Profesiones y pasiones
Me empeño en pensar que las profesiones son algo más que un trabajo para ganarse la vida. Si tenemos la suerte de que la profesión sea nuestra vocación, entonces ya tenemos mucho ganado. Nos guste más o menos, la profesión, cualquiera que sea, va a ocupar una buena parte de nuestro tiempo vital.
Me empeño en pensar que la profesión que ejercemos acaba por incorporarse e integrarse, de algún modo, a nuestra personalidad. Dentro de los rasgos distintivos individualizadores socioculturales está la profesión. Aunque pueda parecer un rasgo caracterológico común a todas las personas de ese gremio, su interjección con otros trazos físicos, biológicos, psicológicos y culturales, acaba por singularizar una identidad individual.
Me empeño en pensar que las actrices y actores, por ejemplo, pertenecen a un sector profesional que, de alguna manera, forja un carácter especial. Una personalidad relacionada con la empatía, con la capacidad para ponerse en los zapatos de los demás, con la resiliencia y la resistencia. Un modo de ser derivado de la lucha por vivir de su trabajo, poco valorado por lo general, a menos que sean protagonistas de series de ficción o películas de éxito. Pienso en las actrices y en los actores de las pequeñas compañías de teatro, en las que no son famosas, en las que actúan en salas pequeñas.
La profesión de actriz y actor, además, implica mucho coraje para exponerse ante un público, para presentarse a castings y tirar para adelante, aunque no sean las seleccionadas. Coraje para asumir el ridículo, el fracaso, el error… circunstancias connaturales a los ensayos y a la investigación práctica en las artes vivas, donde es tan importante arriesgarse a probar, a experimentar, a errar. Coraje para trabajar desde la vulnerabilidad y la desnudez, porque el escenario nos desnuda y porque la interpretación es una labor más de observación, porosidad y escucha, que de imponer. Y, al mismo tiempo, una insobornable convicción, así como una capacidad de acción y reacción ágil, dinámica y atractiva. Porque toda actriz, todo actor, sabe hechizar y seducir y posee el arte de la elocuencia no solo en el modo de hablar, sino también de mirar, gesticular, moverse, expresarse, captar la atención.
En estos últimos tiempos podemos comprobar como un ex-actor, Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, hace gala de algunas de estas características de manera brillante.
En esa misma órbita está Ajmed Zakayev, según la prensa, el rebelde checheno más odiado por el presidente ruso Vladimir Putin, que vive exiliado tras dejar su carrera como actor, para alzarse en armas contra Moscú y acabar siendo el primer ministro de la república no reconocida de Chechenia. Sin embargo, Putin no profesó de actor, ni tiene la sensibilidad que otorgan las artes vivas. Putin fue teniente coronel de la KGB y eso imprime otro carácter y algo más que prefiero no pensar.
Incluso las personas del teatro amateur comparten rasgos caracterológicos con las profesionales de la escena. Quizás porque nuestra dedicación de tiempo libre, cuando es una pasión, también acaba por incorporarse a lo que somos.
Este pasado fin de semana, del 14 al 17 de abril, he sido invitado a las I Xornadas Formativas do Teatro Amador Galego, organizadas por FETEAGAL (Federación de Teatro Amador Galego), con el patrocinio de la Diputación de Ourense. Fueron inauguradas por la actriz y activista feminista Mariana Carballal, en el Centro Cultural Marcos Valcárcel de Ourense, y celebradas en el Multiusos de Cea, en la Casa da Cultura de Vilamarín y en el Liceo de Ourense, con talleres impartidos por la actriz Rosa Puga (Interpretación), el actor Miguel Canalejo (Improvisación) y por mí (Creación escénica y dramaturgia). Unas jornadas que se complementaron con la experiencia culinaria, monumental y paisajística de la zona.
Me fascinó comprobar lo siguiente: al margen de las edades diversas y también de las profesiones, las actrices y actores de teatro amateur de Galicia y de Asturies, de donde acudió una nutrida comitiva, tienen algo importante en común. Hay en ellas una sensibilidad especial, ganas de compartir, atrevimiento y una voluntad por estar más vivas, por ser felices, por hacer lo que les gusta. Hay quien se empeña en conseguir poder o dinero y hay quien se empeña en hacer lo que le gusta y en dar gusto a los demás, y eso creo que marca una diferencia substancial.
Entre los participantes me encontré con Valentín Varela López (Oza dos Ríos, 1948), un jubilado que fue tornero, primero para la fábrica Barreiros de A Coruña, con 18 años, y después, entre 1961 y 1967 para la Citröen en Francia. En el Departamento 28, en Eure-et-Loir, Valentín fue actor del Grupo Artístico Reflejos de España, que estaba integrado por obreros, sobre todo albañiles y metalúrgicos, y algunos exiliados. El grupo estaba comandado por el granadino Antonio Cañete Rodríguez, un ebanista del partido anarquista, que ya había estado preso en un campo de concentración fascista en España, tanto él como su mujer, ella había muerto allí.
El Grupo Artístico Reflejos de España pertenecía a las Juventudes Libertarias de Francia, un partido anarquista. Representaban obras teatrales, como La barca sin pescador de Alejandro Casona, Tierra roja de Alfonso Sastre, y escenificaban poemas como “Pena negra” y “La casada infiel” de Federico García Lorca, “La desesperación” de José de Espronceda. También habían representado una obra titulada La muerte de García Lorca, en la que Valentín interpretaba al dramaturgo y poeta granadino. Valentín se acuerda, con risa, del día en que Antonio Cañete tuvo que substituir al actor que hacía de Guardia Civil y cómo, después de insultar y amenazar a su personaje, a Lorca, le daba un bofetón que, ese día no fue de ficción. El director era un tal Arrufat y también venían, a veces, actores exiliados que les ayudaban con algunas indicaciones. Con las funciones que hacían en teatros municipales del Distrito 28, Eure-et-Loir, como Chartres, incluso en los locales de los Bomberos de Dreux, en Ébreux en Normandía, en Tréville en Languedoc-Rosellón, recaudaban dinero para enviar a España, para los juicios y para ayudar a las personas que estaban siendo represaliadas por el régimen franquista.
Valentín Varela volvió para Galicia hace años, establecida ya la democracia. En 2020 fundó, junto a David Vázquez, el joven que es presidente de la FETEAGAL, el grupo de teatro amateur ESTETA de Taboadela (Ourense) y, además, también participa en otros dos grupos.
Pese a un ictus que, hace unos doce años, le obligó a recuperar el habla y la motricidad perdidas, y a otros problemas de salud, Valentín es un hombre afable, animado y alegre, con una capacidad de juego envidiable y contagiosa.
Entre las participantes de Asturies también estaba Maruja Zapico García, del grupo Selena Teatro de Soto del Barco, una mujer que anda cerca de los ochenta años y que lleva dos prótesis en las rodillas. Maruja es otro ejemplo encomiable de conjunción entre vitalismo, espíritu lúdico, sensibilidad y capacidad de superación.
Sin duda, la profesión de actriz o actor, y la pasión por el juego escénico, que compartimos con las personas que integran grupos de teatro amateur, forja seres humanos especiales.
Este artículo responde a las preguntas de teatro Amador, sí o no? Es simple, une todas las generaciones sin importar ni estatus social, ni estado físico, y por supuesto ni mental. Después de todo, es necesario dejarse de traumas, perder la vergüenza y volverse ,en ocasiones, un poquito loco, para subirse al escenario.
Gracias querido PROFESOR