Poesía en literatura y poesía en escena. Pessoa y Almada Negreiros según Ricardo Pais
Nos decía el profesor Salvador Oliva que la poesía no depende del verso y su regularidad cuantitativa, ni de la rima como recurrencia tímbrica. La poesía, según yo le entendí al profesor Salvador Oliva, tiene que ver con una cualidad, es una calidad que eleva la expresión por encima del puro nivel informativo llegando, incluso, a diluirlo.
Al hilo de esta reflexión pienso en la capacidad que posee la poesía para generar seducción y atracción más allá del significado, desde la polisemia, desde la ambigüedad, incluso desde la opacidad. Ahí la poesía, aún siendo literatura (letra, palabra transcendida), es una fuente inagotable de sensaciones y de imágenes. Sí. Imágenes mentales. La poesía evoca en nuestra imaginación un collage de imágenes y de sensaciones físicas muy poderoso. A través de la palabra empleada en figuras retóricas (metáfora, símbolo, paradoja…), a través del juego transgresor con la sonoridad de esas palabras y sus silencios, la poesía nos sorprende, nos fascina, nos emociona.
Desde esta perspectiva la poesía se hermana, se hibrida, se funde con la música, con la danza, con el teatro posdramático, con algunas formas del drama simbolista y surrealista, del drama rapsódico…
La literatura poética antes fue canto, viene de la oralidad y, a partir de la imprenta, más o menos, quedó confinada a la lectura solitaria e individual. La poesía viene del canto, viene de la recitación ante un auditorio más o menos numeroso, de ahí su musicalidad y su belleza.
La poesía, en occidente, estaba ya en Esquilo. La primera dramaturgia occidental es pura poesía: una mezcla de canto, música, danza, conjuro, imprecación, interjección… No en vano, la etimología de «poesía» nos lleva, en griego, a ποιέω Poiesis, creación, producción. Se trata de una forma de conocimiento y de una forma lúdica. Un «hacer» lúdico. Y es aquí donde «poesía», «poiesis» y «teatro» podrían converger.
Poesía y teatro nacieron juntos, con una importante dimensión de ritual mágico. Después se separaron, paulatinamente, y la sensorialidad poética cedió al relato, hacia una mímesis realista que fue dejando al margen todo aquel potencial imaginístico y musical. Neoclasicismo aristotélico, drama del XIX… pusieron la acción escénica al servicio de la representación de historias.
Sin embargo, aún así, hay dramaturgas/os y directoras/es que tienen una gran capacidad para utilizar el lenguaje escénico y la puesta en escena de textos produciendo poesía visual. Pienso, por ejemplo, en JOAN OLLÉ y sus escenificaciones de Antón Chejov. La manera de componer las situaciones dramáticas con las actrices y actores, en intersección con la acción lumínica, escenográfica y sonora, incidiendo siempre en una búsqueda de la belleza, a través de la atención al detalle, de la superación de los lugares comunes y de la preparación de unas coordenadas de juego que permitiesen al equipo artístico llegar a un cierto estado de gracia.
También hay casos excepcionales en los que la poesía literaria sirve de estímulo a creadores escénicos para producir una suerte de poesía cinestésica, visual y sonora sobre los escenarios. Ese es el caso que voy a describir brevemente a continuación.
La víspera del Día Mundial del Teatro acudí a un evento doble en el TNSJ (Teatro Nacional São João) de O Porto, la última función de «TURISMO INFINITO» (que se había estrenado el 7/12/2007 y que traía a sus espaldas una larga y exitosa gira internacional) y el estreno de «AL MADA NADA». Ambos espectáculos concebidos y dirigidos por RICARDO PAIS.
Un espacio geométrico y abstracto, de MANUEL AIRES MATEUS, formado por dos rampas de placas negras rectangulares, una ascendente (el suelo) desde el proscenio hacia el foro y la otra simétrica (el techo), también ascendente, desde el foro hasta rebasar el proscenio, constituye una especie de espacio acústico y lúdico, de esos que colaboran en proyectar la presencia actoral hacia la platea. El suelo asciende desde el proscenio hacia el fondo y desde el fondo asciende un cielo. Ambos, suelo y cielo, rebasan, por abajo y por arriba, la embocadura del escenario entrando en la platea y aproximándose a la recepción. Esas dos rampas tienden hacia una imposible convergencia en el fondo del escenario, llevándonos hacia una distancia infinita, un horizonte profundo.
En medio las luces laterales, los contras desde la intersección abierta de las dos rampas, las frontales y alguna nadiral, cuando se abren muelles al desplazarse placas del suelo, convierten el escenario en un triángulo de atmósferas lumínicas antimiméticas que, junto al trabajo exquisito con el espacio sonoro, multiplican la belleza poética de la acción coreográfica y verbal.
El verbo de FERNANDO PESSOA, en «TURISMO INFINITO», y el de ALMADA NEGREIROS, en «AL MADA NADA», se conjugan en ese mismo dispositivo escenográfico, para dar dos espectáculos muy coherentes en cuanto al estilo teatral, pero muy diferentes en cuanto a las imágenes, sensaciones y emociones suscitadas.
«TURISMO INFINITO» de ANTÓNIO M. FEIJÓ, a partir de textos de Fernando Pessoa y de tres cartas de Ofélia Queirós, cuenta en la interpretación con JOÃO REIS (Álvaro de Campos), EMÍLIA SILVESTRE (Maria José y Ofélia Queirós), PEDRO ALMENDRA (Fernando Pessoa), JOSÉ EDUARDO SILVA (Bernardo Soares) y LUÍS ARAÚJO (Alberto Caeiro).
Este espectáculo de RICARDO PAIS es pura poesía visual, desde la concepción abstracta de la escenografía, antes mencionada, y de la iluminación, hasta el trabajo con las siluetas, perfiles y figuras de los actores y la actriz. En este «TURISMO INFINITO» se enciende un viaje a través de un mapa de textos en los que emerge la polifonía pessoana de los diversos heterónimos.
Un viaje por los múltiples «yoes», exento de afectaciones impostadas en la dicción, exento de tonemas estereotipados respecto a lo que se malentiende como poesía o lírica (cuando se recurre a una grandilocuencia histriónica o a una afectación innecesaria y redundante). Ese viaje infinito recala en los puertos de un sentido polisémico pegado a la experiencia real e imaginaria, pues ambas se mezclan en la vida cuando nuestra sensibilidad nos lo permite.
La cualidad poética se encuentra aquí en el conjunto del movimiento escénico, a través de una actuación precisa que huye de cualquier lugar común y que se abre a cuadros casi surrealistas, imágenes deliciosas que recuerdan a aquellas de René Magritte.
Hay en los PESSOA de RICARDO PAIS símbolos bellos y audaces en el movimiento actoral y la composición de las escenas, también en los objetos: la maleta de cuero llena de libros y cuadernos de la cual, al abrirse, sale una niebla espesa y mágica que inunda el espacio. El transmisor de radio con música de la época. El espejo retrovisor, que es la metonimia de un automóvil, y el símbolo de una imagen reflejada que, según avanzamos, se aleja, como algunos de nuestros «yoes» dispersos al largo del viaje de la vida. Hay en este «TURISMO INFINITO» una cierta melancolía de fado respecto a eso que somos y dejamos de ser, a eso que podríamos llegar a ser, a los estados existenciales que, como máscaras, van adviniendo y cayendo como las hojas de algunos árboles para abonar ese suelo en el que se hunden nuestras raíces.
«O que sou essencialmente – por trás das máscaras involuntárias do poeta, do raciocinador e do que mais haja – é dramaturgo. O fenómeno da minha despersonalização instintiva, a que aludi em minha carta anterior, para explicação da existência dos heterónimos, conduz naturalmente a essa definição. Sendo assim, não evoluo: VIAJO. (Por um lapso da tecla das maiúsculas, saiu-me sem que eu quisesse essa palavra em letra grande. Está certo, e assim deixo ficar.) Vou mudando de personalidade, vou (aqui é que pode haver evolução) enriquecendo-me na capacidade de criar personalidades novas, novos tipos de fingir que compreendo o mundo, ou, antes, de fingir que se pode compreendê-lo. Por isso dei essa marcha em mim como comparável, não a uma evolução, mas a uma viagem: não subi de um andar para outro, segui, em planície, de um para outro lugar.» (FERNANDO PESSOA. Fragmento de una carta a Adolfo Casais Monteiro. 20 de enero de 1935).
«AL MADA NADA», dramaturgia de PEDRO SOBRADO a partir de textos de ALMADA NEGREIROS e interpretación de PEDRO ALMENDRA, junto a los bailarines de «break dance» del grupo MOMENTUM CREW, formado por BRUCE ALMIGHTY, DEEOGO OLIVEIRA, LAGAET ALIN, MAX OLIVEIRA, MIX IVANOU y PEDRO FRANÇA, acompañados por el poli-instrumentista y percusionista RUI SILVA.
«O preço de uma pessoa vê-se na maneira como gosta de usar as palavras. Lê-se nos olhos das pessoas. As palavras dançam nos olhos das pessoas conforme o palco dos olhos de cada um.» (ALMADA NEGREIROS. A Invenção do Dia Claro).
Esta concepción tan rítmica, muscular y teatral de las palabras, en el escenario de la mirada («o palco dos olhos») alumbra un espectáculo, «AL MADA NADA», que explota al máximo la sensorialidad de la voz y de la presencia, con el actor Pedro Almendra, envuelto en las danzas acrobáticas de los bailarines de Momentum Crew, en los evocadores y pulsionales espacios lumínicos y sonoros, con la percusión, en directo, de Rui Silva, para ofrecernos un collage de imágenes de alta sensualidad.
Los soldados de gris, a medio camino del desfile militar y de la danza, en una ironía acrobática y coreográfica, mucho más fina que la parodia del estamento que representan, son casi como figuras alegóricas.
La iluminación de «AL MADA NADA» es muy solar, (en «TURISMO INFINITO», sin embargo, era muy lunar), con una masculinidad que se diluye cuando los soldados pasan de la exhibición de la fuerza a los bailes con faldas y a los movimientos que estilizan danzas folclóricas. Hasta llegar a la composición de posiciones físicas tendentes a la abstracción, como cuando están todos boca abajo, con las faldas cubriéndoles desde la cintura hasta la cabeza y las piernas y los pies apuntando hacia ese techo que avanza hacia la platea.
El encanto del movimiento de los cuerpos tiene escenas apoteósicas, como es la estilización extremadamente sensual del movimiento de un caballo por parte de uno de los bailarines, vestido de soldado, que danza un texto en el que se narra la cópula con la yegua. El cuerpo del bailarín es caballo, de cara, y yegua, de espaldas, mientras un impulso, en las caderas y la columna, agita los momentos orgásmicos que el actor Pedro Almendra enuncia. No hay ilustración sino evocación genuina, vinculada a una proyección muy singular de las energías y calidades propias del bailarín que ejecuta esta escena.
«AL MADA NADA» se compone de números, por veces circenses, en los desfiles militares que derivan en danzas acrobáticas de extremo virtuosismo, en los bailes con las faldas multicolores, con estampados y bordados típicos portugueses, en la dicción de los textos por parte de Pedro Almendra, llenos de juegos onomatopéyicos, sorprendentes amenazas, insultos e imprecaciones… en un tono que nos recuerda al de los presentadores de un circo o de un cabaret. Los redobles del tambor y del bombo, el toque del cornetín, los cigarros que fuma el actor, quizás alter ego del poeta, todo nos conduce hacia un frenesí que va de la batalla, al circo, del sexo al erotismo.
Los momentos de calma y lirismo también se envuelven en un halo sensual, con objetos que sorprenden por su utilización y su rentabilidad plástica, como la bola de espejos que manipula Pedro Almendra, situándola delante del corazón y haciéndola vibrar deslumbrante, o dejándola deslizarse y colgar como un péndulo entre sus piernas, mientras mueve la cadera, de espaldas a nosotros, en lo alto de la rampa, para ofrecer una figura entre animal y celestial. O cuando se tumba en el suelo con los brazos y piernas abiertos en cruz, sujetando en una de sus manos esta bola de espejos que, iluminada puntualmente, genera un firmamento estrellado en ese triángulo escénico que forman las dos rampas simétricas.
«AL MADA NADA» es un posdrama solar y pulsional poblado de imágenes de alto voltaje.
Lo terrenal y lo carnal se casan con lo celeste y lo trascendental, a través del juego rítmico y muscular de todo lo que se mueve en escena, desde la luz hasta los cuerpos, los objetos, los sonidos y la voz, enhebrado por el imaginario de Almada Negreiros en la concepción de Ricardo Pais.