Sala de espera
Estoy en una sala de espera.
No espero para conocer el valor a pagar de una multa de transito ni retirar un documento indispensable para hacer funcionar la burocracia imperante. No espero que me anuncien si fui aceptado o rechazado sin apelación posible. La sala es agradable desde el punto de vista físico; buena iluminación, temperatura razonable, un televisor gigante para matar el tiempo, algunas máquinas para comprar comestibles, bebidas y café, sillones confortables donde se podría incluso dormir.
Aun así, es un lugar en el cual no quisiera estar. Es la sala de espera de un hospital. En estos momentos operan a mi hijo menor.
Es una operación menor pero aun así, las preguntas macabras sobre todo lo que podría salir mal, hacen de esta sala de espera el lugar más incómodo que pueda existir.
Como no soy médico y mi fuerte en el colegio nunca fue la biología, mi ignorancia absoluta sobre lo que está pasando en el pabellón, hacen de la irracionalidad, la dominante de mis íntimos razonamientos. Aunque me considere un ser más bien racional, no puedo controlar lo que siento.
«La duda mata». No sé si será tan cierto pero la duda fomentada por la ignorancia puede incluso llevarnos a reaccionar de forma errada.
Si supiese más sobre la experiencia de otros en relación a operaciones del mismo tipo y sus resultados, de seguro no estaría tan nervioso. Así como la ignorancia es nefasta, no cabe duda sobre los beneficios del conocimiento.
Y no me estoy refiriendo solo al conocimiento científico basado en datos duros sino en el conocimiento del otro. No solo verlo para describir su aspecto físico, estatura, medidas, peso, color de piel… Muchísimo más importante es conocer al otro desde el punto de vista de su cultura e idealmente sus sentimientos, esos que son incuestionables porque surgen de toda una vida de experiencias tanto positivas como negativas.
Nuestra sociedad contemporánea sería otra si tratásemos de conocer al prójimo de forma abierta sin medirlo con la vara de nuestras convicciones.
En una actitud instintiva, ante alguien o algo que no comprendemos, reaccionamos de manera defensiva e incluso agresiva.
En mi país existe una pequeña araña de aspecto inofensivo, la araña de rincón, capaz de producir con su picadura, alergia e incluso la muerte. Por otro lado, existe la araña tigre, de mayor tamaño y por supuesto más atemorizante. A pesar de que la tigre es inocua para el ser humano y depredadora natural de la de rincón, por ignorancia la gente la mata solo por ser araña, por ignorar lo benéfico de su existencia. Si supieran, no solo dejarían de matarla, quizás incluso la protegerían.
Es un ejemplo simple pero ¿cuánto no hemos destruido solo por ignorancia?
Se han exterminado culturas completas. Se dice que ha sido por culpa de la avaricia. Puede ser pero una avaricia ignorante ya que de haber sabido las enormes ventajas de un intercambio cultural y no de una imposición, toda la humanidad se hubiese beneficiado.
Me están llamando a recuperación para acompañar a mi hijo.
En el futuro, antes de sentarme en una sala de espera a que se desarrollen los acontecimientos y dejarme llevar por una inquietud ignorante, trataré de informarme no solo leyendo, sino compartiendo experiencias.