Sábado por la mañana
Mañana de sábado tranquila y soleada, aunque cueste aparcar en Barcelona. De camino al centro cívico de Can Felipa, andando, me pierdo una vez más. No hay manera con el barrio del Poblenou, uno siempre tiene la sensación de que las calles le están tomando el pelo. Así que termino por preguntar y una señora mayor que pasea un perro chico me indica amablemente.
Llego a sitio diez minutos antes de tiempo y me tomo un café en una terraza. Las mesas vecinas están ocupadas por una pareja joven y un grupo ruidoso de amigos. Un anciano lee el periódico en una mesa un poco más allá, mientras un par de niños revolotean alrededor suyo. Uno de los artistas me reconoce y me indica que el ensayo da comienzo en un pasaje cercano, a unos cincuenta metros, cerca de la Rambla del Poblenou.
El paseo está tomado por familias, turistas rezagados y los primeros bañistas. Una paz efervescente rige las aceras, las terrazas, los comercios. Un músico callejero interpreta temas de Sabina a lo lejos, suena bien.
La visión enmarcada que tenemos de la rambla desde el pasaje es puro teatro. Pienso en ‘La hora en que no sabíamos nada los unos de los otros’ de Peter Handke y pienso también en el profesor Manuel Delgado; mejor, parece que le escuche expresando que la calle en sí, sin necesidad de añadirle nada, es ya un espectáculo…
Entre los que esperamos, conozco a algunos de vista, tengo la sensación que la mayoría son público habitual de la programación de Can Felipa. Otros pertenecen a la pequeña gran familia de las Artes de Calle.
Apoyado en una pared, intento enviar un tweet para explicar que estoy a punto de presenciar el ensayo abierto del colectivo austriaco-catalán Zweite liga für kunst und kultur y no hay manera porqué a la vez estoy manteniendo una conversación con un conocido. Soy un maleducado, y guardo el móvil. Termino la conversación.
Entre los asistentes hay bastantes niños. Sobre todo niños pequeños en carrito. La reunión es abundante y colorida. Lo nuestro tiene también bastante de espectáculo. La verdad es que llamamos la atención a los transeúntes que circulan delante de nosotros. Alguno incluso se detiene, nos mira fijamente y sonríe, sobre todo gente mayor, la más indiscreta y despreocupada.
El ensayo da finalmente comienzo pero el espectáculo hace horas que ha empezado. Los artistas juegan con los viandantes y los viandantes responden más o menos sorprendidos, cordiales todos. Todo fluye, como la vida misma. Durante casi una hora, un grupo de jóvenes creadores despliegan su actividad artística por el vecindario, participando de otras tantas composiciones vivas, escenarios, situaciones y momentos claros de sábado por la mañana, momentos tan vivos como espectaculares.