¿De qué sexo es la palabra?

Querido amigo: cada vez soy más imperfecta

Verte y desearte como amigo y amante.

Ponerte en cuatro patas y someterte. Que me pongas la pija en la boca, chuparla hasta la asfixia. Ahogarme con tus genitales en mi boca. Tu mano tirando mi pelo contra la pared. Odiarte al instante siguiente. Te quiero en la amplitud del término querer sin final, sin escala, ni número en el principio ni en el final. Sin sentimientos claros o definidos donde comienza uno y se levanta una línea divisoria como en las películas sobre fronteras. No hay una frontera geográfica. Ni de relación. Te he querido y abandonado en el mismo día unas 20 veces y también más. Me has expulsado de tu vida en estos diez años innumerables, incontables e insaciables veces. No las llevo contadas. Me has odiado, repudiado, abandonado, cogido, amado, detestado, admirado, deseado. Nos hemos vivido en honestidad.

He amado y deseado a otros y otras en estos diez años. Eso me ha dado distancia sobre vos y sobre mí, sobre quien puedo ser al quererte en formas tan distintas como es no tolerar tu vanidad constante. No me he animado a perder más, a fracasar con dignidad, a ser valiente hasta el hartazgo, no logro ser madura y llorar en el cuartito. Me falta mucho y me queda muy poco tiempo. Ya no soy joven y sigo siendo niña a rabiar. Ya dentro de poco nadie me gritará obscenidades en la calle. Vivo y me alimento de lo que las palabras y las fantasías me permiten ser y pensar, no hago casi nada para acostarme con alguien.

Me gusta y me aterra estar en la cama con alguien nuevo. Quiero superarlo y no quiero. Cada vez soy más imperfecta y más vulnerable para crear, eso me sirve y aniquila, pero me hace estar viva, ese impacto fuerte que es sentir, aunque no sea agradable. No soy buena compañía. Tengo ideas claras sobre algunas cosas y el resto es turbulencia y duda. La duda se acumula porque me gusta verle la hondura. Me ayuda a meterme y dormirme en ella , como Hamlet y su silencio. Soy tu grito en la almohada, sin espesura, con la cara expuesta, y la entrepierna blanda. Busco solamente el fracaso, lo he visto de cerca, pero le temo, no soy una revolucionaria, apenas lidero estallidos emocionales que no logro sostener. No sostengo casi nada de lo que pienso. No llego a la acción, pero pensar es también acción. Aunque sea sólo la huella del pensamiento.

Y desde el fracaso de ser tantas y tantos en un mismo día es que resuelvo fracasar con intención, una vez más, por el fracaso constante, hasta llegar al final del fracaso, ese hueso maldito que se aleja. Fracasar sin descanso. ¿Cómo será estar pendiente unicamente del fracaso? Olvidarse de todo, de todos, hasta de uno, olvidarse y despejar, despegar. Irse en la laxitud del error. No estamos preparados para el error, no tenemos tolerancia, no somos adultos aún. Nuestro sistema nervioso personal y el social que nos protege y masacra no ha madurado aún y reniega de la importancia del error. Exigimos y demandamos como huérfanos. Más y mejor, ¿qué será eso?


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