Palabras sueltas
Escribo justo antes de emprender viaje a Tenerife para asistir a la gala de los Premios Max. Son muchos años asistiendo a esta ceremonia de las ilusiones, a este encuentro con amigos, conocidos, admirados y desconocidos emergentes. Forma parte de mi manera de estar en esta profesión, me refiero a la que formamos informadores y críticos de las Artes Escénicas. Una fauna que ha ido evolucionando en estas décadas, con ausencias tangibles, incorporaciones gloriosas y una infantería de trabajadorxs de los medios locales, regionales o estatales, generalmente digitales, que forman la actual realidad de los medios de información y su relación con la información cultural y más específicamente la de las artes escénicas. Un tema. A veces mi tema. O mi obsesión.
Esta entradilla sirve para que se entienda mi predisposición a la fiesta, la celebración, el esfuerzo por crear comunidad. Porque cuando se sale de unas circunstancias personales algo complejas y se asiste de manera contumaz a presentaciones de programaciones de la temporada 2024/25 de diferentes instituciones o teatros, lo lógico es que se vaya formando una suerte de costra emocional, porque si algo puede otorgar la acumulación de quinquenios es que es bastante fácil descubrir en la primera mirada lo que es filfa, propaganda, relato y lo que puede resultar artísticamente lo que se nos vende, y si nos atenemos a los detalles, la cosa se vuelve hasta un poco ofensiva o, cuando menos, sospechosa de estar lindado una suerte de superficialidad maligna por presentarse como pátina uniformadora.
La última a la que asistí en vivo fue la del Centro Dramático Nacional, y la directora general del INAEM, Paz Santa Cecilia pronunció la palabra ética, asegurando, además, que comparte la misma idea sobre este concepto con el director Alfredo Sanzol, al que felicitó por su prórroga contractual que, justamente, la firmo ella. Un modelo ético de propaganda. Las formas y el contenido del acto y de lo contratado me coloca ante algo que es crónico en todos los lugares donde hacen algo tan importante como programar, sea produciendo, coproduciendo o poniendo en cartelera obras ya estrenadas, y es que todo sucede de manera casual. Pero en esta ocasión Sanzol explicó que esta nueva programación se inspira en el “Encuentro” y resumió lo que puede significar esta palabra. ¡Qué bien! Pero al seguir hablando dijo que, al terminar la programación, es decir al reparto de días, salas y presupuestos, se dieron cuenta que había algo que aparecía en muchas de las obras y era eso, “encuentro”, o sea que a posteriori se encontraron con un eje vertebrador casual Y eso, a mi entender, se llama superficialidad, juego de palabras sueltas. Menos mal que no encontraron que lo que más había era mierda. Aunque tampoco estaría mal.
Para no aburrirme y no aburrirles, abrevio, esto detectado en el CDN es el común denominador. No se parte desde una idea, no se busca una inspiración previa, no hay un análisis de lo que se quiere decir con la programación que es el auténtico manifiesto, la declaración de principios de cada ente programador, sino que se busca el azar entre el mercado, los amigos, las influencias, los caprichos y las modas. Y eso, yo lo llamo y lo llamaré siempre superficialidad, para no ofender. Y sucede en lo público con mucho más dolo, como en lo privado. Y ya que estamos que esas coproducciones que son el grueso de las programaciones públicas señalar una vez más que son el camino directo a la privatización.
Menos mal que me he levantado con el cuerpo de jota, con ganas de ver el atlántico, de pisar de nuevo el magnífico auditorio de Tenerife, de celebrar la alegría de los que se vuelvan a casa con su manzana brossiana, porque la inspiración primera de esta homilía me vino de un titular donde Lolita decía: “Hago la Poncia que haría mi madre”. ¿Qué les parece? Este es nuestro nivel, la escuela interpretativa venida del más allá.
En próximas entregas hablaremos del contenido de las programaciones presentadas, especialmente en Madrid, para ver si existe alguna diferencia en las instituciones pertenecientes a la mayoría del PP o el CDN de un gobierno que se autoproclama “de progreso”. Es muy difícil distinguirlas en cata a ciegas.