Realidad real
¿Dónde se aprecia mejor la experiencia de un partido de futbol?
¿En la comodidad del hogar, sentado en el sillón preferido, disfrutando de una deliciosa cerveza bien helada, frente a un televisor inmenso full HD con sonido ecualizado y repeticiones de las jugadas importantes desde todos los ángulos posibles o en la incomodidad del estadio por estar parado la mayoría del tiempo, saltando y gritando como loco contagiado por el fervor de la masa y obligado a estar atento a cada jugada de minúsculos jugadores a la distancia?
Sin ser un fanático del futbol, me parece que la pregunta está de más.
¡En el estadio!
Ningún avance tecnológico ha podido superar hasta ahora, y espero sinceramente que nunca pueda hacerlo, la vivencia omnipresente de un hecho.
Por televisión se pueden ver incluso las gotas de sudor de los jugadores pero es imposible sentir la emoción potenciada por los miles de espectadores comulgando en un sentimiento deportivo, ya sea de triunfo o de derrota.
Por su lado, el arte como experiencia social, también se rige por la misma lógica.
Un CD de música versus un recital en vivo, la emisión por televisión de un ballet clásico versus el estar en la sala de un teatro, ver un cuadro en la fotografía de un libro de arte versus vivirlo en la ambientación de un museo.
El tiempo cada vez más escaso en nuestro mundo contemporáneo nos está privando de vivencias reales para instalar en su lugar, el placebo producto de la tecnología.
La televisión nos hace creer que conocemos leones y elefantes aunque jamás hayamos saldo de nuestro metro cuadrado de mezquina realidad.
Gracias a la vista conocemos el color y la forma en que se mueven, así como el paisaje en el que viven. Gracias al oído hemos escuchado su rugido y asimilado algunas explicaciones sobre sus hábitos.
¿Su pelaje será suave o áspero?
¿Somos capaces de sentir los olores que condicionan su comportamiento?
¿Soportamos la misma humedad y temperatura del ambiente?
La vida no es solo lo cuantificable con números duros ni las explicaciones que se nos den de la misma, sino el cumulo de sensaciones en determinado momento.
Los cinco sentidos más las sensaciones individuales ligadas al sentimiento, son responsables de hacernos vivir la vida que vivimos.
Gracias al desarrollo cada vez más acelerado de la tecnología, la «realidad virtual» ha logrado grandes avances pero aún está muy lejos de la «realidad real».
El contacto visual o no, el ritmo de una respiración calmada o agitada, los aromas e incluso los hedores del ambiente, el recorrido y cambio de ritmo entre la calle y el asiento desde donde viviremos ese ballet, … son tantos los detalles de una experiencia en vivo que es imposible enumerarlos todos.
Abandonemos el control remoto en el sillón de nuestra casa y vivamos la incomodidad de saltar durante noventa minutos al ritmo de la masa.
Seamos prisioneros voluntarios de la butaca de una sala de espectáculos y vivamos la obra representada sin la opción de ir al refrigerador por otra cerveza o cambiar de canal durante la tanda publicitaria.
¡Vivamos la vida del arte!