Prejuicios
Cuando era estudiante de Artes Escénicas algunos de mis profesores, los de cuerpo y voz, insistían en que no tuviéramos prejuicios a la hora de realizar los ejercicios o entrenamientos. Y mí vocecilla interior repetía como un mantra “no tener prejuicios, no tener prejuicios”. Pero, hoy en día, esa “misión” me parece “imposible”. Ninguno de nosotros está exento de un cúmulo de prejuicios, quizás en la muerte.
Es posible que lo que trataban de señalar era que no había que obsesionarse con valorar si uno estaba haciendo los ejercicios corpo-vocales bien o mal, bella o feamente, y además mejor o peor que los otros, porque aquello no era el objetivo y, más bien, dicha labor podía ocuparnos más de lo requerido, incluso hasta desviarnos de lo fundamental que era preparar el cuerpo y la voz para la escena. Lo que pasa es que la manera de enunciarlo no fue la apropiada.
Una parte de cada uno de nosotros está constituida por los prejuicios pese a que, a través del tiempo y de nuestras experiencias vitales, este tipo de juicios pueden cambiar, aunque habrá otros que permanecerán fijos e inmóviles y hasta querrán imponerse en el mundo. Por otro lado, no está de más decir que cada época tiene sus propios prejuicios. Cada cultura, cada contexto los cultiva y los transmite. Y estos van dialogando con los que hemos ido construyendo y concluyendo en tanto individuos, a partir de nuestras experiencias singulares.
Creo que tomar conciencia de nuestra naturaleza respecto a los prejuicios que tenemos sobre el mundo, sin condenarlos, nos hace más flexibles a la hora de relacionarnos con los prejuicios de los otros, pues dicha conciencia nos permite reconfigurar nuestra disposición ante aquellos casos en los que operamos creyendo que nuestra manera de ver las cosas, es la verdadera y la única posible.
Creo que es posible aprender a identificar aquellas ocasiones en la que estamos operando bajo el sesgo del totalitarismo, es decir, cuando nuestros prejuicios se convierten en dogmas e insistimos en que los demás deben pensarse y asumirse como nosotros los hacemos. Aprender a relacionarse con los prejuicios de una época, convivir con los prejuicios de los otros, y revisar constantemente los propios, es una forma de saber que la humanidad es una especie tan creativa que en ella abundan maneras de ser, pensar y valorar, y eso nos hace interesantes y complejos.
Domingo 13 de febrero 2022.