Otro tranco más
La sensación de que el tiempo está acelerado y en fuga crece. Atrás otra semana santa, delante un relanzamiento de las temporadas teatrales con unas elecciones municipales y autonómicas al fondo del mes de mayo. Existe una relación entre citas electorales y densidad programática que no cuantificable en todos los casos. Pero desde una mirada sometida a todas las suspicacias acumuladas parece que, aunque sea de manera tangencial, es en estos momentos cuando se acuerdan más en las consejerías y concejalías, al menos en cantidad, de ofrecer actividades culturales de presencia, es decir en vivo y en directo, o se, de las artes escénicas. Cosa que nos alegra, pero nos agradaría más que estas situaciones fueran las habituales y no las excepcionales.
En este primer trimestre del año 2023, se ha notado en Madrid donde escudriño la realidad teatral de manera exhaustiva, una concatenación de estrenos en los teatros públicos de montajes de gran entidad y ambición. En las salas más experimentales, donde deben caber las propuestas más alternativas, también han existido unas programaciones de espectáculos de gran interés, compaginando de una manera comprensible los unipersonales, los repartos cortos y alguna compañía que logra recursos económicos y humanos para afrontar textos exigentes de la dramaturgia universal del siglo veinte.
En estos momentos se puede ver en Madrid, un texto fundamental de Francisco Nieva, “Coronada y el toro”; un montaje riguroso y excitante de “Uz, el pueblo” de Gabriel Calderón, por señalar dos montajes que requieren de un reparto amplio y que afrontan temáticas alejadas de la autoficción o la vindicación de género y contrarrestas la proliferación de literatura dramática del yo. Mirando la cartelera, muy agitada, muy volátil, se puede encontrar propuestas internacionales de gran entidad dentro de una programación habitual en los Teatros del canal, asunto que me encanta señalar por lo que tiene de excepcional y porque rompe con esa circunstancia tan conservadora de que los públicos no les gusta la sobretitulación de obras en otros idiomas.
Tengo la impresión de que se está notando la especialización, asunto que me encantaría contrastar desde la lectura estadística, ya que los teatros, las salas, si son contenedores abiertos, sin significación especial ni especializada, crea una clientela abierta, inconstante, aleatoria. Sin embargo, si cada sala va adquiriendo un carácter, que se sepa de una manera automática que, en tal teatro, normalmente, se ven obras de autoras vivas con equipos de creación jóvenes, por ejemplo, o incluso si tiende al humor o al teatro de mayor significación social o política, se va adquiriendo una rutina que debe convertirse en positiva.
Tiendo a clasificar sin excesivos argumentos ni razones, pero mantengo una postura firme: los teatros públicos, estatales, autonómicos, municipales con unidades de producción deben marcar en todos los sentidos una forma y tener un sentido. Debe existir una diferencia bien señalada, no puede existir una confusión constante entre el teatro de producción privada, más mercantilizada, con mayores concesiones a lo masivo con el público, que debe ser mucho más riguroso en cuanto a la entidad cultural de lo ofrecido. Hoy, existe una contaminación demasiado constante entre los intereses mercantiles y los culturales en las unidades de producción de los teatros de titularidad pública en esas coproducciones ya sistematizadas con productoras privadas que, y esto es una paradoja a resolver pronto o todo colapsará, son empresas del oligopolio que viven de manera holgada del dinero público, ya sea a través de subvenciones o de contrataciones, ya que las programaciones de los teatros de titularidad pública de la Red se hacen con dinero de los presupuestos, siendo la taquilla, es decir el copago de la ciudadanía, una parte menor.
Ya sé que ahora no toca hablar de estos asuntos en serio, que ya va bien así, que los números en la propaganda más cercana funcionan, que nadie se quiere meter en berenjenales porque, para mayor abundamiento en estas circunstancias tan especiales, a final de año vendrán las elecciones generales. Por cierto, tengo una duda constante, ¿se nota mucho en la vida cultural y de las artes escénicas si gobiernan los unos o los otros? Me entra una risa floja.
Vamos viendo pasar las noches amables, soñando con amaneceres fructíferos. Es impresionante cómo en los repartos siempre hay intérpretes muy jóvenes, o jóvenes, es decir, esto no para, las ilusiones se renuevan.
En lo personal, siento entrar en otro tranco, en otra etapa más. Y van…