Críticas de espectáculos

Play Strinberg / La Abadía

El desgarro
Obra: Play Strindberg
Autor: Friedrich Dürrenmatt
Intérpretes: Nuria Espert, José Luis Gómez, Lluís Homar
Escenografía y vestuario_ Jean-Pierre Vergier
Iluminación t dirección: Georges Lavaudant
Producción: Teatro de la Abadía
Teatro Arriaga –Bilbao- 14-03-07
Como en un anuncio televisivo, este maravilloso espectáculo “reivindica lo simple”. O dicho de otro modo, cuanto más complejo es el interior de un proceso, de una creación artística con tantos matices y claves como nos presenta este trío de personajes aislados, más simple, más fácil parece el oficio de actuar. Un buen texto, una excelente dirección y tres grandes actores dispuestos a hacer del teatro una fiesta de los sentidos, de los subtextos, de los pequeños signos, de las elocuencias y de los sentimientos controlados hasta convertirlos en dosis de inteligencia mineralizada suspendida en cada instante, en cada gesto, mirada, silencio, mueca, exceso o contención.
Veinticinco años de asfixia matrimonial entre un escritor militar fracasado y una vieja actriz, habitantes de un extraño castillo en una ignota isla. Vestigios de una violencia sorda, de una corrupción en las relaciones que se mantienen casi en un tono de gran guiñol, rozando el esperpento, traspasando a veces la línea del buen gusto, del decoro. Unos seres fantasmagóricos, irreales, que se tornan más extravagantes con la llegada de un primo de ella, que había sido su amante. Y mientras se mantienen en grotesco protocolo, en convenciones entre militares y aristocráticas, cuando se demuestra que están en la ruina, que el primo visitante es un estafador, que han existido contagios amorosos en todas las direcciones, el artificio se convierte en diabólico. Ya no valen las medias sonrisas, ni las comprensiones, aquellos tres seres son unos monstruos, malignos, dañinos.
Esos tres seres están interpretados por Nuria Espert, José Luis Gómez y Lluís Homar, tres escuelas de interpretación diferentes, tres maneras de afronta los personajes diversas, pero que logran de la mano de una excelente dirección de George Lavaudant una simbiosis artística excelente, y el supuesto combate matrimonial, se puede ver, también, como un magnífico combate interpretativo, una lucha legal y leal de buenas interpretaciones, de respeto, de sumar energías, sinergias, posibilidades, para en su conjunto proporcionar una excelente obra artística, un lujo, en donde el desgarro de sus interpretaciones se convierte en una suculenta consagración del buen teatro, tan aparentemente simple, tan realmente complejo, tan fácil de recibir cuando llega en estas dosis de calidad.
Carlos GIL


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