Equipo investigador: Cristian Flores, Katha Eitner, Valentina Chávez
Edición: Maria Fernanda Altamirano
Proyecto financiado por Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de las Artes Escénicas, Convocatoria 2020.
En este podcast, Katha Eitner entrevista a Rodrigo Alfonso Pérez Müffeler (Santiago de Chile, 1961), actor, director de teatro y académico, fundador y director artístico de Teatro La Provincia y director de la Escuela de Teatro de la Universidad Mayor.
Pérez Müffeler posee una destacada carrera como director teatral y docente, además de una fructífera labor como docente y formador de nuevas generaciones teatrales. Está considerado como uno de los mejores directores del teatro chileno contemporáneo.
Estudió Psicología en la Universidad de Chile y Teatro en la Academia Club de Teatro de Fernando González Mardones. En 1988 fue becado por el Goethe Institut, por lo que viaja a Alemania y participó en múltiples obras teatrales en Colonia, Stuttgart y Esslingen. En 1993 dirigió a Claudia Di Girolamo en ‘El vacío absurdo‘ de Virginia Woolf. Entre 2001 y 2011, trabajó en televisión junto a Vicente Sabatini, encarnando a diferentes personajes para telenovelas.
En su trabajo como actor y director de teatro participa en la compañía La Memoria, junto a Alfredo Castro. Trabaja también como docente en la Universidad de Chile. Actualmente es director de la compañía La Provincia. Ha dirigido decenas de obras de teatro, desde ‘El vicio absurdo‘ (1993) hasta ‘La tempestad‘ (2015). Su trayectoria está marcada por el teatro «político», con contenidos «incómodos» y por el cuestionamiento de las formas. Como dice en esta entrevista, «yo intento hablar de lo que no sé, de lo que me incomoda, de lo que me molesta».
En su opinión, «todo teatro es político», desde el momento en el que el ejercicio mismo del oficio es político, «porque el valor que lo anima se opone a los valores del capitalismo, de la sociedad en donde estamos metidos». Y es que para este dramaturgo, el teatro político tiene que ver con «la puesta en tensión» o «la puesta en escena de contradicciones», con poner en juego una mecánica que tiene que ver con la dialéctica y la dialéctica tiene que ver con la mirada sobre el movimiento y con la posibilidad del cambio». «Tiene ver con la apuesta en tensión dialécticamente a propósito de contradicciones que movilicen el pensamiento y pongan en duda, lo que uno sabe, cree, siente». Añade que hay obras emblemáticas de la época de la Dictadura que eran súper política en términos de contenido, «sin embargo, no había ninguna contradicción puesta en escena y no nos pasaba nada en términos de movilización de pensamiento, porque estábamos todos de acuerdo, no había un cuestionamiento, ni ninguna fisura que a mí me hiciera tambalear en mis convicciones».
Confiesa también en esta entrevista que a la hora de elegir el teatro como forma de vida, el punto de vida es «un ego enorme», que le lleva a «mirarse, mirarse para reconocerse «. Al principio, le gustó más actuar que dirigir. «La dirección parte de una cosa jodida, del displacer, y la actuación es puro placer. En algún momento dado fue porque empecé a dirigir los ejercicios que hacíamos en la escuela, yo sentía que porque era el más grande y era psicólogo y toda la cosa, como que no me quedaba otra, como que me asignaban ese rol… Pero nunca dejé de ser actor».
Pérez Müffeler habla también de las necesidades del actor y de las diferencias entre el proceso y el resultado. «Hay que entender que el proceso de ensayo es un proceso de ensayo, y no cada ensayo es un estreno, como es la costumbre. Como actor, yo sentía que había una exigencia de rendimiento inmediato a la primera, además de que el proceso de creación es un proceso de diálogo entre los que conforman el equipo y los materiales, un equipo que se va desarrollando a medida que va ocurriendo el proceso. Yo no sé nada, soy súper flojo, no preparo nada, creo que el proceso de creación en mi caso particular es un proceso que ocurre in-situ, frente a frente con los otros».
El gran placer, para él, es «descubrir que se puede echar a andar con lo que hay. No hay una pre-idea, incluso los contenidos terminan de definirse en el proceso mismo». En su conversación, rememora el proceso de varias obras, como ‘Cuerpo‘. «Yo quería hablar de la tortura, empezamos a trabajar y yo decía, ¿cómo hacer el testimonio sin que sea testimonio? Empezamos a hacer cosas que tenían que ser con movimiento etc., y estábamos en el proceso y aparece el informe Valech, entonces dijimos: este es el material. Los datos duros, lo que decía la María Izquierdo, el testimonio de su hermana a propósito de su marido desaparecido.., esa era la palabra».
«El director de escena es como el cocinero. Elige los materiales, los mezcla y los hace conversar dentro de la olla»
«Nunca me he posicionado como artista -dice en otro momento el dramaturgo y director chileno-. Frente al contexto social, siempre he tomado posición como ciudadano. Ser director es mi trabajo». Y ese trabajo lo hace con una compañía que está compuesta por «gente que circula». «Siempre son los mismos, pero no siempre son los mismos, siempre hay alguien nuevo, es como un colectivo de gente que de alguna manera, nos hemos encontrado en el oficio, con el enganche por el placer del trabajo actoral. Es el grupo humano que rodea mi vida. Mi vida social ocurre ahí, por lo tanto necesito que sea gente que con la que pueda desarrollar vida social. Si yo como con alguien es cuando estoy trabajando. Tiene que ver como un grupo de gente muy querida que se comunican muy bien entre ellos, y que suple la vida social que no tengo».
Con esos actores y actrices se encuentra para disfrutar del proceso, que empieza siempre con la lectura del texto, esos momentos en los que «por primera vez eso que estaba escrito tiene sonido real». «Uno hace el ejercicio primero de escuchar, y escuchar todo lo escuchable, escuchar los impulsos de los actores, escuchar el texto por primera vez, escuchar el espacio, escuchar, escuchar, escuchar, y la devuelta de esa escucha es el inicio del diálogo», ocurre uno detrás de otro, entonces escuchar y dialogar, suena súper de pero grullo, pero te prometo que no es más que eso.».
Y compara su papel de director con el del cocinero. «Elige los materiales de alguna manera y los mezcla, y los hace conversar adentro de la olla, eso es no más, ese es el ejercicio. Ni siquiera soy el líder dentro del colectivo, siempre hay distintos líderes; si de mi dependiera, yo no planificaría ni los ensayos. La labor mía como director tiene que ver con juntar y hacer conversar los materiales. Y hay una dirección musical que yo creo que es importante. Si yo tengo una cualidad, es la musicalidad y la relación con el espacio».
Sobre el teatro chileno, afirma Rodrigo Pérez Müffeler que existe una tradición de participación política de la gente que hace teatro. «La gente que hace teatro históricamente son los que han estado presentes, han dado la cara, han dado la vida, han puesto el cuerpo. Y eso tiene una consecuencia en el ejercicio teatral». Habla del «teatro obrero» y de su voluntad de influir en la conciencia de clase. «Durante la dictadura uno podría decir que el objetivo era resistencia, tiene que ver con la sensación de aglutinar, una necesidad de pertenencia súper importante porque una de las labores del fascismo es que la gente se sienta sola. Hoy por hoy, el teatro es mucho más diverso y recoge esa tradición, pero de distintas maneras, el teatro sigue movilizado en función de los derechos de las minorías, está en el inconsciente esa noción de esta tradición teatral que tiene que ver con lo político, y lo político como la aproximación a los contenidos a la forma y a las personas en lugar de vulnerabilidad social».
En la entrevista, Pérez Müffeler habla también de referentes teatrales, del teatro de calle, de Brecht, de Harto, de las diferencias entre ambos, de la diatriba y de muchos otros temas.
Obras dirigidas por Rodrigo Pérez Müffeler | |
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1993 | El vicio absurdo |
1994 | El malentendido |
1995 | Muertos sin sepultura Ofelia o la madre muerta |
1996 | El mal sueño Notas de cocina La zapatera prodigiosa Quarteto |
1997 | Macbeth Akenatón Fantasmas borrachos |
1998 | El príncipe desolado Antígona Madame de Sade |
1999 | Fedra Perra celestial |
2000 | El coordinador 2001 Medea |
2002 | Digo siempre adiós y me quedo |
2003 | Provincia señalada, una velada patriótica |
2005 | Cuerpo |
2006 | Madre Padre |
2007 | Santa Juana de los mataderos |
2008 | Las Brutas Kaspar Travesti por mi abuela Violeta: al centro de la injusticia |
2009 | Diatriba de la victoria |
2010 | La Quintrala Negro Animal Tristeza |
2011 | Interior El retablo de Yumbel |
2012 | Los Perros Oratorio de la Lluvia Negra El pájaro de Chile |
2013 | Aquí están |
2015 | La tempestad |