Pensamientos para Navidad
Diciembre es un mes durante el cual parece hacer un alto en el camino ese pensamiento, que a lo largo del año nos hostiga, y conmina nuestra imaginación a crear ideas ágiles para sortear los requerimientos, de solución inmediata, de la denominada vida diaria, porque la sensación de final, y la posibilidad de un nuevo comienzo, que embargan el ánimo durante dicho mes, hacen que éste, el pensamiento, haga un giro trascendental y dedique esos vacíos que deja el jolgorio de fin de año, en el trazado de un plan, necesario, para reparar los errores cometidos, planteando el comienzo de una nueva vida.
Contrario a la opinión de quienes califican, a la decembrina, como una época apropiada para la reflexión, tomando como punto de partida la apariencia de confraternidad generada por el acercamiento de las personas para celebrar, nuestra opinión es que diciembre es un momento destinado, mejor, a hacer balances, porque la sensación de final y la esperanza de comienzo son dos situaciones de orden estrictamente individual, y permiten a cada persona definir cuánto ha construido, y proyectar la continuidad de sus ejecutorias en el inmediato futuro, que es, sin más, el año siguiente.
¿De qué podemos hacer balance, en esos momentos, influenciados por La navidad, y con qué criterio debemos hacer éstos, para evitar el tránsito, forzado por la ansiedad, hacia un nuevo comienzo, después de abandonar un final inconcluso?
Considerando nuestra dedicación en estos comentarios semanales a situaciones relacionadas con la actividad artística y cultural, no es otro el tema sobre el cual sugerimos hacer un balance, no desde el punto de vista cuantitativo, que es el sofisma de distracción montado sobre los resultados del ejercicio artístico y cultural, para hacer del concepto de cantidad el de mayor prevalencia al momento de hacer una evaluación del ejercicio cultural, sino desde el punto de vista cualitativo, que es a partir del cual podemos hacer un examen de nuestro trabajo en materia de arte y cultura, que nos permita evaluar, si con lo hecho hemos contribuido a mejorar, o, en casos extremos, a rescatar las condiciones de entendimiento de las personas con relación a su medio, o si por el contrario hemos permanecido fieles a las directrices de la globalización de aportar nuestra cuota de entretenimiento, para apoyar la consolidación de mecanismos, cuyo objetivo es dispersar el pensamiento e impedir la construcción de sentido.
Durante la discusión planteada en nuestros escritos, a lo largo del año, sobre si el papel que gran parte de los gestores culturales y artistas están desempeñando, conduce a la construcción de sentido, o a la dispersión, nos hemos estado haciendo muchas preguntas, y compartiendo opiniones, no siempre del agrado de algunos lectores, porque desde cuando se introdujo a la actividad cultural en los esquemas economicistas, los riesgos de ser ésta convertirla en un accesorio más se han incrementado, pues es ya un hecho que la cultura y el arte, como elementos formativos, pueden estar, o faltar en la sociedad, sin que se produzca ninguna consecuencia notable, digna de mención.
Será provechoso utilizar los espacios temporales que deja el jolgorio de la navidad, para pensar acerca de cuál debe ser nuestra actitud como gestores culturales, o como artistas, porque nos hallamos haciendo tránsito por una época cuyos componentes atentan contra la supervivencia cultural, y por ende, contra la razón de ser de cada uno.
No despertemos en enero, sabiendo un poco menos de nosotros.