Puente de Brooklyn

Off Bushwick

El 13 de Octubre de 2010, hace ya cuatro años, un taxi me dejaba de madrugada en la casa de mi amiga chileno-coreana Sin Kim. La había conocido en Barcelona y se había ofrecido a dejarme su sofá hasta que encontrara una habitación, o al menos por unos días.

El taxista para el coche, le pago, y justo cuando ya me disponía a abrir la puerta para coger las maletas de atrás, el tipo me dice que si quiero que me espere hasta que me abran la puerta, que la zona no es segura.

La casa estaba en la calle Starr, en el barrio de Brooklyn conocido como Bushwick.

Al taxista le dije que no, que mi amiga me abriría enseguida. Yo pensé que el conductor estaba exagerando. Ese momento de espera, con las luces del taxi desapareciendo entre la oscuridad de las calles, fue un instante de inquietud pero de reconocimiento y agitación conmigo mismo. De decir: «acabo de llegar solo a esta ciudad, soy fuerte, nada malo puede pasarme, esto es emocionante».

A la mañana siguiente me tiré a la calle, cogí un mapa del metro y empecé mi aventura.

De camino a la estación de metro, me di cuenta de una sala de teatro al fijarme en una estrella gigante roja en la puerta del local, dentro de la que se podía leer: «The Bushwick Starr».

Al parecer, hace aproximadamente una década, seis artistas compartían el segundo piso del edificio con número 207 de la calle Starr, donde yo pasaría 8 días. Las paredes de la sala de teatro estaban pintadas en negro, las ventanas tapadas y las camas arrinconadas en las paredes de este loft-apartamento de un único espacio.

El lugar servía de sala de ensayos y casa, teatro pobre y sala alternativa de baile y after-hours.

Hoy en día nadie vive en el apartamento, pero el espacio llamado Bushwick Starr, acoge teatro, danza, títeres y recibe artistas de todas partes.

Por la cercanía y conveniencia de vivir en el barrio temporalmente, decidí ir a ver un espectáculo, quedarme a tomar un vino después y conocer a los que llevaban el cotarro.

Súper simpáticos y muy americanos ellos, me invitaron a participar como becario-voluntario, ayudando de vez en cuando con las luces, en la taquilla y en el bar, a cambio de ver todos los shows que programaran por unos meses.

Como un intercambio y algo recíproco, recuerdo que aquellas semanas fueron lo más. Trabajar «gratis» en un teatro que esta a una calle de donde me alojaba, a cambio de ver espectáculos y estar cerca de compañías americanas que hacían propuestas realmente alternativas.

El espacio de Starr- el cual había abierto oficialmente en el 2007, mucho antes de que el barrio se llenara de modernos jóvenes y bares que sirven sushi mejicano y tacos japoneses- es el tipo de lugar que uno podría haber descubierto caminando por el barrio de Soho en los ochenta o parecido. Con los ladrillos pintados y las columnas de madera, el lugar es acogedor pero extraño y elegante a la vez.

Los trabajos que se programan son estrictamente experimentales pero con un carácter muy divertido, desenfadado y humilde.

Hoy el barrio tiene otro aspecto, mucha gente joven se ha ido mudando por la subida de los alquileres, nuevos comercios abren y se percibe mas actividad; sin embargo Bushwick Starr sigue fiel a su programación, aunque temiendo que uno de estos días los dueños del edificio vendan a una promotora y se derribe el bloque para dar paso a apartamentos de lujo. Lo cual, desafortunada y probablemente, suceda en unos años.


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