Foro fugaz

Radiografía de Hedda Gabler

Una caja como conteiner, un enlatado de sardinas peligrosas, un cajón cuántico para observar el confuso comportamiento de las partículas, un público involucrado hasta la medula de la obra. Así es la experiencia que nos propone en el Teatre Lliure de Barcelona, Alex Rigola en una radiografía de la obra de Ibsen de la que extrae lo esencial, su estructura básica. Normalmente el espectador es una especie de voyeur en el teatro burgués, en este caso se convierte en un testigo, un juez al que rinden cuentas los personajes-actores.

Todo parece indicar que esta caja Linterna Mágica o Retablo de las Maravillas es un recurso de Rigola y su compañía Heartbreak Hotel para desentrañar los secretos de obras nacidas entre dos siglos, el XIX y el XX. Ahora clásicos, Chejov e Ibsen se han visto analizados a través de este cerrado espacio teatral en el que el público forma parte de la puesta en escena. Primero fue El tío Vania (que no pudimos ver), y ahora esta Hedda Gabler.

Pero regresemos a esta caja mágica que me trae recuerdos muy intensos. Se trata de la recreación de un espacio para una lección de anatomía, tal como lo imaginaba Grotowski en su versión de El príncipe constante de Calderón. También recuerda por su luz cruda a un quirófano en el que los intérpretes operarán a los personajes, en este caso a la enigmática Hedda (interpretada con sorprendente fluidez por Nausicaa Bonnín). En este horizonte vacío, propio para el análisis y la emoción, los objetos cobran un volumen inesperado: un revolver, una laptop, una botella de cerveza, una palabra escrita, Felicitat.

Entre el análisis y la acción, Alex Rigola opta por la palabra y la acción interior. Para generar emoción depende de Nausicaa Bonnín, estrategia un tanto arriesgada pues los otros actores tendrían sus emociones y sus acciones para dar movimiento a la obra, pero parece que están atrincherados, arrinconados ante el muro de madera. La caja mágica es exigente, es una lupa, un tubo de ensayo; en Grotowski era un trabajo de trance de los actores, en el Vudú las potencias invocadas toman posesión de los oficiantes, en el quirófano el paso entre vida y muerte, entre salud y enfermedad; en Hedda Gabler hay una distancia analítica que convierte a la obra en una disertación casi de análisis de texto. Lo dicho, el excelente hallazgo espacial de Rigola exige acción, desnudez emocional, riesgo y audacia. Algo de esto falta en el resultado final de su puesta en escena. El espectro del aburrimiento planea entre los espectadores.

Añado que el teatro es para su público, en este caso el Lliure en el barrio de Gracia en Barcelona que con esta Hedda Gabler tiene las localidades agotadas hasta el final de la temporada. Alex Rigola es un respetado y reconocido director escénico europeo, y su versión de la obra de Ibsen es una experiencia de introspección escénica. También reconozco que soy un crítico limitado: casi no entiendo el catalán y seguramente eso ha influido en mi su juicio. Hay algo que se me escapa de la puesta en escena.

El Teatre Lliure sigue siendo un motor de la vanguardia teatral catalana. Su serie de espectáculos especiales bajo la denominación de Katarsis son un ejemplo. Y sus puertas están abiertas para la nueva creación, en su sitio internet hay una invitación permanente para presentar proyectos. Así que fue un privilegio asistir a una de sus más importantes experiencias: Hedda Gabler bajo la dirección de Alex Rigola.

París, enero de 2023


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba