Y no es coña

Nunca abandones la primera inspiración

Me cuesta decirlo así: lo que más he hecho a lo largo de mi vida es dirigir. Con lagunas inmensas. Con tiempos largos en donde miraba, analizaba, escribía críticas. Pero mi cabeza, por carácter, formación, voluntad y destino ha sido siempre la de un director, frustrado, emergente, en ebullición, reflexivo, externo, malo, eficaz, sin ambición, rutinario, capaz de inventar supradramaturgias escénicas o incapaz de revertir una tendencia interpretativa. Y si me pregunta alguien, no sé definir qué es la dirección escénica. Lo intuyo. A veces lo veo muy claro, otras no acierto ni siquiera en encontrar la coherencia. Puedo asegurar sin más que veo demasiadas ocurrencias, plagios insufribles, rutinas, modas y una falta de rigor en casi todos los puntos cardinales de una puesta en escena, una dirección. Para acabar esta diatriba, hoy me cuesta mucho decir con total seguridad si alguien es buena directora de actores, si es puestista o si es un director creacionista. Es más, he llegado a una conclusión: no me interesa mucho entrar en estos laberintos.

 

Solamente una práctica que me ha servido siempre. En casi todos los órdenes de la vida más o menos creativa: nunca abandones tu primera inspiración. Aunque mi metodología básica es aparcar la primera idea de una escena, probar otras variantes y volver, si es necesario a esta primera idea, inspiración o intuición. Así sea para escribir un artículo, una obra, intentar establecer una relación personal o votar en unas elecciones.

Dicho lo cual quiero situarme en convicciones que se derrumban en demasiadas ocasiones por el bombardeo de lo cotidiano, por los hechos, las proclamas de un futuro y de unos dogmas que hay que atender y si es posible combatir con otros hechos. Empiezo por la parte más dura: ha muerto de cáncer a los cincuenta y tres años la actriz y directora Cristina Cervià. La inmensa mayoría de ustedes no la reconocerá. Pero esta licenciada en Filología Románica, fundamentó la mayoría de su carrera en Girona, dirigiendo, actuando, en proyectos de ambición artística, social y política, y como decía en una entrevista con motivo del estreno de “Lúcid”, una obra escrita y dirigida por Rafael Spregelburd, ensayada en Buenos Aires, estrenada en catalán, por la que recibió un premio de interpretación y que aseguraba que ella había decidido vivir en Girona, que tenía proyectos, que se subía cada día a los escenarios, que vivía sin agobios, que no era necesario fundamentar todo en Barcelona. Como era tan buena actriz, actuó en algunas series de la televisión catalana, pero su vocación era hacer teatro en su ciudad natal, en su entorno, dedicada a unos públicos reconocibles y desde ahí proyectarse. Una manera de entender el valor del teatro. Ella fue fiel a su primera inspiración y la llevó hasta el final con orgullo. Mi admiración.

Pero como todo tiene su sombra, acabo de recibir un aviso que me anuncia que la Comédie-Française va a emitir en varios cines un montaje de “Le Misanthrope” de Molière, con puesta en escena de Clément Hervieu-Léger. De acuerdo, es una campaña de búsqueda de nuevos espectadores, llegar a lugares recónditos y posibles espectadores que nunca se acercarían al edifico noble de esta compañía. La ópera lo ha incorporado a su sistema productivo. Hay un circuito en cines. Hay emisiones comunes. La 2, en España, ha retransmitido sesiones de montajes en el Teatro Real.

Es una contradicción. Probablemente sirva para ajustar los presupuestos, los ingresos por su pase en cines y televisión compensen, pero, y esta no es mi primera inspiración, sino mi última convicción, el teatro tiene que ser convivencial, en vivo, sin intermediación. Promocionarlo para ser consumido en pantallas es matarlo. Y yo no quiero asistir ni ser cómplice de este asesinato o suicidio. Reivindicaré el Teatro presencial, en todos sus formatos y opciones, como algo irrenunciable. Las pantallas, se deberían usar, de manera consciente y programada para su difusión y conocimiento de la mayoría de la sociedad, pero su contagio debe ser de piel, de olerlo, verlo, escucharlo, sentirlo, palparlo. Me importa muy poco lo que digan los actuales dueños del negocio. 

Dentro de cien años el Teatro será así, o no será.


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