Sangrado semanal

Potestad para gritar

Incomprendidos, despreciados, marginados. Si no hay escenarios grandes, ni tele, ni premios, ni dinero, somos mirados con condescendencia, incluso con lástima, a veces. ¿Cómo no vamos a liarnos entre nosotros si no hay dios que nos aguante y que nos comprenda? En este mundo donde no se entiende el proceso sin resultado; ¿De qué vamos a vivir? ¿Cómo vamos a alimentar a nuestros hijos? ¿Por qué hacemos lo que hacemos?

 

¿Cómo hacer comprender la infinita obsesión por este oficio? Si no importa los años que lleves arando tierra creativa….En el momento en el que muestras un mínimo signo de debilidad, aprovechan para darte la puntilla y decir: Déjalo, ¿ves? vuelve al redil.

Es entonces cuando hacemos de tripas corazón, volvemos a respirar hondo y decidimos que nos quedamos por nuestros santos cojones. Pero, ¿qué ocurre cuando el signo de debilidad no es mínimo? ¿Qué sucede cuando es grande y se vuelve encrucijada vital?

Personas con más experiencia en estas lides me cuentan de cuántas y cuántos se quedaron por el camino y no precisamente por haber muerto en el escenario con las botas puestas o las muñecas desangradas, sino por haber abandonado. Ahora tienen vidas en las que son funcionarias o fruteros o dueñas de agencias de viajes o camellos.

También he oído más de una vez que si lo dejas no vuelves. Y me digo que ya podría parecerse esto un poco más al fumar y menos al amor. Aunque no todo van a ser malas noticias. También hay amuletos que sirven para sacar fuerzas de flaqueza.

Habita este mundo un pintor cubano llamado Pedro Mendizabal que tiene un cuadro titulado el Peso de la fe. En el cuadro se ve una isla chiquita, rodeada de mucho mar y sobre ese islote se agolpan, algo desordenadamente, muchas casas y maderos y construcciones sobre las que se asienta una extensión de vegetación verde y salvaje de la que surgen altas palmeras que dejan entrever, entre sus copas, a modo de nido, la cúpula de un majestuoso edificio de piedra.

El teatro se parece a esa suerte de Torre de Babel desaliñada. El teatro son los maderos destartalados, la vegetación frondosa, la maravillosa cúpula de piedra y el estrecho islote rodeado de mar abierto poblado de tiburones. El teatro es de una fragilidad asombrosamente sólida y existe más allá de los individuos que lo componen, que se nutren de su sustrato universal.

Pero el teatro también sabe quién eres. Y no te dejará marchar sin que te lo pienses antes dos veces. Miro las viejas caras de los actores y actrices del Odin Teatret. El dulce desgarro de la Liddell. La explosión épica de Pippo Delbono. Y las mochilas al hombro de la gente de teatro de Bilbao. Que nos llamen perroflautas si se atreven. Nosotros, a lo nuestro.


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