Puro teatro
La magnífica obra podría representarse una y otra vez hasta el infinito con el mismo impacto emocional en el público si tan solo se cuidasen los detalles de la puesta en escena.
Vestuario perfecto, actitud perfecta, dialogo perfecto, escenografía perfecta, espacio escénico de primera pero… los detalles, esos mínimos detalles que al sumarse pueden hacer fracasar cualquier representación.
7:30 de la mañana y el mendigo de ropa sucia, con voz lastimera repite una y otra vez sus líneas; «tengo haaaaambre…»
La horda de oficinistas uniformados, ellos de corbata y traje obscuro, ellas de taco alto y falda de largo inversamente proporcional a sus aspiraciones en la empresa, alienados rumbo a su confinado puesto de trabajo, al subir las escaleras que conectan el sub mundo del transporte público en esa lata de sardinas llamada metro y el mundo llamado laboral de esclavitud asalariada. Ninguno puede ser indiferente frente ese gran artista producto de mucho ensayo, perfeccionamiento y repetición por mejorar la pieza representada. De seguro, seducido en su piedad sanadora, más de alguno dejará caer una moneda en el sombrero recaudador para que ese pobre hombre pueda alimentarse y no morir de inanición.
Lo sé, aquí es donde empiezan las condenas hacia mi persona por ser tan insensible ante el desposeído.
Ok, de acuerdo, es una persona que vive en la pobreza pero algo diré en mi defensa; si uno es capaz de sobreponerse al primer impacto producido por el tono lastimero y la sola palabra hambre dicha con el tono preciso, impacto que yo mismo tuve la primera vez que presencié su acto, puede empezar a percibir con menos sentimiento y más frio análisis racional.
Basta observar un poco para darse cuenta que en un peldaño más abajo del que le sirve de asiento, ha ido acumulando los piadosos donativos de oficinistas demasiado apurados como para mirar más allá de sus narices.
Entre lo que se puede apreciar a simple vista, porque tampoco se trata de espiar descaradamente como para hacer un censo perfecto, cuento 2 paquetes de galletas sin abrir, 3 cajas pequeñas de leche aun selladas, 2 sándwich, uno de ellos de jamón con queso y una bolsa plástica conteniendo algunas cosas.
Bendito desayuno. Por lejos, mucho mejor al mío que con suerte es un café pequeño para no perder tiempo y algún trozo de pan masticado sin ganas rumbo al transporte público.
¿Quién está equivocado?
¿El o yo?
En realidad depende de las aspiraciones individuales pero si ese hombre quiere seguir con ese verdadero acto teatral que le da de comer, imperiosamente debe cuidar más los detalles porque tarde o temprano su público se percatará de que la representación es sólo eso; una representación.
En la actividad formalmente denominada teatro los detalles deben ser cuidados al extremo para que el espectador se deje seducir por la magia escénica y no sea desilusionado por un foco que no funciona, un zumbido por los parlantes, un pedazo de cartón asomándose de la escenografía o …
El tío tacaño de la familia del pato Donald le enseñaba a su sobrino; «cuida tus centavos que tus dólares se cuidarán solos».
En las artes escénicas podría ser; «cuida los detalles que la obra se cuidará sola».