Recuento
Tove Sahlin es un personaje calidoscópico, apasionado y apasionante, difícil de catalogar. Proviene del mundo nórdico. Esa nebulosa democrática, paraíso de las libertades y milagros sociales y económicos. Se presenta profesionalmente como agitadora sociocultural, pero también ejerce de artista, pedagoga, activista o pensadora.
Me habían hablado muy bien de ella. La conocí durante un seminario en el que participaba y efectivamente estuvo a la altura de las circunstancias. No solamente el contenido de su exposición fue interesante, como buena ‘perfomer’ también se metió al público en el bolsillo con una puesta en escena inteligente, atrevida, impecable.
Su mirada, intensa y luminosa, descubría entusiasmo y orgullo. Tomando un café durante una pausa, tuve la oportunidad escucharla de cerca y comprobar que su discurso mejoraba en las distancias cortas. El fraseo crecía en nitidez y el contenido se afilaba –aunque siempre cubierto por una película de humor que lo templaba-. Cuando me sumé a la conversación, el tema era el recuento de ‘coños’. Ni más ni menos. Preguntaba ‘¿Cuántos ‘coños’ están ocupando posiciones relevantes en el mundo de la política o la empresa en España? ¿Cuántos ‘coños’ están ocupando cargos importantes en el ámbito de la cultura? ¿Cuántos ‘coños’ dirigen Teatros o Festivales?’ ‘¿Cuántos ‘coños’ han encabezado el cartel vuestras programaciones? Al terminar la sucesión de preguntas, sirvió una pausa dramática perfecta –durante la cual los ‘coños’ enumerados hasta el momento gravitaron en el aire como una especie de eco entre grave y travieso- y se dirigió a mí preguntando: ‘¿Podrías decirme cuántos ‘coños’ estás programando en esta edición de FiraTàrrega?’.
La verdad es que nunca me lo había preguntado. Me hice el loco por si colaba y podía ahorrarme la respuesta pero insistió. Le respondí convencido que lo que primábamos era la calidad. Trabajos de hombres o mujeres, pero trabajos de calidad. La mirada de Tove se apartó por unos pocos segundos de la mía, y de la del resto de los que estábamos allí de pié charlando. Regresó, guasona, con la misma pregunta y añadió: ‘¿Tienes el programa a mano? Me gustaría contar ‘coños’ contigo.’
Allí terminó la tertulia. Nos llamaron de vuelta. La conferencia se retomaba y el grupo se disolvía. Al finalizar la velada nos reencontramos e intercambiamos las tarjetas de contacto y quedamos pendientes de retomar la conversación. Nunca se sabe por estos mundos. No obstante, antes de abandonar la sala se me acercó una última vez y me dijo con mucho cariño: ‘programar es también dar una oportunidad. Programa por la igualdad y darás una oportunidad de calidad’.
Estos días tranquilos de vacaciones que me quedan, voy a realizar el ejercicio de recuento que me sugirió la perspicaz agitadora sueca. También voy a pensar un poco en sus últimas palabras. Aunque son tan claras no hace falta que les dé muchas vueltas. Es una cuestión fundamental de derechos que no podemos olvidar. Hay que luchar por la igualdad de oportunidades, e insistir en que dicha labor se lleve a cabo desde todas nuestras facetas, laborales, personales, etc… Con o sin ‘coño’, es cosa de todos, ¿no creen?