Mirada de Zebra

Pensamiento divergente

Coja un clip y comience a imaginar para qué puede servir. ¿Cuántos usos diferentes se le ocurren? Dicen las estadísticas, en cuya boca las generalizaciones nunca están mal vistas, que la mayoría de la gente estrujará su cerebro hasta conseguir entre 10 y 15 usos diferentes. Una minoría, gente imaginativa donde los haya, oiga, vendrán con más de 200 posibilidades. Este es el sencillo ejercicio que se plantea para definir el llamado pensamiento divergente, palabro académico que define la habilidad para interpretar una situación de maneras muy diferentes, esto es, la astucia de dar múltiples respuestas a una misma pregunta.

El término fue dado a conocer por Ken Robinson, reconocido educador británico, y ya que escribimos donde escribimos, diremos también que se doctoró con una tesis que analizaba las posibilidades del teatro como herramienta educadora. La cosa es que Robinson además de expandir el concepto, consideraba el pensamiento divergente como una característica esencial de la creatividad: una persona es más creativa cuanto más divergente es su pensamiento.

Llegados a este punto, lo siguiente fue que Robinson estudió cómo evolucionaba el pensamiento divergente en el sistema educativo actual. Y agárrense que vienen curvas. Un estudio realizado en unos 1600 niños y niñas de guardería a los que se les hizo un test sobre pensamiento divergente, arrojaba, como jarros de agua fría, los siguientes números: entre los 3 y los 5 años, el 98% de los niños tenían una puntuación en el test que los calificaba como genios creativos. Cinco años más tarde, ya entre los 8 y 10 años, sólo el 32% de esos mismos niños alcanzaba la categoría de genio. Otro quinquenio más tarde el porcentaje bajaba aún más, hasta el 10%. En otro estudio realizado en adultos, sólo el 2% era considerado un genio. Sin ser necesariamente un genio, usted se habrá dado cuenta de que esta progresión no parece dejarnos en buen lugar.

Para Robinson las conclusiones eran claras. Por un lado, la mayoría nace con una capacidad creativa excelsa. Pero por otro lado esta capacidad va deteriorándose a medida que uno crece. Un momento: ¿Cómo es posible? ¿No debería suceder al revés: que a medida que uno crece va incrementando su potencial, afinando sus habilidades? Pues no. Ocurría que estos niños geniales además de crecer al compás que marcan las hormonas, estaban siendo educados. Perfilamos la explicación. Estaban siendo educados en el sistema educativo occidental que aísla a los alumnos, los condena a la pasividad del pupitre, y les enseña a través de los exámenes que sólo hay una respuesta válida para cada problema. Y así, a medida que el niño va subiendo peldaños en la carrera escolar, los va bajando en cuestiones de creatividad. Resumiendo la jugada: según Robinson un niño resulta más creativo cuanto menos tiempo pasa en la escuela.

Lo que Robinson plantea con cifras, Picasso lo explicó con intuición. «Todos los niños nacen artistas; el problema es cómo seguir siendo artistas al crecer», decía. Si en Robinson la creatividad decae prematuramente debido al sistema educativo durante la infancia, en Picasso se intuye que este decaimiento acecha al artista a lo largo de su carrera. A medida que pasa el tiempo, es fácil convertir en rutina lo que antaño era ilusión y sorpresa, es fácil que un recurso genial se vuelva solución cómoda a base de repetirlo. Hay siempre una inercia interior que incita a economizar los esfuerzos, que tiende a mecanizar las acciones, a establecer reglas que automaticen la toma de decisiones, esquivando así los quebraderos de una búsqueda permanente. Mantener el impulso creativo se basa en hacer frente a esa inercia que hace que respondamos siempre igual a las mismas preguntas.

Resistir a esa inercia es más difícil cuando las condiciones en las que uno crea soplan en dirección contraria. Los periodos de creación cortos, la dependencia cada vez más tirante de la taquilla y la dificultad por tener funciones, crean el espacio idóneo para que el pensamiento converja en soluciones ya sabidas, en recurrir a lo que se sabe que funciona en lugar de arriesgar por aquello que es nuevo y que está más lejos de nosotros. Gran parte del pensamiento que sostiene a una compañía estable se centra en crear las condiciones para que esa resistencia contra la inercia que degrada la creatividad no esté moldeada por un entorno que restrinja los límites de actuación.

Recuerdo entonces a Jacques Copeau y su compañía, el Vieux Colombier; su insistencia en tomar al niño como modelo creativo para sus actores, a quienes exigía imaginación, inocencia, fantasía, espontaneidad y capacidad de improvisación. De ahí que el Vieux Colombier estuviese ligado a una escuela que educaba simultáneamente a niños y adultos, que en el futuro pasarían a formar parte del elenco artístico. Buscaba crear un espacio de experimentación donde los adultos se dejasen impregnar por la genialidad innata de los niños. Era su particular manera de promover el pensamiento divergente, cuando aún no se habían inventado las palabras con las que hoy nos referimos a ello.


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Un comentario

  1. Hola

    Cuando lo eterno es lo único que existe, la vida brinda un sabor único con una sola bala en el cargador. Si la cosa se trunca o sale mal, ahí está la muerte.

    ¿Quién es capáz de vivir en una eterna tiranía?

    La vida es movimiento, y para observar lo estático hay que parar. Una palabra es un objeto estático que asume una condición absoluta como eterna al ser parte de la memoria.

    El Uno, desde mi experiencia, es la disolución de lo que se cree que es para reconocer las cosas tal cual son. Esa disolución rompe la condición del observador desde su etiqueta. El ejercicio de atención es en realidad sobre el dominio del lenguaje para desintegrar la relación de amo/esclavo. Cuando el ser es llevado por su lenguaje, es sometido por su propia herramienta, sus pensamientos y deseos, siendo esclavo de sus creencias porque tiende a ser encarcelado en sus etiquetas y protocolos de acción, consecuentemente, es gobernado por un sistema de control externo de etiquetas, es decir, con la necesidad imprescindible de un intermediario.
    Por ésta razón se producen interferencias que molestan y torturan al ser, con un desperdicio de energía y tiempo. Las etiquetas son sensibles a las palabras y se protegen al existir el miedo a la muerte. Ese es el signo y señal de que se posee una vulnerabilidad, distorsión o interferencia.
    Por ésta condición se genera relatividad, desde donde no se diferencia bien entre la ficción y la realidad, entre la verdad y la mentira, o entre el bien y el mal, siendo una ficción legal y técnica la que engloba a todas las creencias en una red global. Por eso el teatro político es una pésima y ridícula obra de teatro.
    Básicamente, toda patología está ligada y es consecuencia de una forma de esclavitud. En este sentido, los gobernados siguen el mito del martirio en el infierno para llegar a un paraíso fuera de éste mundo. En el mito existen agentes lógicos que dan escarmiento con tributos y sacrificios por los pecados del hombre. La muerte entonces, se convierte en salvación por lo que se activa el proceso y se da permiso a los agentes, autorizados y protegidos por la ley para brindar sufrimiento, dolor y muerte, según les sea conveniente. Es decir, según la creencia, la verdad esta fuera del ser, por lo tanto, está fuera de este mundo. Al ser susceptible a las ilusiones de las ficciones se dejan llevar por ellas quedándose en una cueva. Por este hecho, las soluciones pasan por el filtro del relato para ser acomodadas a la etiqueta de ser, dentro de la cueva. Algunos ponen cohetes a esa cueva para salir a explorar el espacio sideral.

    Este es un estigma que carga la humanidad, de los pueblos vulnerados y sometidos mediante su lenguaje por la fuerza bruta, y se reproduce en cada núcleo familiar en mayor o en menor medida.

    El amo desplaza al yo hacia la periferia generando la sensación de dualidad manifestado en/con el cuerpo y el ambiente. En ese centro instalaron un Ente llamado Dios que es el ancla de gobernanza. El ente muta con diferentes variantes ideológicas de autoridad y omnipotencia entre blancos y negros. De esta manera el formato creativo queda condicionado para el ser, mientras se da rienda libre creativa para el ente que mantiene el orden. Es básicamente un virus ideológico.
    La lógica de ocupar el centro creativo, como el espacio de Dios, deja al ser todavía a merced de las creencias de las etiquetas reducidas a lo que es un Dios y un hombre, y por esta razón, al no experimentar plenamente la vida como humano, y pretendiendo en deuda ser algo más como superior, juega en las dualidades con lo inferior, volviendo a vulnerarse y desplazarse hacia la periferia. La realidad pone las cosas en su sitio mientras el artificio las arrea mediante el comercio.
    Es una disonancia cognitiva que reduce el sentido común. El esclavo no sólo puede transformarse en inferior, víctima y en masoquista, sino que al intentar la liberación desde la represión de la condición se convierte lógicamente en lo contrario. Las relaciones humanas se infectan de esta manera constituyendo una tolerancia como puente paliativo hacia el respeto como estado natural, es decir, hacia una consecuencia espontánea que no necesita ser enunciada ni clarificada por evidente. Tolerar es sumisión anulando un aspecto de fuerza y defensa del ser, cuestión que incide físicamente. Ningún aspecto del ser es negativo, inclusive el ánimo de destrucción, ya que posee una función clara pero con el foco invertido por la dualidad. Las personas poseídas por sus etiquetas terminan por destruir a otras etiquetas desde la confusión de lo invertido, y al no distinguir la ficción de la realidad, extinguen al ser que la habita, incluido a sí mismos.
    Aquí puede observarse el programa de dar la otra mejilla como absoluto estático, ignorar, porque se desatiende y se confunde la señal de distorsión con una orden programada.
    El movimiento lógico de la creencia del Uno, rompe toda frontera con los seres y cosas, amalgamando en una masa sin sentido. Pero el ser es con lo seres, cosas y su escenario, siempre, y el ser posee una esencia única con unas formas y características con las cuales es identificado. La uniformidad y homogeneidad desde las creencias siempre cumplen con un propósito de gobernanza. Aquí habla el mito de Sísifo.
    Por este hecho existen percepciones de libertad diferenciadas con el mismo fractal en numerosas sectas políticas, religiosas, económicas y cientificistas. Y mas arraigo cuando la etiqueta cumple teatralmente con su deber dentro de su sistema artificial o circuito cerrado, confundido con el natural. La dicotomía entre sentir y pensar es debido a la intervención del lenguaje, entre lo instintivo como esencial frente al conocimiento natural revelado gracias a su desenvolver en la experiencia personal, decantado en un sedimento llamado verdad. Es imposible que la palabra por si sola lo revele sin esa experiencia, cuestión que se complica al ser tergiversada tan solo con una palabra del creyente. Por eso el ejemplo es la síntesis de lo referido como filosofía, pero ninguna filosofía puede abarcar cada circunstancia de lo cotidiano y menos de lo inesperado.

    Pensar con palabras es ordenar objetos alfanuméricamente, sincronizar y proyectar en un plano de dos dimensiones, vertical u horizontal. Lo que obliga a obedecer una linealidad mecánica de tiempo y espacio. En un plano juegan las lógicas booleanas que reducen todas las variantes posibles para que pasen por una puerta prestablecida y condicionada. El pensamiento llamado lateral se libera momentáneamente hasta acomodarse en la puerta. Eso es pensar desde los problemas manteniendo la causa. Mantener el pensamiento en un plano por mucho tiempo, posiciona al ser dentro de un tablero de juego como una pieza manipulable más. Por esta razón el resentir se hace intolerable al adquirir la característica de eterno dentro del circuito cerrado. Mientras que pensar desde la solución es un mundo totalmente diferente, y ese cambio de mundo es lo que cambia la falta de salud, de atención. Desde los sueños lúcidos, premonitorios o experiencias fuera del cuerpo se puede verificar la sensación de elevación y de salida de ese plano en donde se vislumbran las trayectorias lógicas del formato y los símbolos de lo ignorado. Este espacio recreativo es una copia fiel y moldeable del mundo real, y clarifica que siempre estamos en casa sobre una base universal que dice Si a toda simulación, inclusive a las cosas más aberrantes.
    Por esta razón el ser humano programado se hace muy predecible y útil para una gobernanza de masas. En este sentido, con la escritura o rescritura en una piedra, papel o bits, pueden direccionar de manera teledirigida la atención y voluntad de millones de personas, evidenciando el gobierno de los cuerpos físicos como objetos y productos. Sin embargo, la naturaleza no puede ser gobernada artificialmente, la vida se abre paso de igual manera y la vanguardia creativa siempre supera al gobierno sobre el formato creativo o mental, y es uno entre millones el que manifiesta lo nuevo que millones disfrutan después. El progreso es a pesar de la condición de gobernanza, y son sus productos los que se utilizan para justificar al agente parásito. Es decir, lo vivo nunca puede ser gobernado desde lo muerto, la ficción. El gobierno desde una etiqueta, sistema, terapia o relato, es un gran barco que permite cierto margen de efectividad, libertad condicional y de sentido de vida, pero su dirección tiene un puerto muy bien definido y utilizado por tecnócratas.

    El arte es fundamental porque no necesita del filtro de las palabras, ya que utiliza la información vital del ser y su esencia como materia prima, y a los lenguajes como herramientas.
    No existen malas palabras, solo la creencia añadida, pero lo peor son las creencias en palabras que no existen en la realidad y que crean enemigos invisibles e imposibles de desintegrar desde las creencias, y que obligan a cerrar la puerta de la cueva con el enemigo dentro. Un enemigo invisible tendrá tantas caras como el creyente necesite para justificar su condición.

    Las creencias deben estar al servicio del ser para propiciar el desarrollo y manifestación del ser creativo y libre. La creencia es provisoria, debe ser modificada, cambiada o descartada considerando que la vida es movimiento. Las ficciones son los objetos estáticos y definidos como absolutos, evocados y movilizados únicamente por el creyente.
    El ataque analógico es la base de cualquier estafa, sea monetaria, política, cientificista o religiosa, y todos obtienen una parte material o «espiritual» del pastel. Entonces, se puede ser divergente y convergente en el sitio incorrecto.

    «Pensar siempre es un proceso creativo, que por las noches le llaman sueño, y un proceso creativo es jugar, y solo los serios pierden el juego»

    Las cadenas del amor son las únicas que valen la pena, aunque lo mejor es el amor desencadenado llamado vida. No solo cada día es diferente y trae una oportunidad nueva, sino que cada instante lo es, para ser en una vida nueva.

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