Recepción teatral
La representación teatral, sea cual sea su espacio de acción, persigue obtener participación intelectual, moral o emocional por parte del público. Shakespeare ha sido un gran maestro de la acción teatral que interactúa con el público, y cuyo proceso no desdeña en dibujar, describir y crear emociones, espacios, relaciones y conflictos, al tiempo que nos atrapa en el juego. El coro de «La vida del rey Enrique V», es un ejemplo fabuloso; con sus palabras, en la experiencia de la acción verbal pide al público que imagine, cree, sueñe y complete sus imperfecciones con sus pensamientos, que juzgue con benevolencia la función. ¡Qué petición tan honesta! Paso a otro grande del teatro cómico español: Jardiel Poncela. Para él, la representación no puede ser aburrida. Todos hemos experimentando la nube de tedio o desgana en un patio de butacas; la necesidad de que aquello acabe cuanto antes. En el proceso de interpretación del material textual se inicia el camino hacia ese puente comunicativo entre el escenario y el público; la representación es una suerte de diálogo en el que se ponen en juego una serie de códigos y lenguajes para que la obra formule preguntas en relación con el presente que conecte con el espíritu y la inteligencia de los espectadores. Sartre no concibe el estilo como una elección autónoma del autor, ajena al espacio de la representación. Roland Barthes plantea en «La muerte del autor» que la experiencia escritural concierne no solamente al autor, sino al espectador que configura en su imaginario, la percepción de la obra, la ordena, le da sentido, la interpreta, la experimenta, mediante la encarnación del juego dramático creado por los actores en la escena.
Entre las recientes teorías de la recepción teatral, Asun Bernández toma el título de Greimas «La semiótica de las pasiones» y su estudio sobre cómo intervienen las emociones en los actos del lenguaje, para definir el teatro como una experiencia emocional y pasional del espectador. Tal vez ningún espectáculo tenga la implicación emocional que tiene el teatro. Para Eugenio Barba será más intensa, cuanto más oscura y difícil sea de interpretar dicha experiencia, lo que abre vías hacia el subconsciente, el desorden de nuestros deseos y la caída de los corsés educacionales y socializadores. Hablar de experiencia es hablar de emociones del espectador frente a la obra. El teatro interactúa con el público en la medida que emociona y conmueve. Los estudios más recientes de la recepción provenientes de experiencias performativas y virtuales, hablan de experiencia sensorial y tecnológica del público: estas son las nuevas líneas de investigación de la recepción teatral, hoy por hoy. La pregunta resitúa el debate acerca de la implicación del público en el acto teatral: ¿cómo hacer hoy para conseguir sacarle de su cómoda posición?, ¿qué hacer para hacerle partícipe de una experiencia que le remueva, le incomode, le zarandee, le provoque, le haga pensar? No hemos cambiado mucho desde los griegos: participación y liturgia en el hecho colectivo del teatro.