Reconstruir el discurso
Contradicciones frontales, sensaciones de desvarío; la esperanza o la alienación. Moverse por no quedarse quieto. Al fondo, a la derecha, el servicio o la salida. Reconozco la angustia disfrazada de esperanza puntual. Todo es hoy. Todo debe ser para hoy. Vive hoy por si acaso mañana no llega. Eso es una postura vitalista que impone un pensamiento de fulgor, inmediatez y ande yo caliente ríase la gente. Más contradicciones, la cigarra y la hormiga. Dos filosofías. Dos ideologías. Pero existen dos o cuatro más. Los matices. Los detalles. La diversidad.
Un asunto colateral, la presentación de las programaciones de la temporada siguiente en el mes de junio. ¿Es un logro, una circunstancia de mercadotecnia, un avance o una decisión administrativa? Cuando hace dos o tres décadas veía como en Francia, por no ir más lejos, en los festivales de verano se veían los catálogos de la temporada siguiente de todos los teatros institucionales lo sentía como una distancia estructural con la ligera improvisación que todavía existía en los teatros públicos de España. No hace tanto tiempo que se programaba con tres o seis meses de adelanto. Ahora se presentan propuestas que se estrenarán trece meses más tarde. Es previsión. Es organización, pero ha afectado, aunque parece que ya se ha acomodado la producción a este ritmo de exhibición.
Me sorprendía que en Francia, por no ir más lejos, se estrenaba una obra, se exhibía durante unos pocos días y se esperaba a hacer la gira para la temporada siguiente. Pasaba un año desde el estreno y su explotación para utilizar los términos del enemigo. Entonces yo me dedicaba a la producción y me sorprendía que se pudiera asegurar los repartos originales con esa distancia de tiempo. Organización. Acomodarse a este ritmo. Por eso las compañías y, sobre todo, los actores y técnicos, deben estar en dos, tres o cuatro proyectos a la vez. Y no se vuelven locos, aunque sí los productores y distribuidores ya que para confirmar una actuación deben hacerse una veintena de llamadas para ajustar las agendas.
Creo que dentro de mis complicadas relaciones entre lo bueno y lo mejor, me parece que esta estabilidad programática, esta previsión, este asegurar con esa distancia temporal, es bueno, modifica lo imprevisto, la inseguridad, pero como hay que buscarle algo para discutir, si una obra se estrena hoy, es muy buena, es una actividad circunstancial y temporal, ¿tiene alguna posibilidad de ser vista? No se pongan solamente del lado de los creadores, sino miremos con otro color en el cristal, la ciudadanía, los públicos. Si es una obra magnífica que tiene fecha de caducidad y aparece en el mes de octubre y acabará en marzo, por ejemplo, ¿podrá disfrutarla alguien? ¿Se puede programar, levantar compromisos, acomodar calendarios? ¿O eso queda reservado para las salas y teatros comerciales de las grandes capitales?
Ya digo, contradicciones al por mayor. Las temporadas cerradas son buenas para la organización, los contratados, los públicos más fieles. Si existen abonos, ayuda a tener un avance importante de saber la aceptación, de ese público cautivo, solidario. Quiero decir que veo unas partes muy positivas, pero me gustaría que existiera alguna flexibilidad. Y existe esa flexibilidad en otros tetaros públicos que no programa cada día y que cierra sus programaciones por trimestres o semestres.
Y conocidas las programaciones de los grandes teatros, uno nota una tendencia muy saludable de búsqueda de otras programaciones, de descubrir otros nombres, de traer excelencias foráneas, de compartir los espacios para atender a varios segmentos de públicos. Un avance. Los nuevos responsables de estas instituciones van demostrando su sensibilidad y eso me parece que visto así, sin profundizar demasiado, podemos considerarlo como un paso hacia delante. Como una manera de reconstruir el discurso, de poner al frente del cambio, acercarse desde la voluntad programática a las estéticas más actuales. Y eso se demuestra de manera elocuente en la propuesta presentada en los Teatros del Canal de Madrid. Espléndida.