Puentes en Wroclaw
He pasado tres semanas en Polonia y una en España intentando hacer y escribir sobre teatro; durante todo ese tiempo solo una palabra venía a mi cabeza: PUENTES. Mientras participaba en el Odin Festival en Wrocław del 2 al 7 de septiembre y recibía del Odin no solo una lección de teatro sino una verdadera lección de vida; una sola palabra venía a mi cabeza: PUENTES. Puentes entre las diversidades culturales y generacionales, puentes entre la teoría y la práctica, puentes entre diferentes formas de vivir el teatro, puentes creados desde la profunda convicción y el respeto. PUENTES. Puentes entre Polonia y el país apátrida del Odin con sus islas flotantes y sus miles de secretos colaboradores.
He tardado tres semanas en destilar el significado de esa palabra PUENTES y todas las sensaciones y reflexiones que me produjo aquel encuentro con la gente del Odin. Un encuentro con gente que vive, respira y ama el teatro; un encuentro con la historia polaca e internacional del teatro; un encuentro con gente joven, a veces tan joven, que recibía con ojos iluminados el amor y el respeto por la profesión que el Odin les ofrendaba.
El Odin es algo más que un grupo teatral, es parte de la leyenda viva del teatro del que todos formamos partes y sin el cual nada sería lo mismo.
Es la referencia de que a pesar del paso del tiempo, de las dificultades, de los cambios, de las diferencias, es posible mantener la unidad de un grupo a lo largo del tiempo; que irse no significa irse sino tener un espacio para volver cuando se persiguen objetivos comunes; que es posible envejecer juntos luchando por el mismo destino y conservar al mismo tiempo la esencia de uno mismo.
Gracias a Eugenio, a Iben, a Roberta, a Julia, a Hans, a Jan, a Tage, a Kai, a Donald, a la joven y llena de energía Sofía y a la prodigiosa violinista Elena, y a todos los que no estaban allí pero que forman o formaron parte en algún momento del mundo del Odin. Gracias por abrir una ventana a un momento de su vida y su trabajo y por compartirlo tan generosamente con nosotros en esa gira en la que celebran su cincuenta aniversario y que tuvo una especial y emotiva parada en Wrocław.
Gracias al Odin por su generosidad y su entrega, por su respeto y amor por el teatro y por compartirlo con todos aquellos que tuvieron la suerte de participar en ese intercambio que tuvo lugar en Wrocław. Gracias al Instituto Grotowski por poner tanta dedicación y empeño en organizar un evento en el que todos los detalles estuvieron cuidados al máximo y en el que se percibía el amor y el respeto por el evento que se estaba realizando.
Sigo pensando en los puentes, entre el Odin y Polonia, entre Polonia y el resto del mundo, entre el teatro y la vida (que es teatro); somos individuos que tendemos lazos personales y profesionales con otros, somos puentes vivos de una red invisible. Puentes de respeto, de lealtad, de solidaridad, de coherencia, puentes de profesionalidad. Doy las gracias a todos los que con su existir hacen que esos puentes sean posibles.
Y si, hoy, estoy profundamente agradecida. Larga vida al Odin Teatret