El Chivato

¿Qué danzas?

La danza, en nuestra vida cotidiana, se halla directamente asociada a la música pues ¿que es bailar sino la interpretación corporal de lo rítmico-sonoro?

Los diversos estilos musicales dan lugar a diferentes formas y estilos de danza, con sus pasos, figuras, cadencias, texturas; entonces, bailar no es sino seguir el sonido para expresarlo con el cuerpo, haciéndolo visible… «La danza es la música que se ve»…

Esta concepción generalizada del danzar es efectivamente una realidad, pero no toda. De alguna manera, abordar la danza en estricta relación a lo musical es considerarla siempre ‘sujeta’ a esta, ya que las formas de movimiento surgirían de y estarían determinadas por la música. Esto no es bueno ni malo en si mismo, pues no se trata de hacer aquí una comparación valorativa entre estos dos lenguajes del arte; más bien, lo que intentamos, es abrir nuevas posibilidades y multiplicar las miradas para concebir el arte coreográfico.

Fue el coreógrafo estadounidense Merce Cunningham quien, a mediados del Siglo XX, llevó a cabo una verdadera revolución en la forma de entender y abordar la Danza Teatral Occidental. Dicho brevemente, Cunningham se sumergió en la búsqueda de la ‘autonomía’ del lenguaje danzario para lo cual creyó necesario liberarlo de todo factor ajeno a este, sea interior (sentimientos, emociones, ideas, el mismo bailarín…) o exterior (un texto, una fábula, o la misma música…), dejando lo único y esencial de la danza como tal: el movimiento.

Para él, danza era movimiento puro y sólo eso: no surgía de nada ni nadie, sino que refería a formas abstractas sin origen ni fin y que el bailarín solo se avocaba a ejecutar. En el «Nuevo Formalismo Abstracto» de Cunningham, la danza era un lenguaje que se valía por si mismo porque era en si mismo: solo movimiento y sus ejecutores no eran subjetividades sino «cuerpos entes».

Con el correr del tiempo y el advenimiento de nuevas tendencias coreográficas, las premisas postuladas por Cunningham fueron eventualmente trascendidas. No obstante, sus aportes no han desaparecido por completo. Obviamente, y a esta altura del partido, debemos matizar muchas de sus afirmaciones ya que, la danza, no podría «autonomizarse» de manera radical y absoluta como si estuviese aislada de cualquier tipo de influencia (subjetiva y/o externa), tal como pretendía el coreógrafo. Ahora bien, más allá de la radicalidad de su propuesta, la misma permitió concebir al lenguaje del cuerpo en movimiento de una manera completamente novedosa ya que se reivindicaba la materialidad del movimiento y su valor sui generis, sin considerarlo predeterminado, ‘sujeto a…’ o mera consecuencia de factores externos al mismo.

Entonces, y en relación al tema que discutimos en estas líneas, nos preguntamos: el arte coreográfico… ¿puede crearse y existir sin la música?

Claro que sí, lo cual no implica que no pueda estar acompañado por esta. Pero una cosa es decir que la danza es la –necesaria- interpretación de la música y otra que danza y música se acompañan mutuamente y entretejen formando un entramado único. Ejemplo de ello es que, muchas veces, en los procesos de creación en Danza Contemporánea, las coreografías son creadas previamente a la elección de la música con la cual se presentará en la escena o, también, cuando una secuencia coreográfica es acompañada por sonidos diversos como los de un timbre, un martillo, gotas de agua, palabras o incluso el silencio.

Sea como fuere, lo importante a resaltar es que no existe una sola forma de crear en danza o de danzar. La música es, sin duda, una herramienta privilegiada a la hora de abordar el lenguaje del movimiento pero no es la única. Más bien, música y danza se entrelazan creando una atmósfera visual y sonora cuya riqueza radica en el modo de ponerlas en relación e integrarlas.

De alguna manera, y recuperando el aporte de Cunningham, concebir la danza como materialidad en si misma y no en función de una música determinada, ha de ser un camino para liberar y expandir la potencia creativa, dando lugar a nuevas e inesperadas formas de movimiento.


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