Críticas de espectáculos

Romancero Gitano.

ROMANCERO GITANO

Teatro Español.

Autor: Federico García Lorca.
Dramaturgia escénica: Francisco Suárez y Rubén Cano.
Música: Chapines.
Estenografía: Gabriel Carrascal.
Dirección: Francisco Suárez.
Intérpretes: Florencio Campo, Claudia Faci, Daniel Doña, Inge Martín, Alegría Suárez, José Maya y Kelián Jiménez, entre otros.

FLAMENCO EN VERSO.

“Los poetas son titanes que se atreven a robar la llama de la luz para aliviar la oscuridad de los hombres.”
Federico García Lorca fue un Titán. Quiso devolver la luz de la inocencia a las almas nobles, a los eternos perdedores, a las víctimas de la insidiosa arbitrariedad que emana de la voluntad manchada de poder.
El poeta granadito enarboló el arma de la poesía, de los versos, de la metáfora y la rima; nos dejó la memoria, el testimonio fidedigno, el espejo veraz y atroz de lo que fuimos y, en cierto modo, continuamos siendo.
En sus manos, la muerte sigue moviendo sus labios sinuosa; la luna se enamora cada noche de los bellos rostros que osan fijarse en su eterno color verde; en su frente, han quedado escritos los nombres de aquellos que hicieron eterno el olvido, los pasos de aquellos que siguen morando en la ciudad de los gitanos, la vida de aquellos que buscaron el amor en un sueño vestido de charol y orlado con alas negras.
“El Romancero Gitano” recoge cada suspiro, cada lágrima, cada gota de sangre, cada sueño, cada rayo de sol… Es el alma de Andalucía, de la mujer más olvidada, de la más maltratada, de la belleza arrinconada por desidia, de la riqueza escondida por el temor a su fuerza, a su pasión y a su magnetismo. Federico García Lorca restableció el equilibrio, escogiendo aquello más elevado, aquello más profundo y más aristocrático, aquello que atesora el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal.
Aún así, nunca hasta ahora, el romancero había sido llevado a escena, haciendo de él una tragedia poética.
Federico García Lorca amaba sobremanera los trágicos griegos y Francisco Suárez ama sobremanera la obra y el espíritu del granadino más universal.
El dramaturgo extremeño ha necesitado mucho tiempo para poner en marcha esta empresa. Ha estudiado, se ha embebido de la mágica atmósfera que desprende la poesía lorquiana. Ha analizado cada elemento, cada verso, cada imagen y ha sentido… Sobretodo ha sentido…
La puesta en escena de estas diez ceremonias, es un homenaje al autor del poema más hermoso y solidario que se haya escrito sobre los gitanos, sobre el ser humano, podríamos decir.
Desde un hoy marcado por la muerte, vuelven a la vida los personajes de un ayer que no hemos de olvidar, porque esta tragedia se teje con las palabras de la memoria, con las heridas amasadas por el dolor del pasado conjugado en presente… Este ritual toma forma ante una lápida sobre la que se alza el contorno y la figura del autor, ese que va recogiendo en un bloc inexistente la realista crónica de una ciudad amenazada y enamorada de la muerte.
Soledad Montoya, Antoñito el Camborio, Preciosa o ese niño que nunca pudo montarse en un caballito de cartón van dejando su esencia en las manos de Federico García Lorca (Florencio Campo), mientras sus cuerpos suben hacia un figurado balcón, desde donde la luna (Claudia Faci) y su sombra (Daniel Doña) hipnotizan su inocencia con un color verde… Enamorado.
El teatro y el flamenco llegan a fundirse en una gran poesía dramática que alcanza su total lirismo en “El Romance del Emplazado”.
Ese vals inconcluso, ese paso a dos, como un canto de amor que jamás llegó a escribirse por el repentino e injusto abrazo de la oscuridad sombría, constituyen el inmejorable epílogo de una poética tragedia, del sueño teatral lorquiano, de una puesta en escena magníficamente concebida y soberbiamente interpretada.
Las nueve ceremonias quedan envueltas en una ciudad, en una noche aciaga, en un recuerdo a todas las víctimas inocentes, blancas, puras, ahogadas en el alma acharolada del terror, en los corazones aplomados de los injustos, de los intolerantes, de los tiranos.
La Décima Ceremonia es el homenaje a aquellos cuyos nombres, cuyas almas quedan escritas, vivas, jóvenes, en la frente del poeta; en el Hoy de los que siguen la huella de los Titanes que, a contracorriente, continúan portando la llama de la luz, en un mundo que se asfixia en su propia oscuridad.


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