en todas partes. En todos los sectores siempre hay una de esta clase. La pude ver por primera vez hace un par de semanas en una reunión de gestores circenses que se celebró en Bristol, donde expuso con muchísima claridad los retos y las dificultades de los profesionales que, como ella, intentan sobrevivir con sus compañías. Me gustó su honradez y sinceridad, cuando delante de los agentes públicos allí presentes, declaró que al principio sabía muy pocas cosas de gestión y que de hecho no sabía ni lo que era el Arts Council (la entidad pública en materia de cultura más importante de Inglaterra).
«The Albany» es una sala circular con dos pisos y con una capacidad de unas 200 localidades.
Junto a «The Circus Space» y «The Hangar», es uno de los mejores sitios para la práctica del circo en todo Londres. A lo mejor también habría que añadir en esta lista el «Jacksons Lane», que alberga una programación muy variada. La semana que viene hablaremos de «The Hangar».
El espectáculo fue una especie de gala de fin de curso en la que participaron seis compañías con números de 15 minutos, presentados por un dúo de cabaretistas. Se trataba de fragmentos de sus últimos trabajos. Los artistas procedían de 6 países distintos: Suecia, Irlanda, Italia, Inglaterra, Francia y España (¡que fue el país que más artistas aportó con un total de 5 personas!).
La velada circense creció en intensidad a medida que iba avanzando la noche, aunque ya empezó con un plato bastante fuerte: un número de Max Calaf y Daniel Rejano en la modalidad de cama elástica. No es muy habitual ver este tipo de número circense en compañías de pequeño formato. De hecho, el mismo Max Calaf reconocía en Bristol que la cama elástica puede llegar a ser un engorro para una pequeña compañía como la suya, debido a su gran volumen. Calaf y Rejano presentaron un fragmento de su último trabajo, «Myself in the Salad», una divertida escena que narra el despertar de dos amigos. Cabe destacar el esfuerzo dramatúrgico de la pieza y la originalidad de los movimientos, utilizando a la vez todas las superficies posibles: extremos y márgenes de la cama, suelo, y por supuesto, la parte elástica. La música fue un poco floja, pero nos quedamos con ganas de más, se hizo muy corto. La siguiente actuación fue de la misma Vicki Amedume, que presentó un solo de acrobacia en tela con una música de cellos de fondo exquisita. Un número de contrastes y de una gran fuerza visual: negro de la piel, rojo de la tela, melena al aire, fuerza, peso, tensión y sensibilidad de una acróbata con un físico muy corpulento. El siguiente número fue de la francesa Alice Allart, que nos deleitó con increíbles escenas encima de una bicicleta, montando en ella de una y mil maneras, incluso tendida en el aire. Parecía haber una historia detrás pero le faltó comprensión en este sentido. La siguiente compañía fue «Long Spoon Circus», formada por una italiana y tres españoles (dos chicos y una chica). Este número fue interesante porque demostró algo fundamental en el circo contemporáneo: las buenas historias pueden con todo, y cuando las hay, los posibles errores pasan a un segundo plano y no entorpecen el espectáculo. Con la presencia de fondo de una de las voces en off más míticas de los reportajes de animales de la BBC, los cuatro actores supieron recrear una fantástica escena del mundo salvaje, demostrando que la cooperación es la clave de la supervivencia. Hubo errores de ejecución, pero en mi opinión fue el espectáculo más equilibrado.
Llegaba la parte final de la gala, y con el solo del sueco Leo Hedman, al espectador se le secó la garganta. Es bueno que el circo contemporáneo, a pesar de las influencias del teatro y la danza, nunca deje de ser circo, y por lo tanto, no pierda el elemento de riesgo. Leo Hedman me recordó al performer suizo Yann Marusich y su actuación en la última edición del hoy desaparecido festival VEO de Valencia. Formalmente no tienen nada que ver el uno con el otro, pero en ambos casos había una voluntad de tensar la cuerda y poner en alerta el espectador. El sueco hizo un número de acrobacia en unas telas elásticas de plástico, vestido con un mono blanco apretado sin ninguna apertura. El acróbata no veía nada, o muy poco. La maravillosa técnica del intérprete nos hizo levantar de la silla en algunos momentos. Finalmente, la gala terminó con la magnífica pareja sueco-irlandesa que forman «Tumble Circus». Su gran interpretación justificó porque eran los últimos, en ellos vimos circo del bueno, que diría Mourinho. Hicieron un baile maravilloso encima de un trapecio, cargado de humor, valentía y riesgo. Una delicia.
No sé si estaré por estas latitudes el año que viene, pero si lo estoy, no pienso perderme la próxima gala circense de fin de año en «The Albany».