Nos acercamos a lo incierto deseado
Parece irremediable. Y hasta tiene lógica. Así no se puede seguir, por lo que vamos animosos con destino a lo incierto, pero con la intención de que se vuelva a una anormalidad que nadie sabe gobernar. ¿Tenemos que olvidarnos ya, al menos durante dos años, de una relación espectáculo-público similar a lo que conocimos hasta marzo de este año? Yo acudo a espectáculos con asiduidad, al aire libre, con distancia de seguridad, con mascarillas, y la verdad que es muy molesto estar una hora o una hora y media con ella puesta.
Y que conste que yo no cuento, no soy un espectador, voy a “trabajar”, para aprender, para criticar, para saber, no pago, me invitan y solicitan que vaya, es decir soy justo lo contrario de lo que se reconoce como un espectador al uso. Por esto y por muchas otras razones, mis dudas siguen colocándose en la reacción de los públicos. Entiendo, comparto, animo, hago todo lo posible para que se abran salas y teatros, para que se inauguren programaciones, y lo realizo desde dos impulsos: el material y de sobrevivencia de los trabajadores de las artes escénicas por un lado y el de mantener abierto el banderín de enganche para la cultura en vivo y en directo.
Temo que uno de los efectos colaterales de esta pandemia en las artes escénicas sea la confusión de poner en el mismo valor el teatro en streaming, o sea la televisión, que el teatro de verdad, el que se hace compartiendo el mismo tiempo y espacio los artistas y los públicos. Por ello insistiremos, navegaremos, una vez más, contra la corriente entreguista, oportunista, adanista, del sálvese quien pueda, para recordar la esencias fundamentales y que, además, si no hay salarios, si no hay remuneración es difícil que haya rock and roll o teatro profesional de entidad.
Decía que caminamos hacia lo incierto y me baso en las noticias de incrementos de infectados y las veladas posibilidades de retorno a un confinamiento que, si no es estatal, sea parcial, localizado en ciudades o barrios, cuestión que paraliza sicológicamente muchas actividades que no se consideren esenciales e imprescindibles y el teatro, no lo es, nos pongamos todo lo campanudos que queramos. Pero es que además todos los indicadores avisan de una situación económica en recesión, lo que infecta la vida social y cultural tanto como un mosquito del Nilo, porque si se deben quitar cosas superfluas, el teatro, desgraciadamente puede ser una de ellas. Todo ello pensando que no sean las propias administraciones que aprovechan que el Covid-19 pasaba por ahí, recorten presupuestos para las programaciones del año próximo. Atentos.
Los teatros con presupuestos cerrados, como las unidades de producción del INAEM, los teatros nacionales catalanes, las instituciones en las que la incidencia de la presencia de espectadores es relativa, podrán abrir, si se dan las condiciones y protocolos de seguridad apropiados, esperando que respondan los públicos, pero no sufrirán desajustes. Pero el teatro privado y las salas alternativas están condenadas, de momento, a mayores sufrimientos, a más desesperación, a instaurarse casi crónicamente en la miseria y la auto-explotación. Es una agravamiento de la situación previa a la pandemia.
Si hay dudas, confrontaciones, malestar generalizado entre padres y docentes frente a las administraciones, por la incertidumbre de empezar el curso académico entre presencial y virtual, ¿hay algún plan para los estudios superiores de arte dramático? Y todo lo relacionado con la danza debe estar con la misma incertidumbre con el añadido de que son estudios, en su amplia mayoría, físicos y de contacto o de ocupar espacios cerrados en acción.
Existe en el ambiente una extraña sensación de que pasará algo, externo a nosotros, una noticia, una vacuna, un medicamento que nos liberará, pero también la pesadumbre de que no avanzamos, de que hay demasiados mensajes encontrados, de que hemos llegado a un punto de credulidad o incredulidad que no se basa en criterios fiables, sino en intuiciones o lo que es peor, según nuestra visión del mundo. La confusión se acrecienta, pero caminamos porque la otra opción es quedarse quietos esperando el final que nadie ha escrito todavía.
Así que seguiremos haciendo todo lo posible por convertir lo anormal en normal. Los de esta parte debemos seguir haciendo nuestra labor tal como las condiciones actuales nos permitan, pero sin olvidar que somos parte de unas sociedades que están asustadas, confundidas, en algunos sectores al borde de la desesperación laboral y económica, por lo que debemos estar atentos no sólo a nuestras legítimas necesidades, sino a incardinar nuestras acciones y objetivos con el común. Hacemos Cultura, no somos héroes ni heroínas, sino trabajadores esforzados y hasta en ocasiones artistas que procuran un bien común intangible, pero necesario para la una mayoría minoritaria que también respira poesía, música o movimientos coordinados para establecer contactos en otra frecuencia vivencial y sensible, que alimenta al alma y crea una identidad.