“Rayo, viento y ausencia”/Poemas de Miguel Hernández/El Silbo Vulnerado
Poesía de combate
Obra: “Rayo, viento y ausencia” Sobre poemas de Miguel Hernández. Compañía: El Silbo Vulnerado. Intérpretes: Carmen Orte y Luis Felipe Alegre. Dirección: El Silbo Vulnerado. Lugar y fecha: Teatro Arbolé. 7 de diciembre de 2009
Con motivo del primer centenario del nacimiento de Miguel Hernández, la compañía zaragozana El Silbo Vulnerado ha creado un nuevo espectáculo que recoge una veintena larga de poemas bajo el título “Rayo, viento y ausencia”. El pasado lunes fue presentado con carácter de estreno en el Teatro Arbolé, ante un importante número de espectadores. Los poemas están agrupados en tres bloques: poesía amorosa (Rayo), poesía escrita durante la guerra civil (Viento) y por último poemas escritos en prisión (Ausencia).Entre los poemas escogidos se encuentran algunos de los más destacados y conocidos, aunque yo eche de menos algún otro como la Elegía a Ramón Sijé, “Las manos”, “El sudor”, “Los hombres viejos”, “El herido”, “Canción última” o “Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío”. Es todo un acierto incluir, al inicio de la segunda parte (Viento), la dedicatoria a Vicente Aleixandre con la que el poeta abrió su libro “Viento del pueblo”.
La puesta en escena es sobria, sencilla y ante todo, respetuosa con el verso de Miguel Hernández. No hay ningún elemento que dispute el protagonismo a la palabra. Sólo algún leve gesto, sólo la potencia enfática del negro, sobre el que se dibujan pinceladas rojas (una silla, un pequeño banco, un pañuelo, el vestido), que funcionan como marco a la poesía. “Yo empuño el alma cuando canto”, decía el poeta, y en parte, ese alma estuvo ausente. Me faltó la intensidad y me faltó la emoción que se escapa por los poros de la piel poniendo los pelos de punta. Hubo momentos muy logrados (“Canción del antiavionista”, “Sepultura de la imaginación” o “Fuera menos penado sino fuera”) pero en otros no se mostró el anhelo, la vehemencia y la fuerza vital de una poesía escrita y recitada en las trincheras por Miguel Hernández. “Aceituneros” (que me perdonen Paco Ibáñez y sus seguidores) con esos acordes mortecinos, aparece desnuda de la fuerza y de la combatividad del verso de Miguel Hernández. Algo similar le ocurre a “El niño yuntero”, “Vientos del pueblo” o a “Rosario dinamitera”, y en general, se abusa de un tono en exceso cadencioso, que tiende a aplanar la efervescencia, la pasión y el fervor de su poesía. Es elogiable recuperar a Miguel Hernández, y hacerlo con buen gusto, pero falta esa emoción que cae sobre el espectador como “relámpagos y gotas”.
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, Miércoles 9 de diciembre de 2009