Sud Aca Opina

Odio la rutina que amo

¿Cuantas veces no hemos querido patear la perra por estar sometidos a la rutina invariable del día a día?

¡Muchas!

(Patear la perra: expresión popular chilena referida a un estado máximo de disgusto que hace que nos Descartemos violentamente con la pobre perra, reacción evidentemente vetada por grupos animalistas).

Desde siempre el hombre ha anhelado lo que no posee pues tiene una infinita capacidad de ensalzar lo bueno de otros estados sin mirar los inconvenientes de esa condición que añora como propia.

Expresiones tales como la de que el pasto siempre es más verde en el jardín del vecino refuerza esta afirmación pero está claro que sólo vemos la hermosura del pasto y no todo el trabajo que implica preparar la tierra, plantarlo, regarlo, cortarlo y en definitiva cuidarlo para que llegue a ese nivel de belleza.

Sin trabajo no hay logros porque aquello recibido como regalo, no es un logró sino un azar. Lo que fácil se obtiene, fácil se va, mientras que todo aquello que haya significado un esfuerzo para lograrlo, se valora, se cuida y se protege.

Hasta el más dotado que haya recibido un don único pero no sepa desarrollarlo, perderá la oportunidad de transformarlo en su razón de vida y su gratificante aporte a los demás.

Desarrollar al máximo nuestras capacidades es el camino más complejo y variable que se pueda tomar ya que por estar permanentemente enfrentados a la novedad del aprendizaje siempre habrá más preguntas que respuestas.

La rutina en cambio, no se rige por variables inesperadas. Sabemos que, como y de esa manera la sorpresa desaparece. De cierta manera nos permite descansar apoyándonos en lo archi conocido y no sufrir el estrés del misterio.

La rutina es odiada públicamente pero idolatrada en el fuero íntimo de aquellos que sea por la razón que sea, están cansados de la vida. No lo confiesan pero no quieren sorpresas que a pesar de tener un enorme potencial de desarrollo, también tienen la posibilidad del fracaso y la frustración.

Es por eso que quizás quienes más odian, y de verdad, la rutina, sean los jóvenes siempre desbordantes de energía pues tienen por delante todo el tiempo del mundo para sobreponerse a esas potenciales frustraciones del fracaso que todos hemos tenido y sin duda seguiremos teniendo durante nuestras vidas.

Como en todo no existen absolutos pero quizás una buena forma de vida sea la de moverse entre estas dos posibilidades extremas de rutina e innovación. Sabemos que al menos tenemos una rutina vital que nos hace comer cada 4 horas, dormir cada noche, lavarnos los dientes por la mañana, etc…

Pero de vez en cuando no está mal eso de practicar ayuno contra natura, dormir poco o demasiado, no lavarse hasta sentir lo desagradables que podemos llegar a ser, en definitiva, romper incluso esa rutina vital que es nuestro cable a tierra.

De vez en cuando un cortocircuito vital puede ser positivo pues nos permite formatear nuestro disco duró mental y dejarlo con la capacidad para recibir nueva información.

Quizás esa supuesta nueva información no lo sea pero nuestro enfoque de la misma puede cambiar radicalmente.


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