Operativo
Empezamos el año 2012 con medidas económicas que nos colocan ante el temor de la recesión, lo que implica una bajada del consumo en todos los ámbitos y un nuevo empujón a la cultura de exhibición, en vivo y en directo, hacia la intemperie. Un invierno duro. Una cuesta de un desnivel realmente insalvable para muchos. Demasiado frío, demasiada empinada la vía hacia la meta. ¿Cuál es la meta? No sabe. No contesta. Sobrevivir es imprescindible. Pero no está garantizada la supervivencia por una simple voluntad de parte. Las circunstancias, el ambiente, la coyuntura van a ir pesando cada vez más, y esa sobrecarga va a hacer todavía más difícil seguir la marcha.
Me intertextualizo. Resistir es una actitud moral. Ética. Pero requiere de recursos mínimos. No se trata de una resistencia numantina, sino de una resistencia imaginativa, activa, que se sobreponga a todos los mazazos, a todos los impagos, las demoras, el vacío que parece abrirse con categoría de abismo y se refuerce a base de principios. Es una resistencia preventiva y activa para impedir que se desmantele con total impunidad lo poco conseguido en los últimos treinta años en los que hemos tenido una mala, por insuficiente y segmentada, regulación básica de las artes escénicas. En el nivel estatal y en el nivel de las comunidades, las diputaciones o los ayuntamientos. En todos los casos, y repito hasta que me sangren las yemas de los dedos de escribirlo, tomando las instituciones «competencias impropias», es decir sin nada que les obligue, lo que ahora se convierte en un lavarse las manos porque nada, ni nadie, les reglamenta la actividad.
Tomo las palabras del actual ministro, José Ignacio Wert, en la toma de posesión del Secretario de Estado José María Lassalle, «no vamos a acabar con la subvención a la cultura, pero hay que acabar con la cultura de la subvención». De acuerdo. Maticemos. Hablemos. Busquemos la manera más eficaz para que la inversión institucional en la cultura sea para que llegue a los ciudadanos y no para que se creen estructuras superpuestas, o se malgaste el dinero. Pero sin ayuda a la Cultura en general, la cultura universal y democráticamente al alcance de todos, es muy difícil que sobreviva. Es obvio que se debe contar más con los públicos. En ello estamos, pero no se puede pasar de ochenta o cero, sin cinturón de seguridad y que no se produzcan accidentes de pronóstico reservado.
Trabajemos, como hacíamos, desde la base. Seamos operativos. Nada de lloros, ni abajofirmantes como máximo esfuerzo. Se acabaron las medias tintas, ya están todas las señales de alerta disparadas. No, ahora es necesario remangarse, mirarse al espejo, de verdad, sin complejos ni caretas de nuevos empresarios sobrevenidos y ponerse a trabajar. En otras condiciones. Pero con toda la dignidad y siguiendo al poeta: «señalar, pues que vivimos, anunciamos algo nuevo». Un operativo de reconciliación con el tiempo histórico. Con ayudas o sin ayudas, pero contando con los públicos, a los que tanto deberíamos querer. Y no a los soplagaitas que los han tenido cautivos y adocenados. Nos queda todo por hacer. Y lo haremos con quienes quieran, no solamente resistir, sino avanzar con pasos firmes y sólidos.