Quiero ser normal/Joan Simó
Vitriólico
Obra: Quiero ser normal
Autor, intérprete y dirección: Joan Simó
La Fundición Aretoa –Deustua- 06-12-04
La tercera propuesta del ciclo de espectáculos de L’Antic Teatre de Barcelona presentada en La Fundición es una de esas joyas del teatro libertario. Del bufón social, cáustico hasta la grosería, dominador del tiempo escénico como espacio para el compincheo y hasta la conspiración. Joan Simó es un artista singular, un defensor de la crítica política expresada con toda la contundencia del sarcasmo, la que coloca al individuo como centro de todo el discurso, un ser despistado, fracasado, pero libre, y, sobre todo, capaz de entender perfectamente quienes son sus enemigos y quienes sus compañeros de viaje hacia una Nada perfectamente diseñada por los poderes reales, eclesiásticos y políticos.
Su personaje hace de Rey Borbón y muestra a un feto en forma de conejo despellejado, da vida al mismísimo Papa polaco que le hace llegar una letra a Albert Plá, es un creador pictórico aleatorio, un político de un partido llamado POC SUC que recuerda en su acróstico a la versión catalana del PC, pero que se debe traducir por poco jugo, o poco seso, pero que el candidato dice es el Partido Obrero Comunista Socialista de Unión y Convergencia. No se puede decir más en menos letras, para mostrar un desengaño hacia los discursos de los partidos, aquí en un alarde de proclamas en las que las palabras se mezclan de tal manera que nada se dice, que todo se queda en agua de borrajas, en un caldo con muy poco jugo, es decir con un discurso alienante con ínfulas de cambio o recambio.
Es un trabajo abiertamente político, con momento geniales, como es cuando se pone a pedir limosna con una pata de jamón en vez de palo, y que como nadie le echa ni un céntimo de euro, deben comerse su propia pierna. Magistral. Siempre en un tono interpretativo que huye de lo obvio, o lo hace con perfiles muy gruesos. Su denuncia de un catalanismo folclórico, su abrazo a los charnegos (maketos), le convierten en un ácrata con un discurso vitriólico que todo lo disuelve, para que nos quede a través del humor, los rasgos de salvación, la de la libertad de pensamiento. Nos da una despedida genial. Llama por teléfono, de verdad, a un cerrajero, a un echadora de cartas y a un teléfono erótico. No se puede pedir más realismo. No se puede pedir más teatralidad. Más ingenio. Que este trabajo malviva en las catacumbas de la programación es un síntoma alarmante. Hacía muchos años que no reía con tantas ganas frente a un grandísimo cómico. Salud.
> Carlos GIL