Velaí! Voici!

Por favor, inténtelo nuevamente más tarde. AveLina Pérez

Una buena parte de las interacciones que mantenemos a lo largo del día son de naturaleza transaccional. Relaciones verbales para transacciones, para tratos y contratos. Comunicaciones para reclamar servicios, facturas, para solicitar informaciones, para gestionar proyectos, para vender proyectos, para vendernos y que, de la otra parte, nos contraten o cuenten con nosotros. Incluso los saludos acaban por ser una fórmula de marketing. Las redes sociales y nuestros perfiles en ellas son otro asunto de marketing y así, poco a poco, el lenguaje de la mercadotecnia ha ido calando en nuestras vidas.

 

Pienso, por ejemplo, en los programas docentes, en el acento en las competencias y en la empleabilidad… En todo ese vocabulario instaurado en la Educación, tan similar al del departamento de “Recursos Humanos” de unos grandes almacenes o de una multinacional. La competitividad, los currículums. Ser un currículum. El éxito. La productividad anual, semestral, mensual, semanal, diaria. El no perder el tiempo. Etc. Etc.

Estamos muy ocupadas, muy ocupados, por eso voy a hacer un artículo breve, porque no tenemos tiempo para leer y, consecuentemente, tampoco tenemos mucho tiempo para pensar.

¿Y para escuchar? ¿Tenemos tiempo para escuchar, para escucharnos? ¿Tenemos tiempo para pensar sobre qué se esconde en la exhibición de nuestros éxitos o en la ocultación o la negación de nuestros fracasos? ¿Tenemos tiempo para pensar en qué medida cumplimos con los estándares de lo normal, de lo normativo, o hasta qué punto nuestras decisiones y actitudes no están teledirigidas por esos estándares?

De esto, de la desolación y de la necesidad de amor y ternura, entre otras cosas, nos habla la última pieza de la creadora gallega AveLina Pérez: Por favor, ténteo novamente máis tarde (Por favor, inténtelo nuevamente más tarde).

Acabo de escribir “nos habla”, sin embargo, lo justo, quizás, sería decir que nos interpela. Non nos habla, nos inquiere, nos provoca, nos sugiere, nos asombra, nos emociona, nos hace sonreír o soltar alguna carcajada, desde un humor negro, desde una causticidad tierna, desde una actitud desafiante, nunca prepotente ni chulesca.

Estoy refiriéndome a un teatro diferente, único, irrepetible en todas sus dimensiones y niveles. Hay teatralidad en la amplificación de las presencias en escena, en la amplificación de las voces, en el uso preciso y extra-ordinario de los cuerpos y de las voces, de los movimientos, de la articulación de los textos y su dicción, en la atención a los pequeños detalles… En definitiva, en todo lo que constituye la condición fundamental del arte del teatro. No obstante, no hay utilización de fórmulas o recetas reconocibles y estandarizadas, ni en la dramaturgia, ni en la escenificación, ni en la interpretación. Así, en términos generales, viene a ser el teatro iconoclasta, punk, desafiante de AveLina Pérez.

Por favor, ténteo novamente máis tarde se estrenó el 11 de junio de 2021, en el Teatro Ensalle de Vigo, sala en la cual la compañía de AveLina Pérez es residente. Allí hizo, aparte del estreno, dos funciones más. Yo pude verla el domingo 13 de junio.

Por favor, ténteo novamente máis tarde es la respuesta que podemos leer o escuchar en muchas de nuestras interacciones con máquinas. Y, como todo se pega, también con personas que, con otras palabras o de otras maneras, nos vienen a decir más o menos lo mismo. Vale / No vale. Vale por esto o no vale por aquello. Valer es lo que cuenta. Valer y sonreír, aunque solo sea con la boca y con los dientes, ahora tapados por máscaras quirúrgicas, sanitarias, etc. La pandemia nos ha venido a tapar la boca. ¡Ahora a ver cómo me los dices con los ojos!

En la dramaturgia de AveLina Pérez, aquí acompañada, como en la vida, por Daniel Casquero, se puede percibir la necesidad de atacar aspectos a los que ya nos hemos habituado. Ponerles la lupa y mostrar o interrogar sobre su nefasta aceptación. Desnaturalizar, a través de esa amplificación teatral, conceptos y comportamientos de la vida real, que no acaban de ser justos ni respetuosos. Conceptos desgastados por el uso o empleados como máscara o escudo de protección. Esa terrible constatación de que, para poder vivir, no podemos relajarnos y escuchar, no podemos dejar que se note nuestra vulnerabilidad y nuestra falibilidad, porque si no nos van a pisar.

En la dramaturgia de AveLina entra la vida de cuajo y el artificio teatral se dedica a desnudarla, a ponerla en cueros y agitarla ante nuestros ojos asombrados.

Así como entra la vida de cuajo, también ha entrado Daniel Casquero, que forma parte de la vida de AveLina y de su verdad. Porque la verdad existe, aunque la neguemos o la relativicemos. Existe en las miradas cómplices, en la construcción común de un relato, en la convicción de los movimientos y las acciones que, en escena, siempre son concretas y extremadamente definidas, sopesadas, pensadas, vividas… Todo lo que, a lo mejor, o a lo peor, en la vida o en el día a día no es tan concreto, definido, asertivo, verdadero. Así pues, si me lo permites, me voy a atrever a decir que los escenarios, cuando se habitan, del modo que los habita AveLina y Daniel, son uno de los pocos lugares donde la verdad puede existir.

Pienso en esa manera de decir el texto de AveLina al micrófono, arrastrándolo o alargándolo con fuerza, como quien blande un látigo. Esa manera artificial que nos resulta no solo aceptable o creíble, sino, sobre todo, contundente e inequívoca. Una dicción especial que cobra todo el sentido del mundo en la boca, en la actitud y en el cuerpo de AveLina y que sería inaceptable, exagerada, caricaturesca, teatralizante, en cualquier otra actriz que no fuese la misma autora. Por tanto, estamos refiriéndonos a un estilo muy singular que se sostiene en la propia actriz creadora, que funciona porque está producido desde un centro energético y neurálgico imprescindibles. Y del mismo modo acontece con la acción estruendosa de coger el sofá, el lugar de la comodidad, el asiento de la clase media, levantarlo y golpearlo contra el suelo, para luego yacer en él, buscando la posición más confortable. Porque, Por favor, ténteo novamente máis tarde, también nos sitúa frente a un teatro que no tiene porque ser necesariamente cómodo.

Flores artificiales, un ramo para ella y otro para él, sentados en un sofá, mirando hacia la grada, con desafío, quizás con tristeza, quizás con incredulidad. Alocuciones al micrófono y saludos al público, inclinando la cabeza, en señal de reverencia. Ironías que denuncian o revelan, desde un humor, por veces amargo, lo absurdo o lo desgraciado que hacemos, imponemos o pensamos.

Una delicia, de esta última pieza de AveLina, es la presencia de Daniel, su estar suave y rotundo a la vez, sus reflexiones sobre las personas etiquetadas como fracasadas, las personas que chirriamos en esta sociedad tan competitiva, exitosa y, a la vez, por supuesto, tan maja, risueña y festiva. Un chirriar semejante al de esa vieja máquina de manivela para hacer chorizos, dispuesta sobre un carrito y con unos tubos metálicos, en lo que parece un homenaje a los artistas callejeros, a los inventores marginados o, sin ir más lejos, al teatro de Tadeusz Kantor.

Una delicia, también, el trabajo con los objetos y su sentido dramatúrgico, por ejemplo, el recorrido de los globos de colores. Otro posible guiño a los payasos ambulantes, que se tienen que ganar la vida haciéndole gracia a las familias, amenizando cumpleaños y Primeras Comuniones, vendiendo globos por las calles. O, simplemente, como objetos simbólicos de las fiestas, puestos aquí en una situación contestataria respecto al entretenimiento vacuo y buenrollista. Y va a ser, precisamente, este contraste, el que nos haga gracia o nos pueda provocar la risa. Pero va a ser una gracia y una risa que conviven con una cierta sensación de peligro, de que la hostia anda cerca, de que cuando menos lo esperemos: ¡zasca!

En las últimas piezas de AveLina, siempre aparece un payaso disfuncional o anómalo, o una variación de esa figura. Aquí con la típica nariz de payaso de color negro. En A que non podes dicir cocacola. II, con la peluca de fiesta, las gafas y la nariz con bigote o con la diadema con antenas y, en la punta de cada una de ellas, una nariz de payaso roja.

El recorrido dramatúrgico (de la acción) con el objeto, el primer globo, azul, lo hincha Daniel, luego vendrá la nube de globos y luego… No voy a explicarlo todo, tranquila/o. Hay una evolución de esa acción, con un desarrollo que pasa por un clímax y una resolución, tan magistrales como aparentemente sencillos y con un sentido tan pleno que yo, voy a confesarlo, tuve una especie de orgasmo o placer inmenso: una mezcla de emoción estética, sensorial (en el clímax) y emocional en la resolución y en la dimensión semántica de la acción.

Por favor, ténteo novamente máis tarde porque ha cometido usted un error. El título es la frase de la máquina y de la vida cuando fallamos en el intento de algo. El espectáculo también nos invita a participar, sin movernos de nuestra butaca, en el teatro, con esas interpelaciones, con el desafío y la ternura de las actitudes, con la extrañeza de las acciones y su artificio, andamiado en una auténtica necesidad, en una verdad. Esa verdad a la que antes he aludido, la que los escenarios nos pueden procurar, cuando tenemos la suerte de estar ante la magia del teatro.

Una participación literal cuando nos toca leer los textos que se proyectan en el muro de fondo y que resultan divertidos y duros, como acontece con los de Angélica Liddell o los de Rodrigo García, o con ese absurdo cruel y tierno de Thomas Bernhard. Esas voces imperativas e impetuosas, con un punto desgarrado y profundamente irreverente.

Un placer ver a alguien como AveLina explotando, sin aspavientos, conceptos entre el éxito, el fracaso, la desolación, la necesidad, mientras cabalgaba, a pelo, un centauro. Sonreír con Daniel, dándole a la manivela irónica de la aniquilación de los tristes y los inútiles, la manivela del tango (Casquero es argentino) y de los recuerdos amargos. Leer sobre la criatura que, sin querer, se traga un gusano el día del examen de ciencias y que, años más tarde, descubre que sus padres, quizás, tenían razón, pero que la razón, a veces… es una putada.

Pues eso… Por favor, ténteo novamente máis tarde y si no acierta, escuche, piense, dese un tiempo, aprenda… relájese y disfrute.

 

P.S. – Otros artículos relacionados:

A que no puedes decir cocacola. La furia de AveLina Pérez”, publicado el 28 de septiembre de 2020.

El teatro protesta alejado de las anestéticas. AveLina Pérez”, publicado el 16 de diciembre de 2018.

Los perros no comprenden a Kandinsky pero sí a AveLina Pérez”, publicado el 9 de julio de 2017.

Crónica sobre un espectáculo que no he visto. Los perros, Kandinsky y Avelina Pérez”, publicado el 18 de febrero de 2017.

Fumando (des)espero, my Honey Rose”, publicado el 3 de julio de 2016.


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