Críticas de espectáculos

Poética de teatro, danza e introspección

El murciélago de Wuhan» es un espectáculo de flamenco, teatro y danza producida por la compañía Arquione Producciones, con textos de María José Pámpano, dirigida por Pedro Luis López Bellot y protagonizada por la bailaora emeritense Fuensanta Blanco. La pieza profundiza de manera singular en el papel del arte como herramienta de introspección y sanación en tiempos de incertidumbre y transformación personal.

El argumento muestra la historia de una mujer atrapada en la crisis del confinamiento pandémico. A través del baile y la expresión teatral, esta mujer, única protagonista, nos revela su lucha interna, su deseo de ser y hacer, y su proceso de autodescubrimiento, reflejando la experiencia emocional de muchos durante la pandemia. Ella es una bailaora que, al igual que tantas personas en el mundo real, experimenta la frustración de ver interrumpido su sueño de bailar en el escenario, en este caso junto a su artista favorita en la Gran Vía de Madrid. La pandemia y el cierre de los teatros la dejan sin trabajo, sola y en un espacio de incertidumbre. Pero en lugar de resignarse, la protagonista emprende un «viaje iniciático»: una travesía hacia su interior, donde se enfrentará a sus miedos y descubrirá quién es y qué quiere ser, en un proceso de transformación profunda. En su confinamiento, logra encontrar un sentido y una voz que antes no conocía, en un intento de reinterpretar su vida y su identidad artística.

Los textos de María José Pámpano abordan los hilos invisibles que nos unen a todos: el miedo a la soledad, la ansiedad ante el futuro incierto y el deseo de reinventarse en tiempos de adversidad. «El murciélago de Wuhan» se convierte así en una metáfora poderosa de la transformación colectiva e individual: mientras el mundo entero tambaleaba ante la amenaza del Covid-19, cada alma enfrentaba su propio confinamiento emocional. La historia de la bailaora es más que un relato personal; es una invitación a que cada espectador mire en su interior y se reconozca en esa lucha y en esa búsqueda de redescubrimiento. Como ella misma expresa: «Soltar el miedo, el miedo a lo que opinen, el miedo a hacer lo que quiero, lo que sueño».

La puesta en escena de Pedro Luis López Bellot tiene una fuerza minimalista, llena de simbolismo. Con pocos elementos logra crear un mundo cargado de significado: una cabina giratoria (diseño escenográfico de Luisa Santos y Pedro A. Miranda) se erige como la «casa» y el «aislamiento», un espacio íntimo donde la protagonista se enfrenta a sí misma. Dentro de este recinto que es transparente en partes, objetos cotidianos de la pandemia, como mascarillas y guantes, invitan al público a revivir el encierro, evocando un ambiente que es a la vez íntimo y universal. La aparición de proyecciones (de Nuria Prieto), en las que figura el murciélago, refuerza esta atmósfera de soledad y encierro, al tiempo que alude a la transformación y a la liberación que aguardan.

López Bellot dirige a la bailaora con destreza en su rol de actriz, aprovechando cada matiz de su expresión, y guiándola para que despliegue simpatía y humor en sus intervenciones. Y le da el espacio ideal para hacer aquello en lo que sabe brillar con intensidad: la danza flamenca, en la que, a veces, se entrelazan destellos de danza clásica, creando un lenguaje propio que hipnotiza y conmueve. En ese juego de movimiento y silencio, de introspección y ritmo, «El murciélago de Wuhan» se convierte en un viaje hacia el interior, una invitación a danzar en los territorios profundos de la esencia humana, para redescubrir el misterio de ser y sentir.

La interpretación de Fuensanta Blanco asume con maestría los estilos del flamenco y la danza contemporánea, siguiendo la vibrante banda sonora de Álvaro Barroso. Con el canto desgarrador de Inma Rivero y Vicky González, la guitarra apasionada de Rodrigo Fernández y Manolín García y el preciso acompañamiento de la percusión de Cristóbal Sánchez, la bailaora extremeña da rienda suelta a su energía prodigiosa. Sus taconeos poderosos y el despliegue elegante del mantón crean un espectáculo visual que transita entre la intensidad y la delicadeza, revelando una poética de imágenes que seduce y evoca. Cada composición, repleta de recursos visuales insólitos, respira ambición y creatividad, dejando una estela de asombro en un público que, arrebatado de sus asientos, aplaude con júbilo, sumándose a la apoteósica fiesta de teatro y danza.


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