Críticas de espectáculos

“Pedro y el capitán” de Mario Benedetti/Teatro Pez Kao

Un voto de confianza

 

Obra: Pedro y el capitan Autor: Mario Benedetti. Compañía: Teatro Pez Kao. Intérpretes: Fran Martínez y Ricardo Ibáñez. Adaptación y dirección: Fran Martínez y Ricardo Ibáñez. Lugar y fecha: Teatro Arbolé (Zaragoza). II Ciclo de Teatro Emergente. 1 de abril de 2010.

 

La joven compañía zaragozana Teatro Pez Kao, creada el pasado 2009, ha presentado en estos días en el Teatro Arbolé de Zaragoza su primer espectáculo. Se trata de una adaptación de la obra de Mario Benedetti (su única pieza teatral) “Pedro y el capitán”, texto que escribió en 1979 tratando el problema de la tortura. Hacer un poco de memoria sobre la situación política existente en la segunda mitad de los setenta, no sólo en su Uruguay natal, sino en el conjunto del Cono Sur, nos ofrecerá algunas de las claves de “Pedro y el capitán”, claves que el mismo Benedetti se encarga de señalar en el lúcido prólogo que acompaña al texto.

La apuesta de Teatro Pez Kao por la obra de Benedetti implica un importante grado de valentía y de compromiso. Valentía, porque el maestro uruguayo construye un universo de palabras desnudas y silencios expresivos. No hay en él lugar para artificios. No caben, no se sostienen. Sólo un potente trabajo de interpretación, lleno de profundidad, de intención y de intensidad, puede dar sentido a esa larga conversación entre un torturador y un torturado. Y compromiso porque la tortura es una indignidad que deber ser siempre denunciada.

Fran Martínez y Ricardo Ibáñez aceptan el desafío y plantean un espectáculo de una absoluta sobriedad escénica. Sólo dos sillas, un notable diseño de luces y un acertado espacio sonoro, les acompañan como aliados en un discurso escénico que busca una respuesta al por qué, mediante qué proceso, un ser normal puede convertirse en un torturador. Consiguen que la tortura pese como una gran sombra sobre el diálogo que mantienen los dos personajes, aunque sin tener una presencia explicita sobre la escena. Su presencia como hecho físico sería, en palabras de Benedetti, una agresión demasiado directa al espectador que le haría perder la posibilidad de tomar conciencia.

Las dos primeras partes funcionan bien, pero en las dos últimas se acusa un ritmo demasiado plano. El texto necesita un ritmo pausado y lento. Pero esto no es lo mismo que lineal. Entre las partes tercera y cuarta se introduce la interpretación en directo del tema de L. E. Aute “Al alba”, que no termina de aportar lo que la puesta en escena necesita. Se echa de menos algún elemento de ruptura que introduzca brillo, matices. El trabajo interpretativo tampoco alcanza en todo momento la intensidad requerida (hay algún problema de vocalización), y sólo se consigue parcialmente mostrar la verdadera tensión dramática que se da en el interior de los personajes, plasmar el proceso de degradación, física en el caso del torturado y emocional en el del torturador, al que nos va acercando cada uno de las cuatro partes que estructuran la pieza. En mi opinión no es una propuesta redonda, pero el texto de Benedetti y la apuesta tan decida y valiente de una compañía que empieza, por un teatro de palabra y compromiso, merecen un voto de confianza.

Joaquín Melguizo

Publicado de forma extractada en Heraldo de Aragón 4-04-10


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