Sud Aca Opina

Resiliencia

Hoy en día ante la posibilidad de tener fácilmente información de cualquier tipo al alcance de los pulgares, cuando se debe enfrentar una situación es productivo investigar antes de actuar.

Mi país, Chile, en el último o año se ha visto azotado por catástrofes naturales de grandes proporciones eso sin contar los desastres propiciados por la clase política.

Erupciones volcánicas con kilómetros de ceniza ascendiendo desde el cráter para luego extenderse sobre la tierra matando animales y vegetación, inundaciones en el desierto más árido del mundo arrasando con asentamientos humanos para nada adaptados a las fuertes lluvias, incendio de proporciones épicas en la ciudad patrimonial de Valparaíso, marejadas pocas veces vistas modificando el borde costero y llevando barcos de mediano tamaño hasta las plazas, y la guinda de la torta, un terremoto de 8,8 grados en la escala de Righter y sus posteriores réplicas, muchas de ellas de más de 6 grados, donde el movimiento telúrico no provocó grandes daños pero tal como sucedió en el año 2010, el posterior tsunami arrasó.

Entre información sobre tipologías volcánicas, estadísticas pluviométricas, datos históricos varios, influencia de la luna y el viento sobre las olas, placas tectónicas en movimiento y posibilidades de tsunami, apareció la palabra resiliencia, absolutamente aplicable al pueblo chileno ya acostumbrado a levantarse cada cierto tiempo desde el suelo.

La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad de proteger la propia integridad, bajo presión y, por otra parte, más allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles.

Stefan Vanistendael (1994) – Sociólogo y demógrafo de los Países Bajos

Después de estas catástrofes los medios informativos que informan pero sobre todo juegan con el morbo humano, se encargan de mostrarnos a la abuelita sentada frente a los escombros de lo que fue su casa producto de toda una vida de esfuerzo, al padre que vio como a su hijo menor se lo tragaba el mar, a niños huérfanos por una estufa en mal estado. Se rompen el lomo por encontrar la historia más escalofriante posible y si no la encuentran, son capaces de adornar un problema hasta transformarlo en tragedia.

En medio de este escenario apocalíptico surge doña Juanita de una localidad perdida en el campo quién declara haberlo perdido todo pero que con su viejito ya están armando alguna cosita con lo poco que quedó re utilizable y que en pocos días esperan tener un techo para recomenzar a vivir a pesar de tener ya más de 80 años. Resiliencia.

Por supuesto esperan recibir ayuda pero esa pareja de ancianos confía más en sus propias capacidades que en factores inciertos ajenos a su gestión.

«Lo que no me mata, me hace más fuerte».

Friedrich Nietzsche (1844 – 1900) – El ocaso de los ídolos-.

Seguramente la pareja de ancianos en más de una ocasión han debido enfrentar situaciones extremas y han sabido salir adelante por lo que la confianza en sí mismos se ha visto fortalecida.

«Si has de morir por una causa, procura que esa causa sea la razón por la que vives»

Oscar Chapital C (2008); psicólogo social y matemático mexicano.

Vivir no es sólo respirar, alimentarse y procrear, es tener un motivo por el cual vivir.

El objetivo es el faro que guía nuestro andar y si una catástrofe lo apaga, rendirse no es una alternativa viable.

Aunque ignorásemos la palabra, el ser humano siempre ha tenido esta característica de resiliencia que le ha permitido sobreponerse de manera constructiva a las negatividades dentro de su devenir para salir fortalecido de sus experiencias negativas.

Y como diría doña Juanita «Hay que puro echarle paelante no más porque patrás no cunde».


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