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Reflexiones de Irene Amador, una actriz anónima

¿Estamos en el siglo XXI, verdad? ¿La humanidad avanza en valores y sabiduría, no es así? ¿O, acaso, los únicos avances comprobables son los que se dan a nivel tecnológico y científico? Muchas veces me hago estas preguntas porque insisto en pensar que la vida y sus experiencias nos enseñan cosas y que el conocimiento es acumulativo y sirve para mejorar. Sin embargo, no dejo de sorprenderme cuando observo, en el día a día, los prejuicios, desigualdades, envidias y otros pecados capitales, como si aquello de la evolución y el progreso no fuese más que un cuento.

 

Esta semana pasada, una ex alumna, que ahora es una actriz que lucha por vivir de su trabajo, escribía, en las redes sociales, una reflexión que me ha vuelto a confirmar que, en pleno siglo XXI, hay prejuicios y marginaciones profundamente arraigadas.

También esta semana, a raíz del capítulo que estoy escribiendo para el volumen III de la Historia de la Danza Contemporánea en España, he conversado con el coreógrafo más joven de Galicia, Xián Martínez, e hizo un comentario en la misma dirección. Xián ha finalizado, este curso, sus estudios en el CSD María de Ávila de Madrid y trabaja en Dantzaz en el País Vasco: “Cuando viajaba en el Blablacar y me preguntaban qué estudiaba o a qué me dedicaba, pasaba de decirles que estudiaba danza, para que no me diesen la lata con eso de si la danza se podía estudiar etc. Prefería decirles que estudiaba magisterio, para que me dejasen en paz.”

Está claro que, en general, el alumnado de artes escénicas sigue marginado respecto al alumnado de otras carreras universitarias consideradas de mayor utilidad y prestigio. Esto se puede deber a varios factores. Uno de ellos viene de tiempos remotos: es inconcebible una sociedad humana sin el cultivo de las artes, no existe sociedad humana sin danza y sin teatro. No obstante, esa misma sociedad desprecia las artes, sobre todo las artes vivas que no se pueden poseer, acumular y revender como un cuadro de Picasso, y cifra su aparente felicidad y bienestar en los productos de consumo. Otro factor puede ser que las enseñanzas superiores de música, danza y arte dramático, en España, desde los tiempos del gobierno de Felipe González, son equivalentes, en territorio español, al título de grado universitario, pero no son un título de grado universitario, como acontece en el resto de Europa y en otras partes del mundo. Esto, que parece una chorrada, tiene sus consecuencias también en la consideración social respecto a los estudios de artes escénicas. Es así de patético, pero cierto.

Te invito, ahora, a leer la reflexión de Irene Amador, una actriz que no es famosa y que, sobre este tema, se expresa así:

 

“Hace 11 años me presenté a las pruebas de acceso de la Escuela Superior de Arte Dramático de Galicia decidida a estudiar esa CARRERA. Cuando estaba preparándolas tenía que enfrentarme constantemente a preguntas como “y tus padres te dejan hacer eso?” o “y eso es una carrera?”… Yo no acababa de entender aquellas preguntas porque para mí no tenían ningún sentido. Claro que mis padres y toda mi familia me apoyaba en aquella decisión y por supuesto que esos estudios son una carrera. 

Cuatro años después presenté mi proyecto final de carrera y obtuve mi título. Cuatro años en los que aprendí mucho, tanto académica como personalmente. Aprendí conceptos teóricos (sí, nosotros también teníamos que estudiar, aunque haya gente que no lo crea), aprendí diferentes disciplinas prácticas y algo que para mí es muy importante: aprendí  mucho sobre valores, emociones, empatía, trabajo en grupo…

A día de hoy llevo casi 6 años trabajando de lo mío, en la misma empresa y me considero muy afortunada ya que no todo el mundo tiene esa suerte. No escogimos la profesión más fácil.

¿Por qué os cuento todo esto? Porque considero que mi profesión muchas veces es menospreciada. Los artistas en general lo somos. No solo son actores esas caras conocidas que salen en la tele o en el cine, no solo son músicos aquellos que suben a grandes escenarios con públicos multitudinarios… La realidad es otra. Esas personas, en realidad, son una minoría y a la sombra de ellos, en un lugar escondido, nos encontramos la gente anónima que, como yo, lucha por seguir viviendo de lo que le apasiona, de aquello en lo que ha invertido años de formación, aun sabiendo que es un mundo inestable, que unos meses tienes curro y otros no. Que a veces todo va sobre ruedas y al poco tiempo todo va como el culo. Pero nuestro trabajo es igual de honrado, de importante, de válido que cualquier otro. Cotizamos como todos. Pagamos nuestros impuestos. Somos solo unos trabajadores más. Pero la gente no lo entiende. Que no tengamos trabajo todo el año no quiere decir que no seamos actores todo el año.  Que no tengamos trabajo todo el año no quiere decir que seamos unos vagos que viven del cuento. 

Hay momentos complicados, momentos en los que me cuestiono si estoy haciendo lo correcto al seguir este camino o si sería mejor abandonar. Si debería buscar un curro estable de cualquier cosa que me proporcionara un sueldo fijo al mes, todos los meses del año. Creo que a todos los que estamos en mi situación nos pasa. Y los comentarios de la gente no ayudan. Es duro escuchar comentarios de gente cercana menospreciando lo que haces. Comentarios como “¿que tú te dedicas a qué? Venga ya…” o “¿Cuándo eres actriz? ¿Dos meses al año?”. Gente que, a veces, te habla como si tuvieras cinco años y te hubieras encaprichado de un caramelo. Y vuelve esa sensación de hace 11 años cuando estaba a punto de empezar esta aventura.

Pero luego me subo a un escenario y veo la cara de felicidad de esos niños que están sentados en el patio de butacas y pienso “VALE LA PENA” y no tiro la toalla. Y vuelvo a elegir seguir luchando y seguir viviendo de esta profesión con sus altos y con sus bajos y aunque mi cara no salga en la televisión.

El nuestro es un modo de vida diferente al habitual, eso está claro. Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo. Pero nuestra profesión también es un trabajo serio, amigos. Así que, por favor, respetadlo, no es tan difícil. Ojalá todo el mundo se diera cuenta y no valorara solo el trabajo de esos pocos que tienen la suerte de cobrar sueldos millonarios y salir en grandes pantallas. Que todo el mundo entendiera que hay una gran mayoría de trabajadores del mismo gremio que merecen el mismo respeto, aunque no tengan millones de seguidores en las redes sociales.

A los que estáis en mi situación: ¡ÁNIMO! Estamos haciendo lo correcto. Que no se nos olvide por qué empezamos en esto y que nada consiga que nos bajemos de los escenarios.

Con esto quiero dar las gracias también a esas personas que siempre me han apoyado y nunca les ha parecido una tontería mi trabajo. Los primeros, por supuesto, mis padres y mi hermano, que siempre han creído en mí y han aceptado la vida que elegí. Pero también al resto de mi familia y amigos por no cuestionarme nunca y valorarme tal y como soy.

Que sepáis todos que estoy muy ORGULLOSA de ser quien soy y dedicarme a lo que me dedico.”

Irene Amador Rodríguez.

 

Nada más que añadir.

Buena semana y a disfrutar de cuidarse y de aprender de los aciertos y de los errores.


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