Nosotros aparentamos y ellos son
Auténticos. Vivimos en una sociedad donde los selfis, los instagramers, los youtubers, los influencers, los divos, los guay centran o pretenden acaparar la atención de los demás en un afán depredador por destacar sobre los otros que implica dominación. Los egos distorsionan toda realidad política, intelectual, cultural y social; nuestra ansia no solo por aparentar para conseguir lo que queremos, sino para disimular nuestras carencias, la búsqueda de un protagonismo desmesurado que siempre es excluyente, está fuera de toda razón.
La compañía de teatro Paladio Arte cumple en estas fechas 25 años dedicados a la inclusión –también se dice integración– de todo tipo de personas y de capacidades diversas por medio de las artes escénicas. Esta agrupación segoviana ha actuado con María Pagés, ha formado parte de espectáculos como Deseos que tuvo lugar en el Teatro Español de Madrid, ha colaborado con el Centro Dramático Nacional con Nadie, entre otras actuaciones; tiene, en su trayectoria, numerosos montajes de prestigio nacional, aparte de realizar labor de formación por medio de talleres para la rehabilitación de personas con capacidades diversas y su inclusión social. Pero, más allá de la efeméride, Paladio Arte nos ha sorprendido ahora con un espectáculo identitario, reivindicativo y audaz.
En Auténticos se muestran unos personajes protagonistas de sí mismos, unos actores que a pecho descubierto se presentan a un público que tiene que reflexionar, que se ve en el dilema de diseccionar lo que está percibiendo sin apriorismos. La compañía castellano leonesa ha dado una vuelta de tuerca a su trayectoria para sacudirse la idea de la compasión, que no lo quieren. Paladio ha dado el salto al arte, se ha alejado de pamplinas paternalistas para entrar y alcanzar el rango artístico de la excelencia.
Con este montaje no hay piedad que valga ni oportunidad para que el espectador lloriquee –salvo el estrictamente familiar–; es preciso profundizar no solo en lo que se ve y se escucha, sino en los temas universales de la existencia, la ternura, la desesperación, de la armonía y la belleza, de la perfección y la equidad, de la denuncia y la justicia, de la bondad y el amor, de la exigencia social y la igualdad, de las apariencias y de la autenticidad.
La pieza creada y dirigida por Pablo Tercero y Marta Cantero se apoya en las didascalias –indicaciones del dramaturgo a los intérpretes para la puesta en escena– y en unos textos significativos que transmiten una poética exacta para la reflexión.
La obra bebe de Lorca, de Shakespeare, de Gabriel Celaya, de Alfonsina Storni, de Machado, de Mario Benedetti, de Calderón, de Rubén Pascual (persona, personaje y actor), de la música de David Hilowitz, de Bach, de Bèla Bartók; la puesta en escena sigue la técnica del dramaturgo, actor y director italiano Pippo Delbono que, con sus extraordinarios y fabulosos montajes reconocidos a nivel internacional a favor de los diferentes y desposeídos, él interviene en presencia y con la voz en off.
El espectáculo sigue una línea narrativa que se acopla a las necesidades vitales y a las virtudes o habilidades de cada actor / personaje que actúa con su nombre propio. De esta manera, Carlos Concepción interpreta La Armonía haciendo una especie de moderador o coordinador tanto de las transiciones entre las escenas como colaborando con los compañeros en cada acción; José Martín es La Sombra que interpreta con enorme verosimilitud sicológica a Segismundo en la famosa escena donde se recita: “Sueña el rey que es rey y vive (…). Yo sueño que estoy aquí, (…) que toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son.”
Miguel Gómez, con una ambigüedad medida, es La Denuncia de la pureza de corazón, y reivindica la bondad sobre cualquier otra apariencia tanto física como ética. Juan Antonio Martín “Toño”, con su imponente figura ruda y musculosa que evoca a un minero picador y que parece sacado de un film de Passolini, se emociona hasta las lágrimas con su bebé en brazos, es El Cuidador. José David San Antolín vestido de amarillo –gran osadía del color que desafía a Molière– interpreta a Ricardo III como El Contraste con la muerte en su obsesión.
En fin, Rubén Pascual que reparte abrazos y abrazos por su naturaleza entre amigos y familiares lo mismo en la panadería que en el salón de casa, abraza, abraza y abraza porque es El Abrazo. “Los abrazos los doy siempre con el corazón, es lo más fuerte que tengo, el corazón”. Rubén poetiza el abrazo con la energía cósmica que él necesita y también: “No robo la energía, la transformo, (…) nuestros abrazos curan”. Y en el espectador surge la imagen de que, con el abrazo sana al otro, la aporta salud.
La puesta en escena está realizada derrochando talento y pasión, con paciencia, con pausas y silencios intencionados; tiene un tempo preciso porque no son ausencias; como si de una partitura musical se tratase, los silencios también cuentan, forman parte de todo el discurso con un contenido profundo, hay que parar, darse tiempo, hay que disfrutar de la maravillosa iluminación que dialoga con las figuras, con las escenas y los personajes, con la palabra y la semiótica; todo cuenta para aportar belleza y contenido con el que meditar; la puesta en escena funciona como un reloj de precisión.
Y por si alguien se hubiera quedado perdido entre tanta poesía que le pareciera mero lirismo, para que despierte, la obra termina con el manifiesto de “Mire usted, señor poderoso”. Mientras todos los actores se quedan con el torso al descubierto: huesudo, musculoso, delicado, panzudo, rechoncho, desgarbado; la voz en off reclama: “Estamos solos, (…) Mire usted, señor poderoso. Estoy harto de su ropa juvenil perfecta… de sus anuncios perfectos / de sus pantallas de plasma perfectas, perfectas, perfectas…” Es un manifiesto que entra como una puñalada en el vientre del espectador que inconsciente compara lo perfecto con la realidad.
Y los actores desmontan los postes de la escenografía que evoca parte de un templete de la Roma clásica –otro signo de la perfección– donde se ha realizado la liturgia profana a una diosa menor. Columnas arrumbadas, el tiempo que envejece, las ruinas del devenir histórico o quizá la autenticidad de la imperfección.
En definitiva, Paladio Arte con Auténticos ha realizado un trabajo inteligente, lleno de talento significativo y de sumo interés social a la altura de lo mejor que se puede aportar nuestra Comunidad Autonómica. Con espectáculos como este bien vale traicionarse la jubilación de uno mismo para recobrar el placer de escribir. Gracias a Paladio Arte.
Manuel Sesma Sanz
FICHA TÉCNICA
Espectáculo | Auténticos |
Dramaturgia | Pablo Tercero y Marta Cantero |
Escenografía | Marcos Carazo |
Diseño de luces | Lola Barroso |
Vestuario | Gema Roldán-Lolamurocostura |
Voz, Alfonsina y el mar | Virginia Rodero |
Viola, la Tarara | Noelia Gómez |
Coreografías | Antonio Quiles |
Ayudante de dirección | Rogelio Herrero |
Dirección | Pablo Tercero y Marta Cantero |
Compañía | Paladio Arte |
Teatro | Juan Bravo de Segovia |
Estreno | 17 de noviembre |