Realidad y unicornios rosas en danza
No sé por qué, siempre que pensamos en danza contemporánea pensamos en algo críptico y serio. Quizás porque nos empeñamos en entender algo, como si los sucesos más importantes de nuestras vidas fuesen algo inteligible y explicable. Y la danza, el arte de la danza y, sobre todo la contemporánea, de las escénicas es, quizás, la más viva, indómita e inexplicable. En cuanto a lo serio, quizás se debe al asombro que lo extraordinario casi siempre nos produce y la danza, en su dimensión artística, no suele ser algo ordinario o común.
Sin embargo, también nos podemos encontrar con piezas en las que el movimiento se vuelve más lúdico que críptico o conceptual e incluso se articula en gags.
El viernes 23 de abril de 2021 he estado en el Auditorio Municipal de Vigo viendo, por segunda vez, Pink Unicorns, de la compañía gallega La Macana y, entre otras emociones, me he vuelto a reír con ganas. De nada sirvió el spoiler que supuso haber visto el espectáculo el verano pasado en la MIT Ribadavia, porque la realidad en escena tiene esa virtud: siempre te coge por sorpresa. Será porque lo vivo nunca se repite, como mucho varía. Y en las variaciones siempre pueden aparecer inflexiones sutiles, detalles aparentemente inapreciables que nos afectan. Y es precisamente eso, los afectos, en lo que ninguna otra arte, ni la literatura ni el cine, podrá nunca competir con las escénicas.
Podemos haber leído e imaginado Romeo y Julieta de Shakespeare, lo podemos haber visto y conocer bien la historia y los personajes… Pero cuando volvemos al teatro para verlo de nuevo, si la función funciona, no habrá spoiler que valga, nos sorprenderá y nos emocionará otra vez y de una manera diferente. Porque, en las artes escénicas, no es el saber el punto central sobre el que pivota la dramaturgia (la composición de las acciones), sino sobre la experiencia compartida de la acción, que pase algo y que eso que pasa nos toque, nos conecte.
Un gag también es algo que pasa y, aunque podamos haberlo visto antes, puesto en danza, nos vuelve a tocar. Sobre todo cuando se basa en una realidad palpitante, como es la relación entre un padre (Alexis Fernández ‘Maca’) y un hijo (Paulo).
Pink Unicorns nos ofrece este lujo: poder ver a un padre y a un hijo relacionarse a través de la danza. Un padre y un hijo bailando como quien juega, como quien se reta, en un desafío generacional y de carácter, como quien bromea e ironiza. Y ahí entra el humor, no solo en lo que se dicen, sino también en lo que se mueven y los mueve.
Echarse a la cara ciertas cosas, como hacemos casi todos los hijos y padres, en una especie de incruento ajuste de cuentas, desde el humor, es algo emocionante y saludable que, puede, según la gracia, hacernos reír.
Para ello es fundamental el aire desenfadado y anti-pretencioso, la confianza real y, por qué no, las ganas de cachondeo. Y hay que decir que ni Alexis ni Paulo son, para nada, unos cenizos, más bien al contrario.
La realidad en escena, cuando hay arte, se vuelve fábula emocionante. Velahí este Pink Unicorns, donde Alexis y Paulo están y son padre e hijo, pero también compañeros de escenario y, en este caso, de profesión. Así, a la realidad exuberante de la danza, llevada a lo lúdico, se suma la realidad de la calidad paterno-filial e incluso los reflejos que la biología y el ADN nos permiten adivinar.
P.S. – Artículos relacionados:
“Afecto, verdad y cuerpo en las artes escénicas. Pink Unicorns de La Macana. 36 MIT Ribadavia”, publicado el 27 de julio de 2020.