Performatividad formal
A veces parece que las palabras las cargue el diablo, aunque por si solas poco digan. Las palabras en su dimensión de signo lingüístico, como representación y expresión de la(s) realidad(es), son arbitrarias. Es en el acto perlocutivo, en la dicción, cuando el verbo se hace carne, en su extensión performativa, cuando cobra un significado determinado. Insultar o piropear no dependen tanto de las palabras como de la intención, del subtexto, de la entonación, de la vibración sonora y su capacidad para tocarnos.
Hay dramaturgias como JE SUIS LE VENT del noruego Jon Fosse, puesta en escena por Patrice Chéreau, u OCIDENTE del francés Rémi de Vos, estrenada recientemente en Portugal por Victor Hugo Pontes, en las cuales la tensión rítmica de la composición textual dirige las coordenadas principales del sentido sin llegar a configurar identidades (personajes) ni historias. Palabras que constituyen la música de un juego escénico performativo, muy físico, y emocional por tanto, que nos tocan y ahondan en los desasosiegos que se ciernen sobre las personas y entre las personas.
OCIDENTE de RÉMI DE VOS, dirigida por VICTOR HUGO PONTES, en una coproducción de Ao Cabo Teatro, As Boas Raparigas y el Centro Cultural Vila Flor se estrenó el 12 de octubre en la Black Box de la Fábrica ASA de Guimarães.
Secuencias fragmentarias, encentadas por variaciones sobre una acción verbal de extrema violencia que unce a una pareja.
Rémi de Vos consigue componer una obra en la que, más que personajes, hay voces. Unas voces que no configuran ninguna historia narrativa sino que yerguen el músculo relacional que tensa los abismos a los que nos pueden abocar las pasiones, por activa o por pasiva.
El autor, además de esas voces, también nos ofrece las edades de esa pareja (alrededor de los cuarenta años). A partir de ahí, el coreógrafo y director Victor Hugo Pontes, la actriz Maria do Céu Ribeiro y el actor Pedro Frias, realizan un espectáculo en el que el estilo performativo de la actuación delata que los personajes no son unos seres imaginarios, previamente diseñados y cerrados, sino la actriz y el actor en una performance con el texto escrito por Rémi de Vos. Dos presencias concretas, la de la actriz y el actor, sin identidades ficcionales psicologizadas, que sirven para que podamos proyectar en ellos los universales de cualquier pareja occidental.
En este sentido, el espacio escenográfico minimalista, con tendencia a una cierta abstracción simbólica, también contribuye a esa descontextualización universalizante: suelo y pared blancos. La pared, inclinada hacia el interior sin acabar de configurar habitáculo cerrado, con una ventana de dimensiones surreales, abierta a la oscuridad del fondo. En el medio del suelo un colchón sin sábanas ni mantas no llega a ser siquiera una cama. Un espacio limpio que fluctúa con el movimiento actoral y lumínico, un espacio de danza en el que las acciones verbales y gestuales, coreográficas, componen entre ellas otra danza de las pasiones y los conflictos humanos.
La acción gestual, la coreografía, a veces despega de lo cotidiano escénico de tendencia realista, acompañando la palabra, hacia un movimiento estilizado, de raíz dancística, divergente de la acción verbal, para crear un cierto extrañamiento.
Una de las filigranas de OCIDENTE reside en la pericia dramatúrgica para introducir en el seno conflictivo de esta pareja cuestiones más sociales y políticas, como el racismo, los indicios de un incipiente fascismo, etc.
Todo eso lo pone Rémi de Vos, pero las palabras las cargan la actriz y el actor. Ellos las cargan y las disparan. Esa es la performance. Ese es el juego.