La segunda edición de los Premios Zirkólika tuvo lugar el pasado 20 de diciembre en la carpa de los Raluy, en Barcelona. Vicent Llorca, director de la revista Zirkólika y organizador del acto, persiste en la tarea y ha conseguido realizar una segunda fiesta de esta gala circense. La gran familia del circo catalán estuvo en su gran mayoría presente, con la ausencia destacada de Tortell Poltrona, que no pudo recoger personalmente el premio que se le otorgó por su espectáculo «Grimègies».
Como no podía ser de otro modo, el ambiente fue muy familiar. Es la fiesta anual del circo catalán y las compañías estaban eufóricas. Son muchos años luchando por más representatividad y ahora que lo están consiguiendo se nota que tienen ganas de disfrutarlo. A pesar de que la fiesta empezó con unas animadas actuaciones de diferentes artistas, la gala (como todas las galas) fue un poco aburrida. Parece que organizar este tipo de eventos es como un regalo envenenado, no hay manera de encontrar el punto justo.
El acto también sirvió para presentar el primer «Anuari del Circ 2011», una publicación editada por la misma revista Zirkólika que resume todo lo que ha pasado en Cataluña durante los 12 últimos meses. Marcel Barrera y Vicent Llorca se han ocupado de la coordinación de los textos, que han organizado de forma cronológica. Sin haber tenido tiempo de leerlo entero, hay que aplaudir esta iniciativa que esperamos tenga continuidad, como los Premios Zirkólika. El anuario nos recuerda un año cargado de circo, con algunos acontecimientos importantes, como la inauguración de la sede definitiva de La Central del Circ, en el Fòrum, o el fichaje de Pepa Plana para el próximo espectáculo del Cirque du Soleil. También hay un recuerdo para Manuel Vallès «Totó», el histórico payaso que nos ha dejado este 2011. La publicación comienza con un necesario artículo retrospectivo de Marcel Barrera de lo más destacado de la actualidad circense de los últimos años: «Luces y sombras de una década (2002-2011)». ¡Bravo Zirkólika!
Terminamos esta última entrega de las «Noches de circo» en Londres y Barcelona con un comentario sobre el espectáculo «Ï» de Blai Mateu, que se puede ver hasta el 8 de enero en el Lliure de Gràcia. El hijo de Poltrona presenta un solo que estrenó en Reus hace cuatro años. Se trata de una pieza menos importante que «Le sort du dedans», que fue, sin tapujos, una auténtica obra maestra. Cuando supe que «Ï» era una reposición que se había estrenado hacía años me alegré, porque esto quiere decir que la compañía va creciendo y que el último espectáculo fue mejor que el anterior, algo que sería deseable, pero que por desgracia no siempre consiguen muchas compañías. Blai Mateu es un espécimen raro, un tipo que se ha formado en Francia y que con su lenguaje poético está removiendo el panorama circense actual. En «Ï» reflexiona a su manera sobre el trauma colectivo que supuso el exilio del 39. El uso de los elementos que hay en la escena está muy bien conseguido. Hay unos sacos que sirven para ablandar las caídas, de pantalla donde se proyectan imágenes o de equipajes de personas anónimas y de identidades perdidas. Blai Mateu sabe manejarse con criterio y sensibilidad en distintas disciplinas: malabarista, acróbata, percusionista, etc. En algunos momentos tuve la sensación que al espectáculo le faltaba un poco de cohesión interna y que era demasiado un collage de escenas, pero aun así, está muy bien que los artistas de circo contemporáneo se metan de lleno y se atrevan sin miedo como hace Blai Mateu en aventuras e historias complejas.
Aunque no creo que sea muy bueno identificar el circo con las fechas navideñas, es una realidad que durante estos días hay circo por todas partes, empezando por esta columna. Pero lo ideal sería que el circo estuviera presente durante todo el año, como lo están sus hermanos mayores, el teatro y la danza. De no ser así, corremos el riesgo de no normalizarlo.
