Zona de mutación

Producir inconsciente

Producir inconsciente equivaldría a decir producir nuevos infinitos en el hombre. El develamiento que el propio conocimiento humano, trátese de su simple auto-auscultación espiritual como el develamiento orquestado por las distintas ciencias, en donde lo desconocido ha ido entregando progresivamente sus respuestas y claves, ha llegado al punto de casi poder decir que ya no hay más secretos. Hay una correspondencia entre los problemas y las respuestas a los mismos, que el misterio humano está llegando a un punto muerto de expectativa por saber más de él. Sin embargo, todo estaría sujeto no a pisos sino a potencialidades, donde la fuente humana se asemeja a ese tablero de ajedrez donde dios y el propio hombre, pueden jugar su partida inacabable. El juego de las infinitas combinaciones residentes en el psiquismo humano, deniegan el intento de concluir en el agotamiento de jugadas posibles. Pero es que el cerebro adocena y constriñe estas posibilidades a un puñado de ellas que le aseguran rendimiento y previsibilidad. Cuántos sueños caben en la cabeza de un ser humano. Las codificaciones e instrumentalizaciones tienden a que la mente se detenga en lo que se sabe del mundo y a evitar el plano heurístico e inmensurable donde el azar es dueño y señor de los acontecimientos. La mente se retrae a planos de objetividad, de racionalidad que acotan el universo intuitivo a través del cual la mente se especulariza con el incierto cúmulo de datos donde a cada nuevo problema una nueva solución, lo que es igual que decir, el estallido hacia un código poético de infinitas asociaciones capaces de poder de captar la epifanía aleatoria de por qué las cosas ocurren de una forma y no de otra.

Los procesos instrumentalizantes, dejan a un costado posibilidades y aptitudes de la mente que no son incorporados a los procesos heurísticos, ni de pensamiento, que mucho hacen pensar en una anulación o sustracción de verdaderas capacidades creativas desechadas. El hombre según esto no vive integralmente, rindiendo a pleno en sus capacidades como para promover soluciones a sus múltiples problemas vitales. Entre los techos de la explosión demográfica y los límites del ecosistema, proporcionados a la cantidad de habitantes, pareciera desmentirse que el hombre sea según sus potencialidades para terminar adecuándose, letalmente, cada vez más sólo a lo posible.

En esta economía de cercenamientos, la cultura de los post-humano empieza por activarse como el concepto alternativo en el campo de las resistencias a lo que la frágil organicidad de un cuerpo puede hacer en un ambiente duro y como nunca cruel.

Las prótesis son una preparación a las condiciones aleves y crecientes del desierto de lo real, al mundo de carencias que desmultiplican el horizonte de infinitudes cuasi poéticas de lo humano.

La poesía es un contrasentido, en tanto modelo humano de lo múltiple, frente a los teoremas neoliberales que han acotado la sensibilidad humana a un puñado de reacciones esperables a ciertos estímulos predeterminados.

Una inquietud postrera sería: ¿cómo deponer capacidades cuando no se las ha empleado al máximo? ¿Cómo dar de baja el sueño de ver al hombre confiando en el hombre, consagrando la omnímoda obtusidad que los sistemas consagran a que el hombre viva contra el hombre? ¿Cómo darlo de baja como proyecto cuando su artífice aún no se ha empleado a fondo?

El hombre de hoy está sujeto a angustias espantosas, que no sólo se asocian a la precariedad general de sus condiciones de vida, sino al augurio con que el medio ambiente saturado, al borde del colapso, lo somete a reacciones de un egoísmo de supervivencia, en medio de oleadas de desánimos al que el sistema biológico no parece poder responder.

El pensamiento crítico, que normalmente se espera de los adalides aquellos que encarnan las mejores energías conscientes de la sociedad, negocian en las menudencias de lo que puede hacerse. Pero, mal que le pese a quien le pese, el sueño lo humano, aún en sus mutilaciones, está atado a lo infinito. Y entre el hombre que padece la experiencia y aquel capaz de crearla, el artista es aquel capaz de recordarlo. Sin negociaciones. A ultranza.


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