«Retrospectiva» de Xavier Le Roy
La Fundació Antoni Tàpies de Barcelona acoge hasta el 22 de abril “Retrospectiva”, una pieza del coreógrafo francés Xavier Le Roy. En este caso, el espectador que compra la entrada no entra en un teatro sino en museo, con lo que puede permanecer allí todo el tiempo que desee. (En un teatro se le echa, educadamente, una vez terminada la función.) En este sentido el espectador que se acerque a la Tàpies, estará también comprando tiempo. Aun así, “Retrospectiva” no habla del tiempo sino que pretende ser un diálogo activo entre el visitante y las distintas piezas del coreógrafo interpretadas por distintos bailarines.
Visité la obra el sábado pasado. Eran las diez de la mañana y fui el primer visitante. El primero en ver el espectáculo, está claro, porque cuando llegué, el museo ya estaba lleno de los turistas habituales que visitan la obra de Tàpies. El espacio de representación estaba vacío. Nada en las paredes, ningún cartel, ningún programa de mano. En medio de la sala cuatro bailarines, Sergi Faustino, Pere Faura, Idurre Azkue y Cristina Núñez. Me acerco tímidamente a ellos y empiezan a correr hacia los vértices de la sala. Me quedo solo en el medio. Vuelven hacia el centro y a medio camino citan en voz alta diversos años: 1997, 2001, 1999… Seguidamente, cada uno empieza a hacer una coreografía. Son solos, y se deduce que fueron hechos en el año que acaban de decir. No sé donde mirar. ¿Serán piezas largas? ¿Tengo que ir de un lado para otro o quedarme mirando un solo intérprete? De repente Sergi Faustino se me acerca. «Hola, buenos días. No sé si has podido ver un poco lo que estaba haciendo…». Y le contesto, «pues la verdad es que no, te he mirado un momento pero luego me he ido hacia tu compañero…». «Sí, sí, ya te he visto», dice él. Nos reímos. «No importa, te lo vuelvo a hacer y luego te cuento». «Vale», le digo. Mientras tanto los otros tres bailarines continúan con lo suyo, pero yo ahora estoy con Faustino. Hace un fragmento del solo de Xavier le Roy «Self Unfinished” (1998). Cuando acaba se me acerca y me explica su relación con este solo. Reconoce que cuando vio el vídeo de esta pieza por primera vez no tenía ni idea de quién era Xavier Le Roy. Sonrío, porque yo hasta hace un par de semanas tampoco había oído hablar nunca de este hombre. El intérprete continúa con sus explicaciones y me vuelve a hacer otro fragmento. Al cabo de un rato me fijo en Idurre Azkue. Está haciendo unos movimientos muy raros, como espasmódicos. Se me acerca y me saluda. “Sí, esto es un solo que hice hace unos años, quería mostrar los bailes que hacía cuando era adolescente en las discotecas, a las cinco de la mañana. ¿Te has visto reflejado, o qué?”. Nos reímos. Luego me explica la primera vez que vio “Product of Circumstances” (1999) de Le Roy y la reacción que le causó. Me la escenifica. Sus explicaciones son muy claras y me meto dentro de su mundo absolutamente. Y de este modo me voy encontrando con los demás intérpretes. Me voy soltando y a uno le digo si me puede hacer el “Robocop” que me ha parecido ver de reojo en algún momento. Me paso una hora y media más o menos, el tiempo del que dispongo, observando a los cuatro intérpretes, hablando con ellos, preguntándoles cosas… Esto es “Retrospectiva”.
El título del espectáculo es interesante. Se trata de una retrospectiva, sí, pero es una pieza nueva. No hay nada de documental, nada de vídeos ni gravaciones de Le Roy. Se trata de una retrospectiva de las piezas más emblemáticas del coreógrafo, pasadas por el cedazo de cada uno de los intérpretes. Cada performer hará su propia retrospectiva de su vida, en base a la obra del francés.
En mi opinión, la fuerza de este espectáculo está en la proximidad con el espectador. Se trata de una mirada nueva, fresca, directa y abierta. El espectáculo es el diálogo que se crea entre el visitante y el intérprete. ¿Mirar la danza de esta forma tan natural, despojada de iluminación, vestuario… casi desnuda, hace que pierda magia? Puede que sí, en el sentido clásico al que estamos acostumbrados, pero esta proximidad que se establece, crea otro tipo de magia. Es la magia de la experiencia real, de la sensación de vivencia.
Creo que éste es el verdadero valor de la pieza. Lo digo porque se está hablando mucho de la singularidad del espacio, del paso importante que supone la colaboración entre la Fundació Tàpies, el Mercat de les Flors y el Instituto Goethe, etc. ¿Es tanta la sorpresa que supone que un museo de arte contemporáneo programe acciones escénicas? ¿Aún estamos aquí? ¿La cooperación entre instituciones culturales no tendría que ser una práctica habitual? ¿Y qué, si no?