Hace algunas semanas me apropiaba de un pensamiento de la actriz y directora colombiana Patricia Ariza: «No me gusta hablar de profesionales, prefiero hablar de gente que hace un trabajo sistemático». Y me pregunté si era yo una trabajadora sistemática y cuántas personas de las que conozco trabajan profesionalmente. Desde entonces estoy intentando sistematizarme para que cuando no pueda ser profesional, al menos tenga la seguridad de ser una trabajadora sistemática.
Pensando en Ariza, a quien el 20 de enero investían con el Honoris Causa en el Instituto Superior de Arte de La Habana, iba yo a hablar de la creación colectiva que esta creadora realiza con el grupo La Candelaria, que el próximo 6 de junio cumple 45 años de vida. 45 años de vida como compañía y 45 años de trabajo sistemático en el que los debates siguen abiertos con la misma intensidad que hace décadas.
Iba a hablar del trabajo de la creación colectiva como actitud filosófica en la que es posible crear con el otro o la otra, para desmentir que la creación colectiva esté relacionado con el comunitarismo o el colectivismo, para recordar la importancia de la improvisación y de la función poética del teatro y para insistir en la importancia de descubrir cuál es el tema sobre el que en realidad quiere hablar el inconsciente colectivo del grupo. No puede ser que una lluvia de pájaros muertos como la que tuvo lugar en Estados Unidos, Suecia y Canadá a principios de año no quiera decir nada.
Iba a hablar de todo eso pero me asaltó la convocatoria de concentración realizada por parte de la asociación de compañías Escena Galega para el día en que se edita esta columna. El objetivo del encuentro es el de reunir a las compañías de artes escénicas del panorama galaico ante la Axencia Galega das Industrias Culturais (AGADIC) para reclamar el pago de la deuda pública existente con el sector profesional.
El pasado mes de de diciembre un reportaje de la periodista Rosana Torres dibujaba la difícil situación por la que atraviesan las compañías teatrales españolas debido a la morosidad de las administraciones y denunciaba que la recaudación de los espectáculos se destinaba en ocasiones a pagar deudas municipales. Con esta sombra, el último día del 2010 el periodista Óscar Iglesias firmaba una información en la que colocaba a las compañías gallegas «con el agua al cuello» por el retraso en el pago de subvenciones y la deuda de los ayuntamientos. El resultado es obvio: morosidad empresarial, debilidad profesional, desarticulación artística y muchos ir «en detrimento» y pocos beneficios.
Tal vez en respuesta a esa concentración del día 28 o porque ya estaba previsto un comunicado dentro del trabajo sistemático de la administración, la AGADIC ha anunciado que a partir del día en que sale a la luz esta columna se librarán los 880.000 euros destinados al pago de las subvenciones concedidas a los sectores escénicos, musical y audiovisual, entre otros. Y desde la institución se aclara que el pago por la realización de funciones en las redes de distribución de espectáculos, la cantidad exacta pendiente de cobro por parte de las compañías es de 161.381,68 euros. Un alivio.
Recibir para invertir y esperar a recibir para poder reinvertir. Reinvertir para mantener el trabajo sistemático que existe en una industria sin chimeneas que aparentemente crece pero que está tan débil como siempre y que, más allá de ver reducida su deuda, ésta parece incrementarse. Por parte de la administración, no es suficiente entender y solidarizarse con la situación de las compañías. Son necesarias ideas, soluciones y apuestas políticas contundentes.
Tal vez la lluvia de pájaros muertos no sea sólo un fenómeno difícil de explicar. Tal vez nos está hablando de algo. Tal vez tengamos que descubrir de qué nos está hablando. Una lluvia de pájaros muertos. Y vuelvo a apropiarme de una frase de Ariza: «acosando el teatro, aparece el teatro». Y acosando el mundo profesional, tal vez aparezca el trabajo sistemático. En fin, saber de qué hablar siempre es lo más difícil.
