Putin juzgado en la Haya
Soñemos, soñar no cuesta, que Vladimir Putin, el neozar ruso es juzgado por un tribunal internacional por sus crímenes de guerra.
A partir de esta quimérica ilusión se ha realizado una obra de teatro que actualmente se presenta en Sofía capital de Bulgaria. La noticia me llegó por Internet, puesto que no he visto la obra, pero me pareció tan sobresaliente que quiero compartirla con usted, amable y escaso lector. Es un sueño imposible que cobra vida en el escenario, ¡viva el teatro!
La obra se llama sobriamente La Haya y es de la ucraniana Sasha Denisova, actualmente se presenta en el Teatro Nacional de Sofía, y de acuerdo con las informaciones causa furor por su osadía. Recordemos que el neozar es muy influyente en Bulgaria, país de la Unión Europea que estuvo dominado por la Unión Soviética, (Rusia agrandada con la que sueña Putin), durante casi de 50 años, así que se temía que no fuera a gustar o a provocar rechazo. Pero al parecer esta ‘fantasmagoría grotesca, mordaz y siniestra basada en hechos y personajes reales ligados a la guerra rusa en Ucrania’ es del gusto del público.
El argumento de la obra es directo: una niña ucraniana que perdió sus padres en la invasión rusa de febrero de 2022, sueña con el juicio contra el jerarca del Kremlin, y su sueño se convierte en realidad gracias a la magia del teatro. Y ahí lo vemos sentado en el banquillo de los acusados, al soberbio Putin representado por una actriz, colmo de provocación para un macho de torso desnudo como el presidente ruso.
No puedo decir más porque no he visto la obra, sólo tengo referencias del programa que acompañará La Haya en su presentación en el Centro Dramático Nacional de Toulouse a principios del próximo 2024 con la misma compañía búlgara. Porque el director de la obra es el franco-búlgaro Galin Stovel, que también dirige el centro. Explica en el programa: Durante la creación del espectáculo en Sofía, pude constatar que el teatro puede producir movimientos tectónicos en el modo de pensar o sentir del espectador. Más allá de cuestiones artísticas, nuestro trabajo afecta cuestiones de sociedad que rebasan con mucho nuestro pequeño mundo teatral.
Reflexionemos sobre las posibilidades que tiene el teatro de cambiar el mundo: Ninguna. El mundo se cambia por la fuerza de la propaganda, de las armas y la destrucción. A veces es con la democracia, difícilmente, porque los ambiciosos apegados a las ubres del poder son capaces de cualquier triquiñuela con el fin de seguir en su silla, aunque destruyan a su país. ¿Entonces?
Hay una satisfacción que dura el tiempo de una representación y ver al nefasto personaje juzgado en escena, que responde con palabras reales y que es castigado por sus tropelías, es un alivio. Lo podemos ver en el importante Gran Dictador de Charles Chaplin, película estrenada en 1940 contra viento y marea en pleno apogeo del nazismo. El film cambió poco al desastre universal de la Segunda Guerra Mundial, no obstante marcó los espíritus y fue el primer rayo de luz que indicaba que algo podía cambiar. Las imágenes del dictador jugando con el mundo en forma de balón que se desinfla, aún perduran.
Así el teatro, es un indicador, una advertencia, una diversión, importante para continuar adelante, nos deja el aliento de que algo puede cambiar. Y en este caso los países europeos no deben olvidar que el país que retiene las ambiciones del neozar es Ucrania que da su sangre para que otros pueblos no sean invadidos.
Como en una vieja crónica de salvajismo, Putin ha liberado a asesinos confesos que van a asesinar a ucranianos en el frente de batalla. Un frente creado por un ataque criminal en contra de un país soberano. La guerra de Ucrania, una batalla tan lejana de Europa occidental, aunque tan inmediata como fue la agresión contra Berlín en 1953, Hungría 1956, Praga 1968, y ya en nuestro siglo contra Chechenia, Crimea y ahora Ucrania. Cuando se pierda esta batalla, la guerra va a continuar contra Polonia, Rumania o Alemania. Ucrania es nuestra esperanza.
Por ahora el teatro hace justicia y juzga a Vladimir Putin en una noche de teatro. Tal vez pronto podamos verla en nuestras escenas, para seguir soñando.
París, noviembre de 2023