Premios María Casares del Teatro Gallego
María Casares, la gran actriz francesa de origen gallego, tuvo que emigrar en su época por motivos políticos (exilio de su padre, el Ministro de la II República, Casares Quiroga, huyendo de la Dictadura franquista) y laborales: la España una y grande, bajo la égida del Caudillo, también de origen gallego, no ofrecía las garantías necesarias para el desarrollo de las artes, ni de las ciencias, ni siquiera de una vida digna en libertad (Federico García Lorca o Camilo Díaz Baliño, son sólo algunos ejemplos malogrados de los que se quedaron).
Los Premios María Casares del teatro gallego, que organiza AAAG (Asociación de Actrices e Actores de Galicia), honran la excelencia y la libertad de la gran actriz francesa que hubo de salir de su tierra por imperativos del imperio de antaño. Hoy, bajo el imperio de la crisis orquestada por la globalización de las grandes multinacionales del sistema capitalista y la connivencia de muchos gobernantes, los María Casares, más que una gala, fueron una fiesta reivindicativa, desde la transgresión del humor. La comicidad y el humor suponen una distancia inteligente respecto a la realidad que, bajo ese imperio, nos asola.
Dos héroes de cloaca RATman y Bobin, los actores Marcos Orsi y Xulio Abonjo, hicieron escarnio y bufonerías varias desde la parodia de Batman & Robin, con la excusa de desactivar una bomba que amenazaba la multimillonaria Cidade da Cultura (un complejo que, pese al diseño internacional y al dinero enterrado aún no ha desterrado nuestro complejo de inferioridad cultural, pero ha favorecido a las empresas constructoras).
El Premio de Honra Marisa Soto fue para una de las pioneras de la interpretación en Galicia: Pilar Pereira, quien también emigró, como la Casares, a París, después de pasar por Madrid y trabajar con Luis Escobar y en Los Goliardos. Pilar Pereira, una aventurera de perfil bohemio, recorrió diferentes países y participó en múltiples proyectos teatrales, desarrollando también una importante carrera en Galicia. En su discurso de agradecimiento hubo lugar para la emoción y el recuerdo, pero también para la reivindicación y la arenga catapultada al futuro.
También en el discurso inicial de Toño Casais, presidente de AAAG, hubo palabras claras y contundentes sobre las actitudes de quienes gestionan el dinero público y marcan unas líneas políticas totalmente adversas al desarrollo de las artes escénicas y del sector cultural.
Y, en esa misma tónica, se sucedieron las palabras emocionadas de agradecimiento pero, a la vez, cargadas de denuncia de las/os ganadoras/es de estos Premios María Casares, especialmente marcados, en lo sociopolítico, por la reivindicación y la lucha y, en lo artístico, por la renovación: Mejor espectáculo para «Nuncabunga» de la Cía. Elefante Elegante (un colectivo reciente, alrededor de cinco años, con un trabajo centrado en la plástica y en lo corporal), con «Nuncabunga» se reconoce por primera vez como Mejor Espectáculo a una obra infantil que corona el babyboom de estos tiempos. La otra Cía. con más galardones fue Voadora y su espectáculo «Tokio 3», con María Casares a la Mejor Dirección para Marta Pazos (formada en Bellas Artes. Marta tiene una amplia carrera como actriz, directora, escenógrafa y dramaturga escénica en conjunción con todo su equipo). Voadora realiza espectáculos de creación colectiva que se pueden incluir dentro del amplio continente de las teatralidades posdramáticas. La fuerza motriz de la Cía. Voadora reside, fundamentalmente, en la composición a partir del código visual y performativo, al que se añade la música en directo, la danza-teatro y una estética atenta a las últimas modas. Tuvieron Premio en las categorías de Mejor Escenografía para Marta Pazos, Mejor Música Original para José Díaz y Hugo Torres, Mejor Iluminación para Baltasar Patiño, Mejor Vestuario para Uxía P. Vaello (compartido con Suso Montero de la Cía. Sarabela) .
Otro colectivo reciente aclamado en estos María Casares es el dúo Marián Bañobre, Premio a la Mejor Actriz Protagonista, y Santiago Cortegoso, Premio al Mejor Texto Original en Gallego, con su Cía. Ibuprofeno Teatro, por el espectáculo «Pequenos Actos Pseudorevolucionarios…» Un trabajo en el que el texto de Cortegoso se hibrida gustosamente con la modalidad del teatro de objetos y la performance actoral.
Marián Bañobre, genio y figura, reivindicó a las mujeres trabajadoras del teatro (que lo mismo actúan, que hacen la escenografía o el vestuario o dirigen o hacen la dramaturgia) y a los trabajadores en general, contra los expoliadores cuyo teatro barato nos sale muy caro.
Desde el compromiso, que ya viene de casi tres décadas de profesión, Ánxeles Cuña , hizo su discurso al recoger el Premio a la Mejor Adaptación-Traducción, por «Viaxe a ninguna parte», de la Cía. Sarabela Teatro, que ella misma dirige. Sarabela, una compañía de largo recorrido con múltiples reconocimientos, se hizo, esta vez, con tres galardones: Maquillaje para Raquel Hidalgo y Vestuario para Suso Montero (compartido con Uxía P. Vaello de la Cía. Voadora), además del ya citado a la Mejor Adaptación-Traducción para Ánxeles Cuña.
Otros premios relevantes fueron el de Mejor Actriz Secundaria para la gran Luisa Merelas, por «A Función do Tequila» de Manuel Guede Oliva, con dirección de Antonio Simón, en la Cía. Teatro do Morcego. El Mejor Actor Secundario para Víctor Mosquera, por su actuación en el musical de Antón Reixa, titulado «Galicia Canival». No obstante, Mosquera es conocido, principalmente, por su trabajo cómico-paródico con Mofa & Befa y Quico Cadaval. El Mejor Actor Principal es Xosé Manuel Olveira «Pico», un clásico ya de la interpretación en Galicia, por su trabajo en «Kafka e a boneca Viaxeira» de Emedous Emoción&Arte Producións.
El «Manifesto Galego do Teatro» correspondió este año a Cesáreo Sánchez Iglesias, Presidente de la AELG (Asociación de Escritoras/es en Lingua Galega), hermanando así la reivindicación de un sector cultural cuya base está en la lengua propia de Galicia. Sánchez Iglesias hizo un discurso entre poético y político, desde la palabra directa, pero también desde la metáfora, y lo leyó con profusión de tonemas litúrgicos, redundando en un cierto tono melancólico, quizás por la añoranza de mejores tiempos para la lírica. Aunque sabemos que la revolución sólo puede estar en nuestras manos, en nuestros escenarios, en nuestras acciones, en nuestras bocas y, desde luego, en nuestras conciencias y hábitos de vida.