Pasar la gorra
En una red social se ha mantenido durante la pasada semana unndebate bastante interesante sobre una iniciativa que se está consolidando como marca con el bonito nombre inglés de «Pay After Show», que en traducción castiza sería el proverbial y ancestral, pasar la gorra después de actuar. En unos encuentros que he participado en Brasilia, en el contexto del Festival Cena Contemporânea con la invocación de «Creatividad y Transformación de las Ciudades», ha aparecido, como no puede ser de otra manera, el problema de la financiación de la Cultura, y se han tocado asuntos sobre la micro financiación, la esponsorización, el mecenazgo, el crowdfunding y todos esos conceptos viejos, traducidos al inglés, que suenan como más impactantes.
En los momentos de máxima acritud en el debate de la red, se colocaron posturas que parecen irreconciliables y que están marcadas por un sentimentalismo y un concepto neo-liberal de la oportunidad y del «esto mejor que nada», que conmueve. No estoy en contra de la fórmula de que el público pague después de haber visto la obra lo que le parezca adecuado. Todas las fórmulas para captar indecisos son, en principio, aceptables. Lo que me parece que entra en otra dimensión del asunto es que se organicen con entidad pomposa festivales, circuitos, programaciones con esta invocación.
Estaba pensando que si se extiende esto, a lo mejor pago el chuletón de buey no a peso, sino según me gusta. Y como el verdejo no esté frío, me lo bebo y le digo al camarero, hasta luego Lucas que no me ha gustado. Voy, elijo unos zapatos, me los llevo puestos, ando con ellos una semana y vuelvo y le digo a la dependienta, nada de ciento quince euros, estos valen, a mi entender, treinta y cinco. Y porque estoy generoso.
Querido Gonzalo Andino, nadie te quita la legitimidad para proponerlo y hacerlo. No dudo de tu buena voluntad, todos quienes te conocemos sabemos de tu constante inquietud por crear espacios, por inventarte maneras, formas, nombres, convocatorias, pero se corre un peligro, y es consolidar de manera bonita, y en inglés, la miseria y se den vías de escape para el deber de las instituciones para sostener la Cultura con dineros públicos. Al igual que se sostiene la Seguridad. O la Agricultura. Para decírtelo con el cariño que te tengo, es una ingenuidad creer que eso de pasar la gorra es sostenible. Es consagrar la auto-explotación, crear circuitos voluntaristas. Y no te voy a negar que en el escalafón de artistas en ciernes, en formación, es necesario que se fogueen. Es mejor una actriz pasando la gorra, que recogiendo propinas en una terraza de un bar como camarera. Indudablemente.
El problema es cuando se intenta hacer de ello un campo novedoso, una alternativa. Lo micro que tanto defendemos, nos va a matar. Ese micro, se va a convertir en microbio que lo infecte todo y nos corroa. Nos alivie desde la insignificancia y demos argumentos para que no se cumplan con los deberes políticos. Es necesario reclamar presupuestos suficientes y apropiados para la actividad cultural. Y una vez aposentado este principio, que cada perro se lama su cipote. Es decir, si hay programaciones reales en los teatros públicos, si las ayudas son democráticas y suficientes para sostener una actividad profesionalizada digna, después yo me apunto a contar unos cuentos antitaurinos que tengo, maravillosos, por cierto, pasando la gorra. Es más, con tener los tragos pagados, voy.
Por eso pido a todos, y lo digo en el mundo global en el que nos movemos, que no perdamos el Norte. Y es que los Estados tienen obligaciones con la Cultura, es decir con la ciudadanía, no solamente con los artistas y agentes culturales, del mismo rango que con la Educación. No estoy en edad escolar, y no creo que acabe estudiando en un colegio del Opus, pero me temo que tenga que ir a demasiados teatros del Opus en mis próximos años como no paremos esta deriva de libre mercado, de buscarse la vida, de que la taquilla es suficiente y del que venga atrás que arree. ¿Quién se imagina a Velázquez vendiendo sus cuadros en la calle al mejor postor? Pensemos, hermanos, que nos están inoculando un mensaje demoledor. Bien por las iniciativas privadas, por la independencia, pero sin renunciar a la obligatoria ayuda pública.
Estaba pensado que los políticos podían también cobrar pay after show. ¿A qué no se atreven?