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Ópera, danza y teatro. Il Pirata de Amigos da Ópera da Coruña, el Bergman en danza de Olga Roriz y el Lagarce de Sarabela Teatro

 

No solo comienza el curso escolar sino también la temporada teatral. Yo la inauguré con ópera el 8 de septiembre en A Coruña, con danza contemporánea el 15 de septiembre en Guimarães (Portugal) y con teatro el 20 de septiembre en Ourense. Ópera, danza y teatro.

IL PIRATA de Vincenzo Bellini de Amigos da Ópera da Coruña. Palacio da Ópera da Coruña. 

Hacer de la necesidad virtud es algo bastante usual en el ámbito del teatro. No me refiero aquí, obviamente, al menos es más, predicado por el minimalismo, o al “teatro pobre” de J. Grotowski. Me refiero a la precariedad de medios económicos para la producción de espectáculos artísticos. Esta merma, quizás, se puede asumir mejor en una producción teatral de pequeño formato que en una ópera de repertorio en la que vamos a tener encima del escenario tropecientos profesionales y artistas y en el foso a toda una orquesta.

Amigos da Ópera da Coruña, entidad decana en España de cuantas se ocupan por velar de la actividad lírica, lleva algunos años haciendo de la necesidad virtud.

La programación lírica de A Coruña 2018 arranca con Il Pirata de Vincenzo Bellini, con dirección musical de Antonello Allemandi y dirección de escena, escenografía e iluminación de Xosé Manuel Rabón.

El director artístico de la Programación Lírica de A Coruña, César Wonenburger, que es un erudito melómano y viaja por todo el mundo en busca de las óperas más selectas, siempre escoge un elenco de cantantes de alta calidad, apostando, además, por los talentos de proximidad. Wonenburger hace primar la calidad por encima de la fama. Para esta nueva producción ha reunido un reparto muy equilibrado para los roles y el estilo de Bellini: el barítono Juan Jesús Rodríguez (Ernesto, Duque de Caldora), la soprano Saioa Hernández (Imogene, esposa del Duque), el tenor Yosep Kang (Gualtiero, anterior Conde de Montalto), el tenor Pablo Carballido (Itulbo, teniente de Gualtiero), el bajo Jeroboám Tejera (Goffredo, un ermitaño, en el pasado tutor de Gualtiero) y la soprano Carmen Subrido (Adele, dama de compañía de Imogene).

A este reparto de voces principales se suma la espléndida Orquesta Sinfónica de Galicia y el Coro Gaos, dirigido por Fernando Briones.

Con estos mimbres el oído tiene garantías de alcanzar la satisfacción plena. Ahora bien, el arte de la ópera requiere, además, del placer visual, de la puesta en imágenes. Ahí es donde se hace imprescindible una producción que permita transformar el escenario en un espacio donde la música se haga visible y el argumento dramático se materialice.

Esta materialización a través de la escenografía, la iluminación, la caracterización y el vestuario, la dirección de actrices y actores cantantes e, incluso, la coreografía, requiere de una inversión que no suele ser barata, porque en la ópera la complejidad del aparato escénico se multiplica debido a la intervención no solo de grandes elencos, sino también por el hecho de recrear historias que representan o evocan tiempos y lances legendarios, con múltiples cambios de localizaciones ficcionales, palacios, jardines, bosques, castillos… y con la intervención de personajes aristocráticos y amplias masas corales.

El gallego Xosé Manuel Rabón, como director de escena, con un presupuesto más que mínimo, reciclando elementos escenográficos de otros montajes, consiguió, una vez más, desde la sensatez y el necesario posibilismo, que Il Pirata de Bellini, además de ser un placer para el oído, lo fuese también para la vista.

En general, me gustó mucho el predominio de la frontalidad más expositiva que dramática en la mayor parte de los cuadros que componen esta ópera. Más allá de la facilidad que les reporta a las/os cantantes ver al director de orquesta, esa frontalidad más expositiva sirvió para equilibrar y compensar el dramatismo explícito del argumento y de los diálogos.

Las voces, en general, magníficas: la profundidad, incluso en los agudos, de la voz de la soprano Saioa Hernández, nos presenta a una Imogene que, en la filigrana melódica y pasional, mantiene el peso de una madre, matizando a la amante que no es libre para amar. En complemento y contraste, la exterioridad de la voz brillante del tenor Yosep Kang, Gualtiero, un personaje que no renuncia a su pasión por Imogene. Y para completar el triángulo del conflicto, el timbre amaderado y severo del barítono Juan Jesús Rodríguez, en el papel de Ernesto, Duque de Caldora y esposo guardián de Imogene.

Las coreografías de Mercedes Suárez (Chedes), danza de espadas, luchas cuerpo a cuerpo entre soldados, recreación de rituales protocolarios y el solo de la bailarina Julia Méndez en el reducido espacio de una balconada evocando, de manera abstracta, las angustias de Imogene en las escenas finales, como preludio al aria recitativa y cabaletta “Col sorriso d’innocenza… Oh sole, ti vela di tenebre oscure”, uno de los momentos más bellos de esta ópera. Pues bien, como estaba apuntando, las coreografías de Chedes y su Ballet Druida contribuyen a esa estilización de leyenda fantástica.

Xosé Manuel Rabón, en esta puesta en escena de Il Pirata de Bellini, hace concordar el carácter melódico enfático y la pasión romántica de la partitura musical con las olas de la intersección atlántica y cantábrica de la ciudad herculina. Sobre el ciclorama del foro se proyectan las rocas y las olas, que rompen contra ellas. No obstante, como ya he señalado, equilibra las situaciones y los diálogos, que son de un dramatismo exacerbado, gracias a una frontalidad más expositiva y abierta hacia la reflexión sobre las pasiones humanas y los caprichos del destino.

A MEIO DA NOITE de Olga Roriz, en el Centro Cultural Vilaflor (CCVF) de Guimarães (Portugal)

Olga Roriz es una de las coreógrafas de referencia internacional de la danza contemporánea de Portugal. En su última pieza hace un homenaje al cineasta, dramaturgo y director teatral Ingmar Bergman.

El universo de Bergman conduce la danza hacia el teatro e incluso hacia lo ensayístico.

El objeto artístico reflexiona sobre la propia creación del objeto artístico y nos presenta este proceso sobre el escenario.

Siete artistas en escena, cuatro bailarines y tres bailarinas, una mesa en el margen izquierdo con siete lámparas, ordenadores portátiles, sillas…

Es desde el escenario que se juega con la luz de esas siete lámparas, complementada por el diseño de iluminación de Cristina Piedade. Igual que se juega con una variada selección musical, extraída de algunos filmes de Bergman, lanzada por las bailarinas y los bailarines desde los ordenadores portátiles. A esto se suma una rica selección de textos de Bergman.

La danza  y el texto, también la actuación actoral sin bailar, se cruzan dentro de un ámbito escénico multiforme, en el que predominan las acciones simultáneas. Todo ello adquiere una cohesión poética en ese substrato derivado del universo Bergman y asentado en esa reflexión sobre la creación artística a la que asistimos en esta pieza.

A Meio da Noite no es un trabajo de grandes efectismos espectaculares sino una especie de pieza de danza filosófica. Sin embargo, se trata de una filosofía muy implícita sobre las relaciones personales, sobre las emociones, sobre el género (bailarines con vestidos y movimientos femeninos) y los afectos entre hombres y mujeres.

A Meio da Noite presenta una teoría (visión) sobre la creación artística.

En medio, imágenes bellas sin ostentación, escenas dramáticas, pensamientos puestos en danza, escenas cómicas, secuencias danzadas al unísono en la vertical o en el suelo. Un cierto aire Pina Bausch en el movimiento y en su singularidad enraizada a la persona. Momentos clarividentes y momentos de oscuridad y misterio.

CELEBRACIÓN. A GRAN NOITE de Sarabela Teatro. Auditorio de Ourense.

Una escenificación de Dani Salgado del texto de Fernando Dacosta, a partir de la obra de Jean-Luc Lagarce y centrado en el tema de la exclusión social y en la necesidad de pertenencia a un grupo.

Me llamó mucho la atención la ambigüedad estilística de la parodia de una sociedad que, pese al hambre y a las carencias, necesita figurar, quiere estar, quiere salir en la foto. La parodia de esta sociedad, la ironía sobre ella, están jugadas de una manera que no es explícita.

Fina Calleja, Nate Borrajo, Sabela Gago, Elena Seijo y Fernando Dacosta, priorizan pasarlo bien en el escenario y, desde ahí, nosotras/os también lo pasamos bien.

Los diálogos a la cámara de una Tablet o un Smartphone generan una dinámica escénica entre el concurso televisivo y el circo mediático con guiños absurdos.

Una Community Manager y su troupe se esmeran en retransmitir, vía streaming, el simulacro de la celebración de la que han sido excluidas/os. Lo hacen como una venganza y una reivindicación.

Las excluidas y excluidos de los repartos y privilegios que el poder administra, no están excluidas/os, sin embargo, de la sociedad del espectáculo que alimentan y a la que están enganchadas/os.

Me llamó también la atención el espacio escénico, la escenografía de José Faro (Coti) y la iluminación de Baltasar Patiño. Se trata de un plató de televisión diáfano, que facilita cualquier propuesta lúdica y que, además, es el espacio paradigmático del engaño y del entretenimiento capcioso.

También me llamó la atención el empleo de consignas y discursos de aliento reivindicativo e irónicamente revolucionario, ejecutados sin caer en los tonemas estereotipados y ampulosos, sino también, desde una ambigüedad que diluye el panfleto sin desactivar su carga ideológica.

Sin caer en la banalidad se nos mostró la banalidad del grupo de excluidas/os que, cuando toman el poder, repiten y perpetúan sus usos y costumbres discriminatorios.

 

P.S. – Sobre otras producciones de Amigos da Ópera da Coruña, también se pueden leer los siguientes artículos publicados en esta misma sección de Artezblai

El Falstaff coruñés de Bryn Terfel. La vida es juego” (15 de octubre de 2016)

Il Trovatore de A Coruña” (18 de septiembre de 2015)


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